¿Quién debe estar primero? ¿Mi cónyuge o mis hijos?

A veces escucho a mujeres decir que sus esposos no son de su parentela, por lo que sólo importan sus hijos.

Rafael Vázquez

Vamos a poner las cosas de un modo muy sencillo: si de verdad amas a tus hijos, les darás el mejor ejemplo de amor dándole a tu cónyuge la calidad más limpia, elevada, abnegada, edificante y gratificante del amor.

Las falsas tradiciones culturales, no nos traen felicidad

Muchos dirán que uno puede amar a sus hijos con un amor perfecto sin cuidar o cultivar tanto el amor por el cónyuge. Algunos incluso dirán que se puede no amar a la pareja y sí amar a los hijos. Eso sería tan insensato como decir que se puede estar viviendo un conflicto y odiar a los padres y al mismo tiempo tener relaciones interpersonales completamente saludables.

Desmontemos esas ideas tradicionales de nuestra cultura que limitan nuestra capacidad para tener relaciones emocionales firmes y estables. No me gusta llamarlos “mitos” porque los mitos son relatos que ilustran acontecimientos o que explican a su modo el estado de las cosas. Estas ideas no son mitos, sino ideas transmitidas por enseñanza o por tradición cultural, pero que carecen de sustento lógico, ético o práctico.

No es un dato oculto que los estudiosos del comportamiento humano, como psicólogos, antropólogos, sociólogos, etc., han notado que el desarrollo óptimo del niño y el adolescente se da en un entorno familiar en el que puede observar cómo los padres se brindan respeto, deferencia, consideración e interés mutuos, esto es, se aman entre sí, lo cual configura el modelo según el cual el niño o adolescente edificará su concepción personal de las relaciones personales.

Amar a tu pareja es el mejor regalo que puedes dar a tus hijos

El amor mutuo entre cónyuges fertiliza la capacidad de amar a los hijos, porque ellos son el resultado, la encarnación y la manifestación de la unión conyugal en muchos sentidos. Si un hijo detecta que el amor de uno de sus padres por el otro es prescindible, ello puede sembrar una semilla de duda y de temor respecto a cuán prescindible puede ser para sus padres el amor por él.

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¿Crees que estoy exagerando? Los hijos de padres separados, divorciados o que viven en un ambiente en el que las muestras de amor mutuo son escasas o inexistentes, experimentan culpa, porque muchas veces sienten que la crianza y el cuidado de ellos es lo que ha ocasionado las desavenencias. En la mayoría de los casos, los hijos no sólo lidian con la ausencia del padre que salió del hogar, sino que se instala en ellos el temor irracional, inconsciente, pero real, de que el padre con el que viven podría prescindir de ellos en cualquier momento.

Por supuesto, este miedo tiene pocos o nulos fundamentos, pero los temores no son racionales y, por lo tanto, son muy difíciles de erradicar. Como resultado, será muy difícil que el hijo que vive en esa incertidumbre sea capaz de percibir una realidad a su alcance en la cual exista un amor constante, paciente, abnegado y estable que le sirva como reflejo del amor que él es capaz de dar y recibir. Ello hace que sea desconfiado en sus relaciones personales y le cueste mucho trabajo establecer amistades, noviazgos y otras relaciones sentimentales duraderas, estables y —lo más importante— gratificantes.

Finalmente, tus hijos no son “para ti”

Debes entender que en un modelo ideal de la vida, tus hijos no son para ti. No se supone que debas criar a tus hijos con la finalidad de que te den el amor, los cuidados y el cariño que te debe dar una pareja como un novio, o un esposo. Al contrario: tú debes prepararlos para que puedan ser felices al tomar sus propias decisiones y vivir su propia vida, lo que incluye que busquen y encuentren a aquella persona con quien deseen pasar el resto de su vida.

Finalmente, tu cónyuge es completa y absolutamente tu propia y libre decisión. Si algo no ha andado bien, deben recordar ambos que se eligieron el uno al otro, y eso debe ser muy positivo: alguien que te gustaba a ti se fijó en ti. Tu hijo, al presenciar la historia de sus padres día con día, y ver de cerca su ayuda mutua y su amor, sabrá que el amor es real, que su poder es superior a muchas adversidades y que la felicidad es posible.

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