Ajusta tus expectativas, sé mejor madre
Como madres, a veces nuestras expectativas son inalcanzables. Sin embargo, cuando nos armamos de información éstas se pueden ajustar y, como resultado, podemos educar mejor a nuestros hijos y disfrutar más de nuestro rol.
Denhi Chaney
Recuerdo la primera vez que tuve tal pensamiento; mi hijo tenía poquito más del año cuando hizo un berrinche que duró más de diez minutos y en medio de tal caos pensé: “Él debería de calmarse, o por lo menos yo debería de saber cómo calmarlo”. El debería, es una palabra tan sencilla, pero que cuando la usamos con frecuencia nos encontramos frustradas, pues ese debería nos hace sentir como un total y pleno fracaso. Muchas veces la decimos en voz alta, pero la mayoría de las veces es un pensamiento; pero uno tan fuerte que nos encontramos pensando en el “debería” cuando la realidad es que nuestras expectativas no son racionales.
Cuando nos decimos: “debería” con respecto a nuestros hijos, en realidad estamos expresando de forma implícita nuestra expectativa hacia nuestros hijos y hacia nosotras mismas como madres. La mayoría de las veces esta expectación es alta, casi inalcanzable. Quiero dejar claro que no quiero decir que nuestras metas no deben de ser altas, sino que no deben ser tan altas, que terminemos llorando porque nunca la alcanzamos –o porque nuestros hijos fallan en alcanzarlas. La buena noticia es que estas expectativas son flexibles y cabe en nosotras cambiarlas; esto se consigue fácilmente cuando, por ejemplo, contamos con más información. Con ello, nuestras metas se vuelven racionales y alcanzables, al mismo tiempo que el “debería” disminuye o desaparece de nuestro léxico, pues sabemos bien que toma tiempo aprender. A continuación te presento algunas situaciones en donde, si ajustas tus expectativas, el sentirse como un fracaso disminuye de forma drástica.
Como madre, yo debería saber qué hacer en cada situación
Esta es quizás la noción más común y tal vez de las más dañinas. Por alguna razón, llegamos a pensar que por el hecho de ser sus madres deberíamos de saber qué hacer y qué decir; pero hay que aceptarlo: la mayoría del tiempo no lo sabemos: aprendemos conforme nuestros hijos crecen. Es irracional –aunque en el momento no lo parezca– pretender saber qué hacer a todo momento cuando no tenemos experiencia con cada nueva situación, y cuando el escenario resulta similar tampoco podemos hacer lo mismo porque cada uno de nuestros hijos es diferente y lo que funcionó con uno, no funciona con otro. Lo bueno es que nuestros hijos no necesitan de perfección, tan solo nuestro mejor esfuerzo y la humildad de aceptar cuando nos equivocamos; por lo tanto, te recomiendo no pensar que “deberías” de saber sino aceptar que a veces no sabes pero estás aprendiendo, y recordarte que lo que sí sabes, es que amas a tus hijos. Y por el momento eso es suficiente.
Mi hijo de dos años debería controlarse
La etapa de uno a cuatro años de edad es de las más difíciles. No es extraño que nuestros hijos lloren por las provocaciones más mínimas y terminemos con nuestra paciencia agotada. En algún momento llegamos a pensar que nuestro hijo debería de saber controlarse, pero la realidad es que primero, el controlarse es una habilidad que se desarrolla y toma tiempo; y segundo, su cerebro no está desarrollado aún para poder obtener el control que tanto deseamos. El lóbulo frontal del cerebro, que es el encargado de manejar el control de las emociones, en ese momento no se ha desarrollado por completo. Por su parte la amígdala, que es la responsable por las reacciones de enojo y satisfacción, está muy desarrollada. En otras palabras, nuestros chiquitos se conducen por instintos y están aprendiendo a controlar los mismos; de esta forma, cuando empieces a perder la paciencia, recuérdate que así como tú, él también está aprendiendo.
Mis adolescentes deberían de querer compartir sus emociones conmigo
La etapa de la adolescencia casi siempre es complicada. Uno de los grandes enigmas es la forma en que estos adolescentes demuestran —o dejan de demostrar— sus emociones. Como padres, llegamos a asumir que el querer compartir éstas “debería” de ser lo más normal de este mundo; y, aunque sí puede ser normal el hacerlo, no siempre es fácil. El identificar y luego compartir o explicar lo que uno siente, es una habilidad que se enseña, se practica y se desarrolla. Te recomiendo que pienses si tú misma has desarrollado esta habilidad, pues uno no puede educar lo que uno mismo no sabe hacer; si descubres que no sabes, no es tarde para aprender. Tus hijos te lo agradecerán. Así, ten paciencia en la forma en que se toman su tiempo en reconocer y luego expresar lo que sienten. Si tienes un hijo, te recomiendo que estés haciendo una actividad física mientras intentas conversar, pues para ellos es mucho más difícil simplemente sentarse y hablar de sus emociones.
Mis hijos adolescentes deberían de tomar mejores decisiones
De la misma forma en que tu chiquito de tres años está aprendiendo a controlarse, tu adolescente está aprendiendo a usar su lóbulo frontal, que aún no está completamente maduro, pero que va en camino. Sí, leíste bien: tu hija de dieciséis años aún no tiene el mismo cerebro que tú, pero este es el tiempo en donde lo está ejercitando, así que tu papel es el de orientarla para que tome las mejores decisiones posibles. Sin embargo, cuando ella llega a tomar algunas malas decisiones, esto no implica que has fallado como madre, sino la confirmación de que aún tiene mucho por aprender. Y tú estarás ahí en cada paso.
Aunque he proporcionado tan solo cuatro situaciones, este principio aplica a muchos más. Infórmate de fuentes adecuadas sobre el desarrollo no sólo biológico, del que hablo en estas palabras, sino también del más importante: el emocional. La información es una verdadera arma para bien en tu desarrollo como madre. El “debería” no existe cuando tenemos suficiente información y cuando procuramos tener la voluntad para ver las cosas de forma distinta. Ante todo ten compasión de tu propia curva de aprendizaje, ya que si ajustas tus propias expectativas, no solamente serás mejor madre, sino que disfrutarás del proceso con más entusiasmo.
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