Del silencio al monólogo, al diálogo. La importancia de escuchar a tu pareja
La soledad más dolorosa es la que se siente cuando sientes que a tu lado se acuesta cada noche una estatua humana, distante y fría. Esa distancia se puede eliminar cuando existe una comunicación eficaz de pareja.
Oscar Pech
Hace tiempo leía un artículo muy interesante sobre los resultados de una encuesta: se decía que una de las necesidades más grandes en nuestra sociedad es la de ser comprendidos, escuchados y atendidos. Lo interesante es que, por lo general, son esas mismas personas que dicen tener necesidad de ser escuchadas las que a su vez no escuchan, o no entienden lo que sus parejas les dicen. ¿Por qué pasa esto? Porque la comunicación se basa en varios principios. Por supuesto que estos principios aplican a nuestra relación con todos: hijos, amigos, colegas de trabajo, vecinos; pero en este artículo quiero enfocarlos en específico a la comunicación con tu pareja. Te comparto algunos, esperando que te sean de utilidad:
La comunicación es más que palabras
Hace casi medio siglo el doctor Albert Merabian descubrió que en realidad muy poco de lo que decimos, lo decimos con palabras. Es decir, cuando hablamos, sólo 7 por ciento de lo que decimos se transmite a través del contenido de nuestras palabras. El 38 por ciento está en el tono de voz, la entonación, nuestro ritmo al hablar, etcétera, y 55 por ciento es lenguaje corporal (los gestos, la manera en que movemos nuestro cuerpo, ademanes, posturas, entre otros). Y esto puede implicar dos grandes dificultades para comunicarnos: por una parte, el problema de expresar en realidad lo que queremos decir y, por la otra, el problema de entender lo que nuestra pareja quiere expresarnos. Para poder comunicarnos efectivamente tenemos que aprender a “leer” a nuestra pareja, más allá de sus palabras.
La falta de comunicación rompe la unidad de la pareja
Comprender lo que nos quiere decir nuestra pareja es vital en un matrimonio, porque cuando no sabemos entender lo que se nos dice con palabras, tono de voz o lenguaje corporal; o si no somos capaces de expresar lo que sentimos, entonces se crea un vacío interpersonal, que por lo general lleva a una crisis existencial. Permíteme repetirlo, porque esto es muy importante: el vacío entre las personas, y muchas de nuestras crisis, tienen su origen en la incapacidad de codificar y decodificar nuestras intenciones, y las motivaciones de nuestra pareja (una simple caja de chocolates, una tarjeta, un libro, pueden ser un gran halago, o una ofensa, depende de la persona que lo recibe y de la relación que mantenga con quien da el regalo). En palabras de Carl Jung: “La soledad no está determinada por la cantidad de gente que nos rodea, sino de la incapacidad de comunicar las cosas que nos parecen importantes”.
La empatía, un cimiento de la comunicación
Algo que nuestra sociedad —cada vez más fría y distante— ha olvidado es que lo que elimina el vacío interpersonal es la empatía, es decir, “el deseo o la habilidad de ponerse en el lugar de aquél que sufre”. La empatía es lo que nos hace estar cerca del chofer de taxi, del mesero y del pordiosero. Es lo que hace que no nos veamos a nosotros como seres humanos de primera, y a quien no es de nuestro grupo o nivel social como seres humanos de segunda. La empatía implica dejar de lado nuestro punto de vista y valores personales por unos momentos, a fin de entrar en el mundo del otro, libres de prejuicios, sin ideas preconcebidas. Es en realidad la única manera de comprender a nuestros semejantes. Es estar dispuestos a, aunque sea por un instante, apartarnos de nuestro propio yo, para poder comprender a nuestra pareja y tratar de indagar y entender por qué habla, piensa o actúa como lo hace.
Batallamos para comunicarnos por lo que aprendimos de niños
Según el doctor Manuel Marroquín Pérez hay ideas que guardamos en nuestro interior y que, de alguna manera, distorsionan nuestra percepción de la realidad. Si de niño fuimos objeto de engaños, de maltrato o de un trato bastante severo o injusto, de grandes creeremos que todo el mundo se acerca a nosotros solo para mentirnos, aprovecharse de nosotros, o que no nos merecemos. Lo malo es que muchas veces esas “lecciones” aprendidas en la infancia en realidad son distorsiones que nos impiden ver las cosas como en realidad son, y suelen permanecen ocultas incluso para nosotros mismos, porque las recibimos cotidianamente a lo largo de nuestra infancia; por lo que su existencia, racionabilidad y credibilidad nos parecen incuestionables. Hemos crecido y vivido toda nuestra vida creyendo que las cosas “son así”.
El principal impedimento para la comunicación está en nosotros mismos
Todos (unos más, unos menos) tenemos en nuestro interior esas “distorsiones cognitivas”, es decir, ideas que distorsionan la realidad tal como la percibimos. Alguna vez un jefe me dijo estas sabias palabras: “Nunca eres tan malo como crees, ni tan bueno como imaginas”. Y lo mismo se aplica a la manera en que vemos a nuestra pareja e hijos. Ellos son para nosotros algo que no son en la realidad.
Quien es dañado tiene miedo a hablar, tiende a creer que hablar no sirve, o hace daño. Nada más falso. Debemos dejar el silencio y pasar a un monólogo que no sea destructivo o distorsionador, para entablar entonces un diálogo pleno con nuestra pareja, que nos lleve a una felicidad permanente. En este artículo no te di una serie de consejos para comunicarte mejor con tu pareja: es mucho más importante que uno se dé cuenta de que algo anda mal, y qué es lo que anda mal. Yo estoy absolutamente convencido de que si alguien sabe “qué” hacer y, sobre todo, los “por qués” debe hacerlo, siempre encontrará muchos “cómos” que sean válidos y efectivos, pero todo, en buena medida, está dicho en las preguntas: ¿escuchas lo suficiente?, ¿escuchas con los ojos, los oídos y el corazón, buscando comprender? Si haces eso, en vez de buscar ser escuchado, seguramente estás en el camino de la buena comunicación.