Todo lo que soy lo aprendí de mi abuela

La mía no es una abuela común. No es de las que enseñan a tejer u hornean galletas, sin embargo, en forma muy sabia supo acercarme al mundo. Es de las abuelas que forman el ser. ¿Quieres saber si mi abuela se parece a la tuya?

Laura Abbott

De pequeña yo era muy inquieta, como la mayoría de los niños, estaba ansiosa por conocerlo todo. Pero hubo una persona que me abrió a un mundo de posibilidades, y esa fue mi abuela. La relación con los padres suele ser muy compleja. En cambio, la relación con los abuelos puede darse de forma más espontánea: ellos no llevan la carga de ponernos los limites o de cuidar los rutinas del día a día, como alimentarnos, cepillarnos los dientes, bañarnos, etc.

Los abuelos son una compañía maravillosa porque en general tienen todo el tiempo del mundo para escucharnos, para comprender y, sobre todo, para abrazarnos.

Cada día, una aventura

De pequeña, mi abuela me llevaba para que la acompañara a hacer los trámites diarios. Lejos de ser aburrido, para mí era un momento de descubrimiento: conocí mi ciudad, el correo y su actividad, pero lo que más amaba era quedarme unos minutos en la vidriera del periódico de mi ciudad, viendo como se imprimía. De ahí debe venir mi gusto por el periodismo, supongo. Ella, con amor y paciencia, se encargaba de contarme el funcionamiento de todo y jamás me quedé sin una respuesta a mis abundantes preguntas.

Con amor, me enseñó muchas cosas

Siempre que estaba con ella, me permitía observar y participar de todas sus actividades. Disfrutaba viéndola en la cocina y anhelaba el momento en que me dejaba colaborar con pequeñas cosas. Con el tiempo, cuando empecé a vivir sola, descubrí que, aunque nunca lo hubiera hecho, ya sabía cocinar. Supe también que si tenía alguna duda podía tomar el teléfono y consultarle a ella. Así de disponible estuvo siempre mi abuela.

Siempre me dio los mejores consejos

Durante la adolescencia, el mundo se volvió para mí más confuso que nunca. Debido a nuestra buena relación y a su carácter tranquilo y paciente, muchas veces me sentí en confianza para contarle mis inseguridades. Sus consejos y palabras de aliento me sirvieron para encontrar una dirección en mi vida. Aún guardo en mi corazón muchas lecciones preciosas que recuerdo y pongo en práctica.

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Aprendí a valorar a mi familia

En las conversaciones con mi abuela conocí relatos de nuestra familia. Así, aprendí de historia, costumbres de mi país y tradiciones. Además, me enseñó sobre mis ancestros y pude entender la raíz de mi genealogía. Saber de dónde venimos es como saber de qué raíces está formado el árbol de cual somos frutos. Esto me ha servido para entender que el concepto de familia es una tradición de valores que se transmiten, y los cuales intento honrar y hacer trascender en mis hijos.

Ahora que soy una mujer madura y madre, puedo apreciar mucho más todo lo que mi abuela me brindó. Es por eso que me atrevo a decir que todo lo que soy, se lo debo a ella. Dicen que ser abuela es como disfrutar de la maternidad de manera pausada; en este ritmo acelerado en que vivimos cada día, esta es una función muy necesaria para nosotros y nuestros niños. Te invito a que reflexiones conmigo y hagas lo posible para que tus hijos se sientan tan agradecidos como yo, por tener a su abuela.

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Laura Abbott

Laura Abbott tiene muchas pasiones:sus hijos, su esposo, escribir, la danza y el yoga, el contacto con la naturaleza, compartir con sus amistades, los libros, la música...Para contactar: lauabbott@hotmail.com