¿Es posible salir de una relación destructiva?

Durante años Cecilia luchó por salvar su matrimonio, a pesar de todas las traiciones. Ahora ella está dispuesta a salir adelante sola. Descubre cómo.

Myrna del Carmen Flores

El día en que Cecilia se enteró que su esposo tenía otra mujer y otros hijos, fue el peor

. Durante quince años había estado ciega por su amor. Para ella, primero estaba su esposo; luego, sus hijas y al final, ella misma. Por ello, una noticia como ésa la trastornó por completo. Los primeros días fueron angustiantes. El deseo de vivir la abandonó. Levantarse de la cama le era tan difícil, que si no hubiera sido por sus hijas tal vez no lo habría logrado. Las noches eran largas y estaban llenas de lágrimas.

Sus pasos eran lentos; forzaba a sus piernas a seguir el camino. Un día, al cruzar la calle, se detuvo ante un camión: “Sería tan fácil”, pensó, “tan solo un paso”. Sin embargo, ver el rostro de su hija más pequeña la detuvo de cometer una tontería. Poco a poco la rutina volvió a su vida. Entonces la realidad le dio de lleno: ahora vivía sola, el dinero escaseaba y tenía problemas financieros; el padre de sus hijas proveía dinero esporádicamente y los gastos eran demasiados: tres hijas, renta, alimentos, luz, ropa, etcétera. Todo lo que consiguieron juntos se había perdido. Ya no había automóvil, casa o negocio juntos. Todo se lo llevó la traición. Cecilia consiguió trabajo en una empresa que absorbía su tiempo. Así que el cuidado de sus hijas se le hizo muy difícil. Ellas se volvieron rebeldes y los problemas aumentaron.

Pasado un tiempo, él volvió. Ella lo amaba. Lo aceptó en su vida de nuevo. Pero nunca volvió a ser lo mismo. Ya no existía confianza. Era difícil sonreír junto a él. Pero lo quería y, de alguna manera, deseaba aferrarse a esa relación. Como él no tenía trabajo, ella continuó siendo el sostén de la casa. A pesar de que no aportaba a las finanzas del hogar, sí reclamaba el poco tiempo que ella le daba a su familia. Esa fue una de sus excusas cuando la traición volvió a romper con su relación.

Otro tiempo después nuevamente el perdón, seguido de un ciclo de arrepentimientos y traiciones que transformaron sus vidas en un abismo del cual ella pensaba que era imposible salir. El dinero siguió escaseando. Así que no fue posible que sus hijas asistieran a la universidad. Cada una de ellas, en cuanto les fue posible, tuvo que conseguir un trabajo para aportar a los gastos familiares. El corazón de Cecilia se llenó de una mezcla de culpas y temores.

Lo peor llegó cuando aquel hombre empezó a beber demasiado. A periodos sin saber de él seguían llegadas escandalosas, causadas por su alcoholismo. Su sufrimiento era mucho, pero igual lo era la esperanza de que un día él cambiaría. Solo soñaba en unir nuevamente a su familia. Pero las hijas al crecer prefirieron volar que seguir siendo testigos de una vida así. La más pequeña solía culparla por aceptar ese trato. Así que un día ahí estaba ella, sola, sin hijos y sin la compañía de un hombre que de verdad la valorara. No había nadie. Se había alejado de su propia familia y amigos para que él no se molestara.

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Sola frente al espejo miró su cuerpo, su cara, sus ojos y el dolor reflejado en cada una de sus facciones. Los años se le vinieron encima junto con la amargura de tanta lucha fútil. Fue entonces que comprendió todo. Ella era un ser humano valioso. Un ser humano capaz de amar y con el derecho a ser amado de la misma manera.

Había entregado su vida a una ilusión. A un hombre que solo existió, primero en su imaginación y después en su esperanza. Pero dicen que nunca es tarde. Recogió los pedazos rotos de su amor propio y se prometió a sí misma no volver al círculo en el que se había enredado ella misma. Primero estaba su recuperación; después, recobraría el respeto de sus hijas. Recordó las palabras dichas por Jesús, “amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Había fallado en practicarlas. Para amar a alguien más, primero debía amarse a sí misma. Y desde ese día prometió cumplirlas.

Según los expertos, una infidelidad provoca en el cerebro los mismos cambios que cuando se sufre una quemadura. Una persona herida físicamente acude a un doctor para atenderse, pero al sufrir emocionalmente nos encerramos en casa a sufrir. Esas heridas, sin embargo, no sanan por sí solas. Se necesita también un especialista que nos ayude a superarlas.

Pero, ¿por qué una persona se empeña en una relación que solo le provoca daño? Tal vez la razón principal sea el miedo. Miedo a la soledad o a no ser capaces de salir adelante solos. Tal vez por amor;pero el verdadero amor es el que te hace sentir valiosa.

En palabras de la maestra en Psicología, Trinidad Ochoa, las personas que viven en una relación destructiva pueden salir adelante si buscan ayuda. Algunas ideas aportadas por ella son:

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  • El primer paso es reconocer que algo está mal. Es un gran error saber que algo en nuestra vida anda mal y no hacer nada para solucionarlo.

  • Buscar la felicidad dentro de nosotros mismos y dejar de depender de alguien para ser felices. Entender que quien debe amarte más que cualquier otro es la persona más importante en tu vida; la que nunca te traicionará, ni te dejará sola: tú misma.

  • Comprender que lo vivido no te hace menos importante, pues en esta vida nada es fácil, todo implica retos, caídas, luchas, lágrimas. Pero también éxitos y sonrisas; simplemente lo que hizo fue por amor. La traición ha sido un acto deshonesto por parte de un ser que no la valoró.

  • Ahora que se ha dado el primer paso, no hay que detenerse hasta lograr la meta.

Si estás inmersa en una relación destructiva, busca ayuda. Sola, o con tu pareja, acude por apoyo profesional. Lo más importante es recuperarte a ti misma. Recuerda que no estás sola, Dios está contigo.

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Myrna del Carmen Flores

Myrna del Carmen Flores es maestra de inglés y madre de dos jóvenes. Puedes contactarla en