Cómo puede perdurar el amor en una cultura de lo efímero y lo instantáneo
¿Cuál es la clave para que el amor se sobreviva en medio de una cultura de obsolescencia, de lo superficial, lo efímero y lo instantáneo?
Elizabeth González Torres
Si el amar fuera una mera cuestión de asumir una postura que hoy conservas y mañana cambias si te has cansado; si el amor verdadero tan solo consistiera en posar como cuando nos van a retratar o a fotografiar, ¿sería el amor tan duradero como la eternidad de las personas?
La fragilidad de una sociedad que se ha visto impactada por las máscaras de lo efímero y lo instantáneo ha venido fungiendo un papel debilitador en las relaciones interpersonales de todo tipo. Sobre todo, en las de pareja. Perdura el amor sin poses en este mundo de lo efímero y lo instántaneo.
¿Ser o aparentar?
Pareciera que hoy hablar del amor en el noviazgo o el matrimonio es como narrar un desfile de modas, donde, al parecer, todo radica en salir a mostrar la mejor cara y pose. La mayoría de las personas, al enamorarnos, buscamos enseñar las mejores cualidades que tenemos. Nos preocupamos demasiado por ser la mujer o el hombre “perfecto” a la vista de quien queremos, sin darnos cuenta de que, en algunas ocasiones, en el afán de querer ser lo mejor, terminamos fingiendo ser algo que no somos.
Por supuesto que es importante dejar ver a esa persona especial la parte más bella de nuestro ser. Ciertamente, la atracción y el enamoramiento se dan a partir de observar las cualidades más agradables que tenemos como seres humanos. Ser amables, alegres, con sentido del humor, serviciales, talentosos, inteligentes, bellos, etcétera, serán las primeras cosas que nos harán atractivos para los demás. Y es en el noviazgo cuando más agradables deseamos ser o parecer.
Quizás algunos podrían preguntarse qué de malo tiene esto. “¿A quién afecto por ser así?” Efectivamente, el afectado no es nadie más que uno mismo, por eso, en su mayoría, todos fingimos ciertas actitudes que no son propias o no mostramos algunas otras que nos son completamente inherentes. El ser desordenados, impuntuales, gruñones, olvidadizos y distraídos, son algunas características propias de nuestra esencia, que podemos llegar a ocultar bastante bien.
El amor también se cansa. Sin embargo, al arribar a la fase del matrimonio, o simplemente al desgastarnos de tanto aparentar ser algo que no todo el tiempo podemos ser, el amor que nos parecía tan intenso y verdadero comienza a cansarse de posar, procurando su postura natural.
Si supiéramos que dejarnos ver tal cual somos haría nuestra relación más fuerte, resistente y perdurable, con seguridad nos preocuparíamos menos por esconder nuestros defectos y malos momentos, permitiendo que nuestra pareja nos conozca al natural y sin posturas. Aceptar que esa persona a la que amamos y con la que hemos decidido compartir una etapa o toda nuestra vida, probablemente también no demuestre todo lo bueno y malo que lo integra como individuo, pero nos hará menos propensos a idealizar el amor como algo perfecto.
¿Cómo podemos hallar el camino que nos conduzca a un amor verdadero, que no tenga poses y que perdure? He aquí algunas propuestas para tener un amor tan terrenal e imperfecto como nosotros, pero con la mirada puesta en lo celestial y eterno:
1. Somos o no somos. Uno de los muchos sabios consejos que mi madre me ha dado es: “Eres o no eres, aquí y en todas partes”. Conformar una personalidad y una esencia con las que podamos presentarnos ante todas las personas que conocemos y en todos los lugares a los que vamos, sin tener que cambiar lo que verdaderamente somos, es el primer paso que debemos dar para encontrar esa clase de amor que no conozca los fingimientos y las posturas falsas. Recordar que lo natural siempre se allega a lo natural nos hará más libres y seguros de nosotros mismos.
2. Reconozcamos nuestros defectos como oportunidades de ser amados y transparentes. Al igual que nuestras virtudes y cualidades las imperfecciones son un recordatorio de que somos seres humanos; que así como pueden ser amados por sus aciertos, también lo pueden ser por sus desaciertos. Es curioso percatarnos de que, en más de una ocasión, nuestra pareja suele encontrar divertidos e incluso adorables aquellos momentos en que dejamos ver nuestros defectos, errores y descuidos. Porque la persona que realmente nos ame, aceptará y respetará lo que de verdad somos.
3. Busquemos una persona con la que podamos conversar, permanecer en silencio, reír, bailar, llorar y hasta imaginar sin prejuicios. Debemos procurar converger con un hombre o una mujer, según sea el caso, con quien podamos reírnos a morir tras un simple momento o comentario chusco; con quien podamos conversar por horas de nuestras vidas, de nuestros sueños, de nuestros gustos; con quien podamos bailar hasta cansarnos, si es que nos gusta bailar; llorar hasta sacar todo el dolor que tengamos; permanecer en silencio sin sentir incomodidad. Esa es la clase de personas con las que podríamos crear un amor honesto y duradero, que no requiera de ser perfecto para ser real.
4. Valoremos la naturaleza imperfecta de quien amamos. Veamos en las imperfecciones de quien amamos lo más sincero que nos pueden dar de sí mismos. Amemos y valoremos cada defecto que nos compartan consciente o inconscientemente.
5. No idealicemos el amor. El amor perfecto no existe y termina por cansar el amor verdadero. De modo que procuremos ser objetivos con nosotros mismos y con nuestra pareja, cuando tengamos cosas que mejorar. El amor siempre requiere de imperfecciones que corregir y corazones que alimentar.
En efecto, cuando entendemos que el amor puede llegar a ser eterno abandonamos la postura de una esencia que no es nuestra y le otorgamos, precisamente al amor, la licencia existencial de ser el mismo aquí y en todo lugar.