Cómo criar hijos buenos y felices (segunda parte)
Hemos hablado de la diferencia entre castigo y disciplina. Ahora te comparto algunos consejos sobre cómo educar a los hijos con disciplina y amor, mucho amor.
Oscar Pech
En la primera parte de este artículo que puedes encontrar aquí hablamos sobre la diferencia entre castigo y disciplina. Ahora te comparto algunos consejos que aprendí en mi propia experiencia sobre cómo educar a los hijos con disciplina y mucho amor.
Hay muchas maneras de ver la educación. Para muchos, educación implica simplemente “vaciar” información en el interior del alumno o del niño. Para otros, implica sacar algo que de alguna manera ya está en el interior del alumno. Por mucho tiempo hubo una doctrina que predominó en la educación. Recibía el nombre de _Conductismo._ Una de sus variantes pregonaba que no hay un alma o conciencia en el interior del hombre y que, por lo mismo, la educación era simplemente efectuar un cambio en la conducta exterior del individuo. Ese cambio de conducta, esa enseñanza, se lograba mediante premios, cuando el niño se comportaba como el adulto deseaba, y castigos, cuando desobedecía. De alguna manera, educar de manera conductista, es creer que hay algo en el interior del niño que estorba para su educación, y hay que romperlo mediante castigos o sobornarlo mediante premios. Ese “algo” en realidad se llama voluntad, o albedrío. El peligro de usar castigo en vez de disciplina es que por lo general sólo se le dice al niño lo que hizo mal, pero no se le explica por qué es indebido, ni lo que debería haber hecho en cambio. Eso hace que muchas veces el castigo no tenga ningún sentido para el niño o, en todo caso, él tenga que deducir qué fue lo que hizo mal.
Por otra parte, usar adecuadamente la disciplina no sólo le enseña al niño cómo actuar sino, lo que es mucho más importante, el por qué es que se espera que haga o actúe de cierta forma, de tal manera que sus acciones tengan un sentido para él y él mismo vaya forjándose un modelo del mundo y elabore un sistema propio de valores. La disciplina no tiene tanto que ver con premios y castigos, sino más bien con poner límites. Muchas veces basta con que los padres aprendan a decir una palabra de dos letras cuando sea conveniente: “no”. Y eso ayudará al niño a sentirse bien consigo mismo, a corregir sus errores y le ayudará a tomar responsabilidad de sus acciones.
Claro, si desde que son bebés aprenden que quien tiene las riendas firmes en la mano son los papás, desde siempre sabrán que “no” es “no”. Y “no” puede ser muy firme y cariñoso. Pero si tus niños ya son mayorcitos, o adolescentes, va a ser cada vez más complicado que entiendan que “no”, no es negociable. Pero nunca es tarde para hacerles entender que son menores de edad y que los adultos deben decidir en algunas cosas por ellos.
Por lo mismo, la disciplina tiene que ser acompañada con reglas claras y límites precisos, los cuales tienen que ser explicados para que puedan ser entendidos por los hijos. Nunca hay que terminar la explicación sin antes preguntar si han entendido, e incluso es buena idea pedirles que después ellos repitan el concepto con sus propias palabras. Eso dará la pauta de si han internalizado bien cuál es el límite que no pueden pasar. Nada bueno puede crecer en el desorden, y la disciplina ayuda a estimular a los hijos a tener metas concretas, a que sean felices con lo que hacen y luego a tener éxito en su trabajo o estudios.
La ausencia de castigo hace que los hijos crezcan sin orden ni concierto. El exceso de castigo hace que crezcan con miedo a la vida, o aprendiendo a ocultar y fingir bondad; a vivir una doble vida. La disciplina, por su parte, ayuda a que crezcan sin temor a fracasar. Es decir, se parte de la idea de que en la educación muy rara vez algo va a salir bien al primer intento:habrá algunos fracasos y hay que aprender a convivir con una derrota para luego levantarse y seguir experimentando con una actitud positiva para lograr el éxito, pero con paciencia, perseverancia y siempre explicando el por qué de las cosas, nuestros hijos podrán tener la convicción que se requiere para lograr los resultados que pensamos.
Ahora, si me permites, te comparto algunas cosas que me ayudaron a mí como padre para educar a mis hijos en su momento:
Aprender a decir “no”
Muchas veces la disciplina implica simplemente decir “no” en el momento oportuno, y mantenerse firme. Cuando el hijo aprende que los papás no cambian de opinión cuando el niño hace una rabieta (berrinche), la relación padres-hijos pierde mucho de esa lucha de poderes.
Explica siempre el por qué de las cosas
Cuando tu hijo sabe por qué es correcto hacer lo correcto, y por qué es inadecuado hacer lo incorrecto, por naturaleza él mismo va a buscar hacer y defender lo correcto.
Debe haber consecuencias
El que no haya castigo no quiere decir que no haya sanciones a conductas indeseables, o recompensas cuando hacen lo que esperamos de ellos, pero eso es consecuencia de sus acciones: la buena educación hace que los niños no actúen movidos por el miedo o por la obtención de un premio.
Responsabilidad de los hijos
Cuando haya necesidad de una sanción, es buena idea permitir que tu hijo sea en buena medida quien decida qué sanción se merece. Eso le ayudará a ser responsable.
Nunca tires “cañonazos”
Es decir, nunca pases de la nada a una sanción ejemplar. Trabaja siempre con disciplina escalonada.
Todo por amor, nada por la fuerza
Parafraseando unas sabias palabras: “Ningún poder o influencia se pueden ni se deben mantener en virtud del ser padres de familia, sino por persuasión, por longanimidad, benignidad, mansedumbre y por amor sincero, por bondad y por conocimiento puro, lo cual ennoblecerá grandemente el alma sin hipocresía y sin malicia…”
Importa más el ejemplo que las palabras
Nunca lo olvides como padre “tus acciones siempre hablan tan fuerte, que tus hijos difícilmente escucharán tus palabras”.
Nunca reprendas más allá de tu capacidad para sanar
Por último, te comparto el más importante de los consejos: A veces es necesario ser duro. A veces hay que llorar a escondidas para poder ser firme, pero más importante que la disciplina es tu relación con tus hijos. Bajo ninguna circunstancia, nunca, nunca, nunca: Nunca reprendas más allá de tu capacidad para sanar.