Finanzas familiares sanas en medio de una crisis económica global
Dice un antiguo texto: “Por lo tanto, no gastéis dinero en lo que no tiene valor, ni vuestro trabajo en lo que no puede satisfacer”. ¿No encuentras la salida en estos tiempos tan complejos? Estas ideas te ayudarán a sanear...
Oscar Pech
Cuando terminé la licenciatura muchas de las personas que me están leyendo todavía no nacían. Recuerdo que en la clase final quise ser el último en salir, apagué la luz y cerré la puerta. Eso era algo que me parecía simbólico: estaba seguro de que nunca volvería a pisar un salón de clases. En aquellos maravillosos años era así: uno terminaba la licenciatura y estaba listo para la vida; conseguía un trabajo, estaba toda la vida en él, se jubilaba y vivía su vejez en paz. Todo era ordenado, planeado, controlado y previsible.
El capitalismo entonces se agotó. Las empresas no tenían manera de seguir vendiendo sus productos en su mismo país, y nació un nuevo orden económico: la hija del capitalismo, más voraz, más despiadada. Le llamamos globalización y para las familias, entre otras cosas, implica que para sobrevivir ahora ya no competimos con la empresa de la ciudad vecina, que no es tan diferente de nosotros, sino con coreanos, taiwaneses, japoneses, franceses, etcétera: con naciones que quién sabe cómo le hacen, pero fabrican cosas mejores y más baratas. A partir de 2009 el mundo occidental no ha hallado la salida. Antes, nuestros abuelos podían decir: “Tú deberías hacer lo que yo; en mis tiempos…” Nosotros no lo podemos hacer; no podemos aconsejar a nuestros hijos sobre cómo vivir en estos tiempos, porque no sabemos cómo hacerlo: las circunstancias cambian de continuo, con demasiada rapidez.
Esto es muy importante: si bien no podemos enseñar a nuestros hijos a enfrentar la realidad como lo hacíamos antes, sí podemos inculcarles ciertos principios económicos, que son verdades eternas, inalterables y que se aplican a cualquier situación, por cambiante que sea el siglo XXI. Según el banquero canadiense Nathan Eldon Tanner, estos cinco principios son los siguientes:
Antes que nada, cumplir con tus obligaciones para con Dios
En las diferentes denominaciones religiosas se espera que las familias den diezmos, ofrendas, contribuciones o limosnas. Estas donaciones reciben muchos nombres, pero lo cierto es que, como dijo recientemente el doctor en conducta organizacional, David A. Bednar, cuando cumplimos financieramente con el Señor, “a menudo recibimos bendiciones significativas, pero sutiles, que no siempre son lo que esperamos, y que fácilmente se pueden pasar por alto”. No recibimos un aumento en el salario, no hay ingresos extras, pero a cambio recibimos “mayor discernimiento que nos ayudará a identificar oportunidades de trabajo que otras personas podrían pasar por alto, o la bendición de una mayor resolución personal para buscar un puesto con mayor intensidad y por más tiempo de lo que otras personas serían capaces o estarían dispuestas a hacerlo. Quizás queramos y esperemos una oferta de trabajo, pero tal vez la bendición que recibamos a través de las ventanas celestiales sea una mayor capacidad para actuar y cambiar nuestras circunstancias, en lugar de esperar a que alguien o algo las cambie”.
Gastar menos de lo que se gana
Dice un antiguo refrán, “Si un hombre gana diez pesos, y se gasta once pesos, ese hombre es miserable. Si un hombre gana diez pesos, y se gasta diez pesos, ese hombre es y será siempre pobre. Pero si un hombre gana diez pesos, y se gasta nueve, por fuerza ese hombre llegará a ser rico”. Ahorra. Por poquito que tengas, haz un ahorro: ése será el colchón que evitará que te golpeen muy duro las crisis imprevistas y, como sugerencia, ahorra no solo dinero: almacena también alimentos y ropa. Sí, no seas un esclavo de la moda.
Aprender a distinguir entre necesidades y caprichos
Puede ser que me equivoque, pero tengo la fuerte impresión de que una de las cosas que hicieron de Estados Unidos una gran potencia, fue que sus habitantes vivían con frugalidad e industria. Si una familia aprende a vivir así, ignorando el constante bombardeo consumista de los medios y la sociedad, sin duda tendrá finanzas más sanas y vivirá contenta. Procura con vehemencia ser independiente en tu economía. Una de las cosas que han causado la crisis de 2009, que se ha prolongado hasta el presente, es el vivir para la autogratificación y el consumismo, lo cual nos lleva al siguiente punto:
Organizar un presupuesto, y vivir dentro de sus límites
En nuestra sociedad hemos aprendido a ver con malos ojos esa palabra, “límites”. Sentimos que los límites nos roban la libertad, nos acorralan, nos hacen perder el albedrío. Todo lo contrario: lo queramos o no, todos tenemos límites en cuanto a la cantidad que podemos gastar. Quien no lo hace, empieza a contraer deudas. Luego, suele contraer más deudas para pagar esas deudas. Con ello, inicia una carrera que hará de su vida una verdadera pesadilla. En cambio, quien sabe administrar sus recursos, planear y, luego, autodisciplinarse para alcanzar esos límites, por fuerza obtendrá el anhelado don de la autosuficiencia.
Tener honestidad en todos los asuntos financieros
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Un amigo le dice a su hijo adolescente que la primera ley de los fracasados es “Nadie se va a enterar”. Y la segunda, “No va a haber consecuencias”. Escuchado en su voz es un chiste divertidísimo, pero también es una ley innegable: aquél que no es honesto en todos sus asuntos financieros, va a dedicar buena parte de su futuro a correr, solo para evitar que lo aplasten las consecuencias de sus malas decisiones.
Por supuesto, hay otros principios: todo niño debe aprender a trabajar, a cuidar sus propias cosas, a colaborar en las tareas domésticas, a mantener limpia y ordenada la casa, a tener una alcancía para que pueda comprar algo, pero esos cinco principios son los esenciales. Si aprendemos como familia, y si enseñamos a vivir a nuestros hijos con estos principios que, repito, como tales son inalterables y eternos, nos volveremos impermeables a muchos de los hábitos de nuestra sociedad, a las circunstancias económicas que nos rodean y viviremos con la satisfacción de controlar nuestra situación económica. Dime, por favor, ¿qué piensas tú al respecto?