Cómo enseñar a los hijos a aceptar con ánimo parejo la derrota o las palmas.

Ante las distintas situaciones que la vida nos presenta, siempre es importante tener en cuenta, que hay que ser buen ganador y buen perdedor.

Arturo Leonardo

De toda experiencia que vivimos, podemos sacar grandes aprendizajes. Y vaya que el mundial de Brasil 2014 dejó grandes enseñanzas no sólo en lo deportivo, sino también en lo humano. Yo creo firmemente en que si más personas vieran las bondades del deporte y no únicamente el negocio, entonces podríamos ser definitivamente mejores personas.

Durante estas semanas de competencia, el mundo del futbol y yo nos dimos cuenta que no hay invencibles. Pese a que el demonio del dinero parece estar cada vez más al interior de esta bella disciplina, todavía existen actos de pureza deportiva que me siguen haciendo creer en él.

Probablemente hasta este punto digas: “¿bueno, a qué se refiere?”. Seguramente te habrás enterado de la tremenda paliza que la selección de Alemania le recetó a la siempre ganadora escuadra de Brasil.

Alemania le ganó 7 goles contra 1. ¡Un resultado histórico! Brasil, que es la única escuadra que ha jugado las 20 copas del mundo y ganado cinco de ellas (el máximo ganador), nunca había recibido una felpa de esas magnitudes. Fuera de los problemas por el dinero utilizado en la construcción de estadios (que es otro tema), a los fanáticos brasileños se les hizo creer que su equipo sería campeón.

Creer que algo es mío sin hacer nada

Me detengo en este último punto, eso de “se les hizo creer” responde a un par de factores: mediáticos y de costumbre. Por supuesto que con todas las noticias que se mueven alrededor de la copa, las declaraciones de jugadores y demás situaciones, los fanáticos estaban “seguros” de que ese título sería suyo.

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Lo reitero: Brasil es un ganador nato, se levantaron de perder el mundial de 1950, curiosamente también en su país, y entonces se mostraron como el equipo más alegre para jugar, el que goleaba y jugaba bonito, muchos fanáticos de este entonces nacieron cuando Brasil ya era un ganador.

¿Cómo está relacionado esto con la familia?

Piensa en tus hijos o en tus hermanos pequeños. ¿Tienen más o menos cosas que tú tuviste cuando eras niño? Lo más importante es que tengan el cariño que a ti te dieron (o no). Pero entonces, pregúntate: ¿ellos están acostumbrados a ciertas carencias?

Durante el partido de Brasil ante Alemania, la estrepitosa derrota fue tal que miles de personas estabamos atónitas en el televisor y muchas más en el estadio. Cómo era posible que el máximo ganador perdiera de esa forma, un pequeño estaba bañado en llanto, no podía creer lo que sus inocentes ojos estaban viendo, a él le prometieron que eran los mejores.

Cuando Holanda perdió ante Argentina en penales la semifinal, el hijo de Arjen Robben no pudo contener las lágrimas por la derrota, su padre, sabio, fue a consolarlo. A explicarle que ese no fue su día.

Vi esa imagen y me enterneció. Me pregunté: “¿Cómo le explico yo a mi hijo cuando me vea perder en algo, o cuando a él le toque caer vencido?” La respuesta fue tal y como es, con todas sus letras: No existe ganador sin el perdedor y este último debe ser homenajeado.

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A los niños tenemos que enseñarles que por cada victoria habrá una o 100 derrotas. Dolorosas, sí, pero siempre tienen que ser vistas como una oportunidad.

Nunca dejes de explicarle a tus hijos, o a cualquier joven que tengas a tu alrededor, inclusive a los adultos, que la soberbia no debe existir: para ganar debes primero animarte a competir: en el trabajo, en la escuela, en mejorar tu condición física. Pero no siempre se gana, la humildad se trabaja a partir de las derrotas.

Cuando en 1950 Brasil perdió la copa que pensó ya tener en las manos por ser locales, hubo un niño que vio llorar a su papá y le dijo “Deja llorar, yo voy a ganar la copa para ti y para Brasil”, ese niño se llama Edson Arantes Do Nascimento, y le dicen “Pelé”.

Cuando a ti o a tus hijos les toque perder, siéntanlo, dénse un abrazo y recuerden que mientras haya vida, hay oportunidades. Como dijo Jorge Luis Borges en su “fragmentos de un evangelio apócrifo”: “Felices los valientes, los que aceptan con ánimo parejo la derrota o las palmas.” Nunca dejes de celebrar tus victorias, pero no pierdas el piso. Y recuerda las veces que te caíste, enséñale eso a tus hijos, que el triunfo no se merece, se gana.

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Arturo Leonardo

Comunicador fanático de sus hijos a quienes les relata día a día sus aventuras de música y deportes, gusta de leer lo que se cruce en su camino, piensa que el acto más revolucionario que puede existir es el de reír.