Eres de gran valor para Dios. Él puede, y siempre está dispuesto a ayudarte

"¿Qué habré hecho mal? ¿Dónde me equivoqué?" A veces no hallamos solución para nuestras tristezas, dudas y desaliento. Lo cierto es que eres de Gran valor para Dios. Él puede, y siempre está dispuesto a ayudarte.

Marta Martínez Aguirre

Satanás es un experto en detonar mentiras. Hiroshima, Nagasaki, Chernóbil, no son nada cuando estallan mil acusaciones suyas dentro de tu mente. ¿Acaso no eres fiel y te está yendo tan mal? ¿Será que las ventanas de los cielos se han cerrado para ti? Un incendio en el hogar, un aviso de la hipoteca, una nota de cese del empleo, un hijo tras las rejas, un embarazo adolescente, una promesa rota, un cáncer que trepa por el cuerpo.

Como David, sólo atinas a decir: “Ten compasión de mí, Dios mío, ten compasión de mí” (Salmo 57:1) Mientras, tratas de rescatar tu fe de entre los escombros y miras la desolación con los ojos abiertos. ¿Qué habré hecho mal?, ¿dónde me equivoqué?, tristeza, dudas, amargura y desaliento son escenas que se proyectan en tu interior, en búsqueda de respuestas. Te atormentas y, como David huyendo de Saúl, buscas respuestas. Sin embargo como él, puedes encontrar todavía el aliento y la esperanza. Te ofrezco algunas ideas que quizás puedan ayudarte:

Testimonio personal

Cuando las adversidades estallan frente a ti, ¿en qué dirección corres? ¿Pones tus ojos en Dios, o te diriges hacia otro lado?. Desarrollar un testimonio firme en Dios, en esos momentos tan crueles, te permite aumentar tu fe y fortalecer tu confianza. En los momentos de desesperación, Dios te está estimulando a una confesión de fe sincera. Cuando reconoces Su control soberano, demuestras en quién pones tu confianza.

Eres hija de un Dios con sensibilidad

Hay un versículo en la Biblia que es el más corto y, sin embargo, es el que mejor te permite entender los sentimientos de Dios cuando tu corazón está desesperado. Dice: “Y lloró Jesús” (Juan 11:35). Hay sólo tres momentos narrados en todo el Nuevo Testamento en los que Jesús deja correr sus lágrimas: en Betania por la muerte de Lázaro, en el Getsemaní y en Jerusalén. Las lágrimas en Betania revelan que el Salvador entiende tu alma desgarrada, las lágrimas de Getsemaní revelan que entiende cuando no puedes más y las de Jerusalén revelan que entiende tus desencantos. Tu Dios no es de piedra: posee una sensibilidad que revela que, cuando estás destrozada, sabe lo que sientes y el modo de consolarte.

Dios nunca llega tarde

Sé que en ocasiones te preguntas por qué Dios se demora tanto, ¿es que su reloj posee unas agujas que corren de un modo distinto al acostumbrado? A simple vista, parece que en ciertas ocasiones anda atrasado, pero lo paradójico es que nunca llega tarde. Sin importar la situación que estés atravesando, Dios está en camino y lo que importa es si tú puedes verle.

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Eres valiosa vasija

En los tiempos bíblicos, el aceite era costoso. Se usaba para diversos fines: para ungir reyes y sacerdotes, para dar sabor en las cocciones, para encender lámparas y para untar como remedio en las heridas. Generalmente era preservado en vasijas, lejos de la humedad o el calor. Cuando estás atravesando momentos de agonía y dolor, Dios te toma como una vasija vacía. Una vez superada la crisis, tu testimonio es una luz para aquellos que están en oscuridad, es sanidad para las almas abatidas, es una unción para los apesadumbrados y es sabor que condimenta una vida insípida. Acéptalo: a veces necesitas tocar fondo, vaciarte en medio de las pruebas para luego poder servir y bendecir con tu ejemplo otras vidas.

Hay mil frases que Satanás detonará en tu mente, pero recuerda ninguna de ellas se encuentra en la biografía que Dios escribe para ti. Lo que para el mundo es desesperanza, para toda mujer de fe son señales de que Dios está llegando a las trincheras.

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Marta Martínez Aguirre

Marta Martínez es de Uruguay. Posee una licenciatura en Psicología, y un posgrado en Logoterapia. Ama todo lo que hace y adora servir. Es especialista en atención psicológica domiciliaria. Contacto: