Cuando sepas por qué a las mujeres de 50 años les llaman “mujer bisagra”, vas a sentir respeto y gratitud por ellas
A la generación de mujeres entre los 50 y los 60 años se les llama la "generación bisagra". Sobre todo en estos tiempos. ¿Quieres saber la razón?
Camila Ignacia Gómez González
Mi madre pertenece a la “Generación bisagra”, esa que los expertos han comenzado a estudiar y que está integrada por mujeres de entre 50 y 60 años de edad, quienes deben equilibrarse entre dos mundos: cuidar a sus padres mayores y a sus hijos o nietos.
Cada vez es más común ver a mujeres jóvenes de la mano de sus nietos camino al jardín (kínder), pues ellas se han hecho cargo de su cuidado mientras sus padres, profesionales jóvenes, se encuentran en el trabajo. La decisión no es sencilla, pues esta etapa llega justo en el minuto en que ellas pensaban que el descanso ya se había instalado en sus vidas, y de repente han vuelto a los pañales, chupetes (chupones), mamaderas (mamilas) o bien por otra parte, y casi simultáneamente, han comenzado a procurar a los geriatras (médicos dedicados al estudio y cuidado de personas de la tercera edad), las preocupaciones de crear menús especiales y todo lo que conlleva hacerse cargo de generaciones diferentes, pero tan similares a la vez, por la dependencia de ambas. Y esas extraordinarias mujeres se hacen cargo de todo y de todos en la familia.
El caso de mi madre comenzó cuando mi abuela materna quedó cuadripléjica, y ella debió hacerse cargo sola, con el apoyo de mi padre, de todos los cuidados a pesar de tener tres hermanos más. La historia no fue corta, ni el sufrimiento de mi abuela y nuestro. Mi madre debía dividirse entre reuniones de padres, tareas escolares, quehaceres del hogar, marido, hijos y hospitales (por diferentes motivos recuerdo a mi abuela más en el hospital que en su casa). La tarea fue titánica, agotadora, pero enriquecedora para ella, pues mi abuela falleció en sus brazos y mi madre quedó con la conciencia tranquila de haber entregado lo mejor: amor, dedicación e incondicionalidad absoluta. Cosa que no todo hijo puede hoy afirmar con orgullo.
Con seguridad mi madre en ese instante pensó que comenzaría a gozar de su tiempo libre, pues mi hermano ya se había casado y yo ya tenía 15 años, por lo que no debía cargar con grandes preocupaciones respecto a nosotros, pero no fue así porque comenzaron a llegar los nietos, y es que al poco tiempo de casado mi hermano fue papá por primera vez. Mi madre se volvió loca, pero de amor. Cuando mi sobrino aún era bebé, fui yo quien se casó y a los dos años nació mi hijo, Santiago.
Desde ese minuto mi madre se convirtió en “mujer bisagra” de nuevo, pues ha sido mi apoyo incondicional, se preocupa de cuidar a mi hijo mientras estoy en la universidad. Y confieso que admiro su agilidad, paciencia para jugar, improvisar y hacer de cada tarde una nueva aventura. No sé bien qué sería de nuestros hijos si madres como la mía no nos apoyaran, seguramente tendrían que pasar largas horas en un jardín infantil o bien habríamos pensado muchas veces más antes de agrandar la familia.
Este artículo va dedicado no solo a mi madre, a quien tanto amo, sino a todas esas mujeres que han decidido postergar sus tardes con amigas, idas a la peluquería, noches de sueño reparador, tardes de manualidades o su teleserie favorita por entregar de forma incondicional y desmedida amor a dos generaciones completamente diferentes, pero que necesitan la misma cantidad de amor y cuidados que solo ellas pueden y son capaces de entregar.