¡Mi hijo no pone atención!

Poner atención, concentrase en una tarea y tener una actitud receptiva son conductas que normalmente se pueden desarrollar en los niños de manera natural. El problema surge cuando los adultos no generamos ambientes propicios para ello.

Emma E. Sánchez

Recientemente, vino a mi oficina una madre de familia muy angustiada y desconcertada, diciéndome que no entendía por qué su hijo de seis años no le obedecía, la ignoraba y hasta llegaba a desafiarla constantemente. Me contó que le sorprendía mucho esta conducta en casa ya que con su maestra no pasaba lo mismo. A la par de que la señora me explicaba, contestaba el teléfono, buscaba las llaves del auto en su bolso, se arreglaba el cabello y trataba de enviar un mensaje. Cuando al fin me dio la oportunidad de darle una explicación respecto de lo que pasaba con su hijo, se disculpó repentinamente, ya que debía salir a atender un asunto. Prometió volver o mandarme un correo para continuar con la plática, sin embargo, aún sigo esperando saber de ella.

Esta experiencia me dejó pensando en todas aquellas cosas que como adultos hacemos y que afectan el desarrollo de los niños, alterando inclusive su capacidad de aprendizaje. Los problemas de conducta están relacionados con necesidades que no han sido satisfechas, por tanto, el niño busca llamar la atención.

En este sentido, sugiero que si quieres que tu hijo te haga caso, te escuche y obedezca, es preciso que procures brindar atención a lo que dice o hace y mantenerte dispuesto a dedicarle tiempo, cuando él te lo solicite. A continuación te presento algunas cosas que puedes considerar hacer en casa, a fin de favorecer y desarrollar buenas conductas:

1. Observa a tu hijo y detecta dónde surge el problema de la pérdida de atención

¿Hay distractores a su alrededor? Elimina objetos que llamen su atención cuando se siente a estudiar. Proporciónale solamente los objetos que va a usar y evita, por ejemplo, los lápices decorados, las lapiceras o cajas de colores con imágenes o artículos escolares que pudieran servir como juguetes. Si observas que tu hijo se rehúsa a hacer algo, pregúntale el por qué y escúchalo. Observando y hablando con él encontrarás mucha información valiosa.

2. Mantén la casa ordenada y organizada

Es difícil permanecer concentrado en algo, cuando alrededor existen muchas cosas que evitan que haya un ambiente apropiado para la calma y la concentración. El orden exterior nos proporciona orden interior, así que establece rutinas con tus hijos. Por muy difícil que parezca, tanto a niños como a jóvenes les gusta el orden, ya que les brinda seguridad y certeza.

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3. Favorece momentos de estudio y de concentración

Pon algo de música suave, evita los gritos, proporciona un bocadillo nutritivo y mantente lejos para no interrumpir. Tal vez tu hijo necesita hacer pequeñas pausas para despejar la mente, moverse o simplemente descansar. No obligues a un niño a permanecer sentado por mucho tiempo, tal vez se concentrará mejor escribiendo en el piso, donde puede relajarse y sentirse cómodo.

4. Cuida tu lenguaje

Cuando gritamos solemos hablar demasiado rápido, sin mirar a los ojos y sin esperar respuesta, por ello, lo más probable es que nadie nos haga caso. Si estás en la cocina y le gritas a tu hijo que está en la sala o en el piso superior, las cosas no saldrán del todo bien. Los hijos desarrollan la llamada “sordera al padre”, debido a que con frecuencia hablar con ellos se traduce en horas y horas de escuchar una perorata sin sentido. Un niño pequeño pierde el interés de una conversación a los cinco minutos, así que no lo aburras si no quieres que más tarde te ignore totalmente. Brinda instrucciones sencillas, pídele a tu hijo que te las repita y entonces permítele hacer las cosas. Y, por favor: ¡no des discursos!

5. Habla con los profesores de tu hijo

Investiga si la falta de atención solo es problema de casa o si ocurre en todo lugar, acércate a los maestros de tu hijo y juntos trabajen sobre lo que observan. Con mucha frecuencia, lo que el niño necesita es consistencia en las normas, las reglas, los límites y las consecuencias de no respetarlos. En los espacios en los que al niño se le exige, éste obedece y respeta, mientras que en los que no hay exigencia, simplemente ignora toda norma. Cuando padres y maestros trabajan juntos, la única opción que el niño tiene es hacer lo correcto.

Finalmente, cuando de atención se trata, no olvides esta regla de oro: “No pidas, lo que no das”.

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Emma E. Sánchez

Pedagoga y Terapista familiar y de pareja. Casada y madre de tres hijas adultas. Enamorada de la Educación y la Literatura. Escribir sobre los temas familiares para ayudar a otros es mi mejor experiencia de vida.