Adolescentes agobiadas, madres desesperadas
Es casi una niña y vive llena de malestares y preocupaciones. Llora a menudo, grita, se enoja por todo y también a veces ríe sin parar. ¿Habrá forma de acabar con esto?
Marta Martínez Aguirre
Rebeca tiene doce años. Vive con dolor de cabeza y a veces no tiene deseos de alimentarse. En ocasiones siente molestias estomacales y a menudo está irritable. Su ansiedad crece día a día, le resulta imposible relajarse y no puede controlar su enojo. No acepta nada de sí misma y se ha vuelto negativa. Rebeca tiene estrés. Ese ha sido el diagnóstico del médico. Adela, su madre, no puede creerlo. “¡A esa edad yo era tan feliz!”, comenta asombrada.
El estrés mal manejado puede llevar a que se presenten síntomas depresivos, ansiedad, ataques de pánico y otras dolencias. Afrontarlo con sabiduría es vital. En principio, debes saber que el estrés en los adolescentes puede ser provocado por múltiples factores:
Altibajos de emociones
Por momentos la verás estallar de alegría y a los pocos minutos pasar a un estado de tristeza profunda porque su blusa se manchó justo antes de salir de paseo.
La menarca
Para algunas jovencitas, la aparición de su primer periodo puede ser muy difícil. En teoría, puede que tu hija este preparada para la llegada de la menstruación, pero la vivencia de este proceso puede provocarle angustia y sentimientos de vergüenza o desamparo. Algunas adolescentes tienden a aislarse y sienten una profunda necesidad de que esos días pasen volando.
Los pares
Durante la adolescencia, la mayoría de las jóvenes se enfocan en formar parte de un grupo de amistades. Muchas veces, incluso, irán en contra de sus propios principios con tal de sentir que son parte de un equipo o grupo de amigos.
Un cuerpo que cambia
Muchas adolescentes experimentan los cambios físicos sin mayores contratiempos. Sin embargo, hay algunas jovencitas que pueden llegar a esconderse o sentirse avengonzadas. El vertiginoso cambio corporal puede causarles inseguridad y desestabilizarlas emocionalmente.
Nuevos roles
Si bien la mayoría de las veces tu hija desea que la trates como adolescente, en otras ocasiones necesitará que la trates como una niña pequeñita. Pasar a ser “grande”, puede ser motivo de mucho estrés, dado que aún no ha alcanzado su autonomía emocional y económica. Por ello, tendrás que convivir con una niña mimosa, en ciertas oportunidades, y en otras será una adolescente llena de energía que se opondrá a tus ideas.
¿Cómo ayudarle a manejar el estrés?
Acepta que tiene estrés
No creas que es sólo un estado de ánimo o que quiere llamar la atención: acepta sus síntomas y ayúdala. Emocionalmente es frágil, aunque sea más alta que tú o su cuerpo sea exuberante. Todavía necesita aprender a controlar sus emociones y encontrar un equilibrio en sus sentimientos.
Tengan expectativas realistas
Ayúdala a que tenga metas y expectativas de acuerdo a sus capacidades y talentos. De lo contrario, puede sentir que no rinde lo suficiente y esto aumentará el ciclo del estrés. También como madre, sé realista: no le exijas más de lo que ella puede alcanzar y no intentes vivir tus sueños frustrados a través de ella.
Déjala dormir
La mayoría de los padres se angustian cuando su hija adolescente duerme demasiado. Lo cierto es que muchos jóvenes no duermen lo suficiente para que su cuerpo se reponga del desgaste cotidiano. Ayúdala a organizarse en su itinerario y a planear bien sus actividades de modo que dormir sea parte de su agenda diaria. Una pequeña siesta puede permitirle recobrar energías.
Fometa la escritura terapéutica
Para muchos adolescentes, llevar un diario o escribir poemas puede ser de gran ayuda. La escritura es terapéutica, permitirá que tu hija exprese sus sentimientos y, con el paso del tiempo, pueda ir viendo los cambios en su personalidad y sus logros.
Tengan momentos de diálogo
Busca espacios para mantener un diálogo fluido y edificante con tu hija. En ocasiones, puede que ella no desee comunicarse; acepta sus silencios y sólo siéntate a su lado para abrazarla. Dialogar de las cosas que le suceden le ayudará a liberar sus emociones y vivirán momentos donde el lazo madre-hija se vuelva estrecho y gratificante.
Practiquen técnicas de relajación
Puede ser muy provechoso que le enseñes a relajarse utilizando la respiración abdominal y técnicas de relajación muscular. La práctica de algún deporte, clases de meditación o de danza pueden ayudarle a disminuir su estrés. Sin embargo, debes estar pendiente de que esa nueva actividad no le genere más presión.
Ratos de ocio
Es necesario que tu hija tenga actividades recreativas y momentos placenteros. El teatro, cine, asistir al estadio, a shows musicales, conciertos, ir de compras o tomar un delicioso helado pueden ser actividades que le ayuden a disminuir la tensión. Compartir momentos como estos también hará que se fortalezcan los vínculos familiares.
No a la cafeína
En lo posible, evita que consuma bebidas que contengan cafeína, ya que esta sustancia contribuye a aumentar sentimientos de ansiedad y agitación.
Pon el ejemplo
Si tu hija ve que estás estresada, será más difícil que puedas ayudarle a controlar su propia tensión. Ella te observa y actuará del modo en que tú lo haces, a partir de lo que ha aprendido a lo largo de su vida a tu lado. Por eso, procura tú misma aprender a manejar las tensiones y ríe tan a menudo cómo puedas.
Ensayen situaciones que le causan estrés
Pueden practicar aquellas cosas que la ponen nerviosa, como dar un discurso frente a sus compañeros, por ejemplo. Así le ayudas a sentirse más preparada y aprenderá que puede enfrentarse con éxito a esas situaciones.
Ayúdale a reafirmarse
Procura ayudarle a erradicar pensamientos negativos sobre sí misma y a sustituirlos con ideas positivos. “Mi vida es un desastre” se puede convertir en “Ahora me siento sin esperanzas, pero mi vida mejorará si yo trabajo para ello”.
Combatir el estrés puede ser muy difícil para un adolescente, pues muchas de las herramientas para controlarlo están apenas construyéndose. Por suerte, tú estás alli, para ayudarle. No entres en pánico con ella, ¡relájate y ayúdale a vencerlo!
El punto de vista del autor no necesariamente representa la opinión editorial