60 mil mujeres mueren al año por esta razón, ¿estás protegiendo eficazmente a tu hija?

Este fenómeno constituye una verdadera amenaza para la vida y tranquilidad de miles de mujeres en todo el mundo. Entérate aquí de qué se trata y cómo puedes ayudar a combatirlo.

Mariana Robles

En un reciente informe elaborado por organismos no gubernamentales y con apoyo de la ONU, se establece que en el mundo cada año 60 mil mujeres pierden la vida en circunstancias violentas.

En México, por ejemplo, de 2007 a 2012 se cometieron 1 909 feminicidios comprobados. Esto pone a México con una tasa de 3.2 feminicidios por cada 100 mil mujeres, lo cual es mayor al promedio mundial. Esto es aún más impresionante cuando se le compara con otras cifras. Por ejemplo, la tasa de mortandad por cáncer de mama en México indica que en 2012 murieron por este padecimiento 5.2 mujeres (menores de 40 años) por cada 100 mil mexicanas; solo dos más que las mujeres víctimas de feminicidio. La violencia contra las mujeres crece como un verdadero cáncer social que mata a miles de mujeres y destruye la vida de muchas más.

¿Qué es un feminicidio?

La palabra feminicidio es un neologismo creado a partir del vocablo feminicide, en lengua inglesa. Con ella nos referimos al asesinato de mujeres solo por ser mujeres. Por ejemplo, una mujer que muere por un accidente automovilístico o por ser el desafortunado blanco de una bala perdida, muy probablemente fallece por causas que nada tienen qué ver con su condición de mujer. Por otra parte, cuando una mujer es asesinada por su esposo, quien considera que ella le pertenece, o bien aquella que muere a manos de alguien que la considera vulnerable por ser mujer, entonces hablamos de feminicidio.

Se trata de una realidad basada en la injustificable creencia de que las mujeres somos inferiores a los hombres, que valemos menos. Esto es tan absurdo como si de pronto decidiéramos que las personas con lunares en el rostro valen más que aquellas que no los tienen y que, por tanto, cualquiera que tenga al menos un lunar en el rostro puede matar a quienes ninguno tienen.

El feminicidio es -evidentemente- mucho más complejo que este ejemplo, pues no es algo que se decida “de pronto”. Como sociedad, a lo largo de muchas, muchas generaciones hemos educado a hombres y mujeres en la convicción de que las mujeres valen menos, tienen capacidades inferiores (sobre todo porque son muy “hormonales”) y, por tanto, no merecen los mismos derechos que los hombres.

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Lo más grave es que trasmitimos esas ideas sin darnos cuenta. Así educaron a nuestros padres y así educamos a nuestros hijos. Y lo hacemos a diario, de muchas maneras. Una de ellas es fortaleciendo estereotipos de género, mismos que a su vez producen violencia y desigualdad. Así planteado puede parecer que no hay remedio, pero en realidad hay mucho que tú puedes hacer y una buena forma de empezar es revisando la educación que das a tus hijos. A continuación te doy algunos ejemplos confiando en que te ayudarán a encontrar las cosas que debes cambiar en casa, a fin de construir -junto a muchos más- un mundo donde tu hija no enfrente cada día un peligro mortal:

1. “Hija, atiende a tu hermano”

Es cierto, atendemos y procuramos gustosos el bienestar de aquellos a quienes amamos. Pero una cosa muy diferente es que enseñemos a nuestras hijas que es “su deber como mujeres” atender a otros. Si te descubres haciendo esto, puedes corregir invirtiendo la fórmula: enseña también a los varones a atender las labores domésticas y procurar bienestar a las mujeres de la familia.

Cuídate de no plantear esto como una ayuda que ellos les brindan a ellas, pues refuerzas el estereotipo de que las labores domésticas y de servicio le corresponden por naturaleza a las mujeres, y ellos solo las ayudan. Lo mismo aplica para ti y tu pareja: cuando él saca la basura, cambia pañales y cocina el desayuno, no está ayudándote en las labores femeninas: está colaborando al mantenimiento de una familia que también es su responsabilidad y privilegio.

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2. “¿Para qué estudias? ¿Acaso no te piensas casar?”

Aunque es cada vez más común ver las aulas de las universidades repletas de mujeres, lo es también que ellas deserten porque se van a casar o se convirtieron en madres. Esto nos habla de una fractura que socialmente construimos entre la vida profesional de las mujeres y la familiar o conyugal. En los hombres es al contrario: se espera que si un hombre desea casarse, debe estudiar o tener un empleo estable para ser buen proveedor. Así, construimos la idea de pares complementarios que no tienen qué ver con la naturaleza de unos y otros, sino con las funciones que asignamos a hombres y mujeres.

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Procura no transmitir estos estereotipos a tus hijos. Si en tu hogar esta división de responsabilidades es lo que funciona, cuídate de nunca presentarla y asumirla como una obligación o deber natural, sino la forma en que ustedes han decidido vivir.

3. “Si te vistes así, no te quejes si te faltan al respeto”

Esta es una de las formas más comunes en que reproducimos la violencia: justificamos la agresión a las mujeres bajo la idea de que ellas se lo buscaron. Esto es falso y muy injusto. Nada hay que una mujer pueda hacer (su forma de vestir, los lugares que visita, etcétera) que justifique que alguien la violente. Una joven en minifalda no provoca a un hombre para que la agreda: lo que provoca que un hombre haga eso, es justamente la idea de que las mujeres valen menos y pueden tomarse en cualquier calle, como si fuesen un objeto.

No reproduzcas estas ideas en casa: enseña a tus hijas que nadie tiene derecho a hacer algo que ellas no aprueben y que, si ocurre, no es su culpa, en ningún caso. También enseña a tus hijos que ellos nunca tienen derecho a incomodar y agredir -física o verbalmente- a ninguna mujer, sea quien sea y vista como prefiera.

Existen muchas formas más en que reproducimos estereotipos que fomentan y legitiman la violencia contra las mujeres. Aquí te he presentado solo unas pocas, pero te invito a que lo reflexiones con tu familia. Juntos podrán identificar muchas más que están presentes en su vida cotidiana y que deben combatir. Juntos podemos vencer esta amenaza de muerte para nuestro género, este mal que parece anunciar la decadencia de nuestra especie.

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Mariana Robles

Mariana Robles es maestra en psicología social. Actualmente vive en México y se dedica a la docencia y la investigación.