En ausencia de mamá

Una de las grandes paradojas de la vida se da cuando los hijos reconocen las verdades que sus madres les enseñaron, una vez que ellas se encuentran ausentes.

Elizabeth González Torres

Existen voces y presencias que se vuelven constantes y aparentemente rutinarias en la vida de cualquier ser humano, que alientan el camino que se transita todos los días. Esas presencias que se mantienen firmes en los momentos de mayor tristeza o alegría, son las mismas que aguantan la indiferencia que se forma con el paso de los años, misma que proviene de los seres a quienes ellas más aman y por quienes han dado la vida.

Tendemos a pensar que ese ser al cual llamamos mamá y a quien pocas veces escuchamos con detenimiento, estará siempre en nuestras vidas, pues ella parece invencible y eterna. A veces la miramos con asombro pensando que si ella nos faltara, la vida no sería la misma: que nuestros días serían fríos y aburridos sin su calidez, ternura y sabiduría.

Quizás no lo queramos aceptar, pero llegará el día en que ellas también emprendan el vuelo, regalándonos con ternura, el último de sus besos. Cuando llegue ese momento en que dejemos de escuchar sus sabios consejos y ya no recibamos más el servicio desinteresado que ella nos brinda, entenderemos que quizá su amor ha sido lo más puro y honesto que hemos tenido.

Podemos preguntarnos: ¿Por qué en ausencia de mamá valoro más lo que ella me dio? Hay quienes creen que no sirve de nada pensar en lo que ya hemos perdido y que el amor hacia una madre deja de crecer cuando ella ha partido. Sin embargo, como comentaré más adelante, en muchos casos esta clase de ausencia hace que los frutos de las sabias enseñanzas de una madre, comiencen a brotar de la siguiente manera:

1. Comenzamos por reconocer la sabiduría y certeza de sus palabras

Sin darnos cuenta, sus consejos parecen resonar de continuo en nuestro interior. Es como si pudiéramos escuchar su voz, repitiéndonos lo que seguramente muchas veces nos dijo y no quisimos escuchar. Esas palabras llenas de verdad, en el presente suenan cada vez más acertadas, plenas de amor y protección. Comprendemos, una vez que esa hermosa mujer ha partido, que la veracidad de sus palabras fue casi permanente.

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2. Recordamos su ejemplo a cada instante

De pronto los recuerdos se agolpan en nuestro corazón. En algunas circunstancias, nos preguntamos qué haría ella en nuestro lugar, y entonces tomamos la decisión que creemos mamá tomaría. Su recuerdo se convierte en una guía a seguir, pues nos demostró muchas veces que, por difícil que sea la vida, siempre existe la manera de retomar el camino correcto.

3. Compartimos sus enseñanzas con los que nos rodean

En algún momento nos damos cuenta que las enseñanzas que nos dejó pueden ser de gran ayuda para otros, y decidimos transmitirlas a nuestros hijos, incluso a nuestros amigos, vecinos o conocidos.

4. Reconocemos su influencia en nuestros logros

Al mirarnos a nosotros mismos, notamos que mucho de lo que hemos alcanzado, el progreso que hemos labrado, se debe en buena medida a la influencia que tuvo en nuestra vida su amor, comprensión, protección, fidelidad y lealtad.

La mejor manera de mostrar gratitud por su legado es si, en ausencia de mamá, aprendemos a vivir con rectitud, dignidad y confianza, ayudando a quienes lo necesitan y caminando por los senderos que ella nos mostró. Recordemos que la mayor lección que nos dio es aprender a existir por nosotros mismos, con independencia, plenamente y sin temores.

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Elizabeth González Torres

Es abogada egresada de la Universidad Autónoma Metropolitana. Actualmente estudia una licenciatura en Creación Literaria en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Considera que el mayor tesoro que tiene en la vida es su familia.