Familias expatriadas, nómadas del siglo XXI

Algunos retos a los que se enfrentan las esposas que dejan su país para apoyar a sus esposos en su desarrollo profesional. No envidies el modo de vida chic de las familias expatriadas

Tere Rovira

“Tienes una vida muy fácil” y “Tu vida es envidiable” son dos frases que las esposas expatriadas suelen escuchar con frecuencia. Si bien esta vida de nómadas modernos tiene muchas ventajas y a simple vista parece atractiva e interesante para muchos, puedes tener la seguridad de que solo alguien que la haya experimentado podrá entender a cabalidad las implicaciones que este estilo de vida conlleva.

Una esposa expatriada es aquella que se muda, junto con su marido y su familia, fuera de su país de origen para apoyarlo en su carrera profesional; deja los roles que desempeñaba en su patria para encargarse de otros y, en muchas ocasiones, deja de lado su propia vida profesional con el fin mantener el bienestar y la unidad del núcleo familiar.

Es bien sabido que las esposas expatriadas tienen fama de ser una especie desadaptada que disfruta de los beneficios que le da un estilo de vida cómoda y hasta chic, pero al mismo tiempo se queja con amargura de lo difícil que es lidiar con ciertos aspectos culturales del país anfitrión, y ese concepto es ya, de entrada, una etiqueta o carta de presentación que le resta ventajas u oportunidades de ser incluida en diferentes círculos sociales al llegar al nuevo país.

La cultura laboral del siglo XXI

Esto es solo una muestra de muchas situaciones complejas que se les presentan a estas familias nómadas modernas —cada vez más comunes—, que no resultan fáciles o envidiables. Aun así, desde la óptica personal, uno debe de aceptar, apreciar la oportunidad y disfrutar las ventajas con una actitud positiva.

Porque incluso cuando haya situaciones difíciles de manejar en la distancia, el aprendizaje cultural y las experiencias de vida para el núcleo familiar son invaluables. Cosas como el aprender a apreciar y respetar los diferentes puntos de vista, culturas y religiones, a ser más tolerantes, a vivir en un mundo globalizado y a convertirse en ciudadanos del mundo, comprometidos con su entorno. Esto, créemelo, no es envidiable ni fácil y, dado que la situación laboral de este nuevo siglo cada vez más implica el tener que ser una familia expatriada, permíteme darte las siguientes sugerencias:

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1. No descuides el proceso de reinventarte

Casi todas las mujeres tienen la necesidad o el deseo de ser aceptadas en el nuevo círculo social y contar con un grupo de amigas con el que compartir desde cosas tan simples como dónde conseguir algún producto comestible hasta cuestiones trascendentales como podría ser el proceso de adaptación de los hijos al nuevo colegio y nuevos amigos, recomendaciones de médicos, servicios domésticos, etcétera.

Para la esposa expatriada cada mudanza implica sortear una serie de retos, ya que casi siempre es la encargada de buscar que todo regrese a la normalidad en el nuevo destino: organizar la casa, asistir a las juntas del colegio donde no conoce a nadie, buscar que todos los miembros de la familia puedan realizar sus antiguas actividades extracurriculares deportivas o culturales o las nuevas que planeen hacer como parte de su desarrollo integral, y una vez que todos se encuentren ubicados, podrá empezar entonces el proceso de reinventarse.

2. Ten cuidado de no olvidarte de ti misma

La esposa expatriada casi siempre tendrá la necesidad de reinventarse, porque la situación así lo requiere, y con reinventarse me refiero a que muchas veces tendrá que abandonar su trabajo o la serie de actividades que acostumbraba realizar y que no necesariamente podrá volver a hacer por más que sea su pasión, como practicar un deporte, ir al gimnasio, un círculo de lectura, etcétera; porque tal vez las nuevas circunstancias no lo permitan. Y tendrá que buscar nuevas actividades para llenar las horas libres que pudiera llegar a tener.

3. Ten mucho cuidado de mantener firmes lazos familiares

Durante los años que dure la asignación la familia permanece parcialmente desconectada de su país de origen y al que solo regresa, por lo general, una vez al año o menos, sobre todo cuando el lugar al que llegan es lejano del país donde nació y vivió y cuya estadía, en ocasiones, depende de un contrato de trabajo.

Si bien esta situación estrecha profundamente los lazos familiares entre padres e hijos e incluso entre hermanos, implica también estar físicamente distanciados de las familias de origen de ambos cónyuges, padres en ocasiones de edad avanzada o enfermos, hermanos adultos, amigos de juventud y en ciertos casos de los hijos mayores que se van quedando en diferentes ciudades, ya que una vez que empiezan la universidad resulta bastante difícil que se muden a la siguiente asignación y solo podrán visitar a la familia y reunirse en vacaciones o en ocasiones especiales.

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Tal vez esto último, tener a los hijos en diferentes sitios, es una de las situaciones más dolorosas que tiene que vivir una familia expatriada desde el punto de vista emocional y complicado desde lo logístico, pero a la vez constituye una oportunidad invaluable de crecimiento personal para los hijos que tienen que vivir esta situación.

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Tere Rovira

Teresa Rovira, mexicana, casada y madre de tres hijos mayores de edad, ha vivido en México, Centroamérica, Asia y actualmente reside en Perú.