Cada día se encarece más ese tan necesitado autodominio

El mundo te invita a perder el control de tus emociones, tal vez sea hora de que analices que te impide vivir este valor. Cada día se encarece más ese tan necesitado autodominio. Cómpralo y ejércelo en tu día a dí

Marta Martínez Aguirre

El frío horada la piel, la noche silenciosa cae y David está en aprietos: él y sus hombres se esconden entre las peñas más escarpadas. La humedad se mezcla con la indignación. Errante de cueva en cueva, no hace otra cosa que aferrarse a Dios y canta desde los más hondo de su ser: “Este pobre clamó, y le oyó Jehová, y lo libró de todas sus angustias” (Sal 34:6). Realmente esta escena nada tiene que ver con la de Goliat. El orgullo y los celos de Saúl son un gigante que no está en su capacidad dominar, y no se vence de un hondazo. Por causa de esos sentimientos injustificados, ahora David es un fugitivo.

Sé que muy probablemente tendrás deseos de que alguien pague por el dolor que tú sientes en este momento; que la rabia penetra en tus oídos y te dice que devuelvas mal por mal, “ojo por ojo, diente por diente”. David padeció por injusticias equivalentes a las que tú padeces, pero no fue el derribo del gigante lo que lo hizo grande ante los ojos de Dios, sino que fueron sus actos de bien frente a tanto mal rodeándolo hasta el abismo.

Cuando Saúl supo dónde se escondía David con sus hombres, quiso ir a buscarlo para descargar su cólera. Sin embargo, hasta los reyes tienen dolor de barriga. De modo que no tuvo más remedio que meterse en una de las cuevas y hacer sus necesidades. Imagínate la escena, el rey de pantalones bajos (bajados), ¿puedes sentir su vulnerabilidad? Su garganta está en las manos de David, que permanece inmóvil a unos metros de él. No hay mejor oportunidad que esa.

Eres enfermera y te llaman de noche a socorrer una emergencia: la mujer que yace inconsciente a tus pies es aquella que una vez estuvo a punto de huir con tu marido, mientras estabas embarazada.

Eres bombero voluntario, suena la alarma y sales a hacer tu tarea: la casa que arde es la de tu ex jefe, aquel que te dejó sin trabajo en el mismo momento en que tu hijo pequeño fue diagnosticado con leucemia.

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Sí: La vida siempre te entrega a alguien con los pantalones abajo

Puedes cerrar el puño, apretar los dientes, tomar el cuchillo y actuar. Pero también puedes seguir el ejemplo de David, quien se acercó con cautela y se limitó a cortar tan solo un retazo. Fue una señal, una forma de decirle: “He tenido la oportunidad de acabar contigo, pero escogí controlarme”. Con esa elección David decidió experimentar la paz: “Apártate del mal, y haz el bien; busca la paz, y síguela” (Sal 34:14), antes que perder el autodominio.

A Dios le encantan los retazos, porque ellos reflejan tu capacidad de doblegar el Yo y hacerte humilde. Si haces memoria podrás recordar a la maestra que te humillaba, al vecino que pinchaba tu pelota cuando caía en su patio o cochera, a la tía que siempre te regalaba a ti un par de medias, mientras que a tus primos les daba paquetes maravillosos. No siempre es grato mirar la colcha de retazos que has obtenido a lo largo de tu vida, pero dentro de ti sabes que ha sido la mejor elección.

Puedes vencer el deseo de venganza, con el autodominio

Este mundo te grita que tomes el cuchillo, que te acerques por atrás y vayas directo al cuello. Si miras bien, David pudo hacerlo, porque tuvo a Saúl a unos metros. Su gesto entonces sus hombres no lo comprendieron, seguramente el muchacho ovacionado por multitudes había perdido la cordura: frente a sus narices tenía la oportunidad de acabar con tanto avasallamiento, y no lo hizo. David ya no era un muchacho que llevaba una honda en la mano, era un hombre con el corazón de Dios. La mente de David solo tenía un cartel luminoso que tintineaba un osado mensaje: “Jehová me guarde de hacer tal cosa” (1 Samuel 24: 6).

¿Puedes ser capaz de tener ese mismo mensaje en tu mente ante la tiranía de otros? ¿Permites que tus impulsos dominen tu carácter? ¿Afrontas con serenidad tus adversidades y eres paciente? ¿Puedes ponerte en el lugar del otro y comprender quizás algo que no anda bien con esa persona? ¿Eres tolerante aún con los pequeños desacuerdos con tus hijos? ¿Te descontrolan las fricciones en tu trabajo? Ejerce tu autodominio, no dejes que los impulsos te ganen, de lo contrario, es posible que la descarga emocional de hoy sea un crimen mañana.

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Marta Martínez Aguirre

Marta Martínez es de Uruguay. Posee una licenciatura en Psicología, y un posgrado en Logoterapia. Ama todo lo que hace y adora servir. Es especialista en atención psicológica domiciliaria. Contacto: