Cómo vivir la vida cuando la muerte te rodea

La muerte puede ser uno de los temores más arcaicos que giran alrededor nuestro, pero también puede ser un llamado a vivir a pleno el amor de tu familia. La muerte como incentivo para llevar una agenda de prioridades.

Marta Martínez Aguirre

Si alguien supo lo que es estar rodeado por la muerte fue Joseph Scriven. Él nació en Dublín, Irlanda en 1819. Se educó en el Trinity College de esa ciudad y en la Academia Militar Addiscombe, cerca de Londres. Una noche de 1845, el día anterior a contraer matrimonio, su novia cayó de un caballo a un río y se ahogó. Quebrado por el dolor, comenzó a viajar en un intento de olvido. Finalmente, emigró a Canadá, donde se instaló en Puerto Esperanza. Como maestro trabajó sin paga, dando clases a quien las necesitara. Donó todas sus pertenencias a los más humildes, y llegó a ser conocido como “El Buen Samaritano de Puerto Esperanza”.

Con el paso del tiempo se enamoró de Eliza Roche y en 1854, a punto de casarse de nuevo, ella contrajo neumonía luego de bautizarse por inmersión en las aguas heladas del río. Su estado de salud empeoró y luego de tres años de convalecencia, falleció. A partir de allí se intensificaron sus actos de amor desinteresado. A menudo era visto caminando por las calles con una sierra y un caballete, dispuesto a cortar leña a las viudas y pobres que lo necesitaran.

En 1857 compuso el himno “Oh, qué amigo nos es Cristo”, con la finalidad de confortar a su madre, angustiada por la infelicidad de su hijo. Este bello himno no fue dado a conocer sino hasta el año de su muerte, en 1886. Un vecino que hacía de médico de cabecera lo vio garabatear la letra y le preguntó cómo había compuesto algo tan bello; Scriven le respondió: “El Señor y yo lo hicimos juntos”. El 10 de agosto de ese año, en circunstancias que no se conocen, fue hallado muerto en un río cercano a su casa, de rodillas como si orara.

Tal vez la muerte sea uno de los temores más arcaicos que giran alrededor nuestro. Todos quieren verla pasar de largo, ni la novia fiel que espera a su amado que regrese de una misión, ni el niño que observa cómo los médicos menean su cabeza preocupados cuando visitan a su madre, quieren siquiera mencionarla. Ella es una forajida que no entra en razones, a la que no le importan tus desvelos, tus metas o tus necesidades. Persiste en hacerte saber que anda rodeándote, primero se lleva tu mascota, luego al abuelo, más tarde a la niña de la otra cuadra. Se me ocurre que la tememos y la evitamos por tres razones, principalmente:

  1. La muerte puede pretender que te sepultes con tus muertos. Que le pongas fecha de vencimiento a tus sueños. Ella pudo llevarse a las dos mujeres que amó Scriven, pero no pudo llevarse el amor; pudo cargar con amigos, pero no se llevó la amistad… Él vivió con ella respirándole en la nuca, pero no se dejó vencer por la tristeza ni permitió que tanto dolor lo derrocara. Él tomaba su alma entristecida y salía a darse por las calles de Puerto Esperanza.

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  2. La muerte tiene el mal gusto de tratar que te detengas. Puedes empezar ahora a vivir con la urgente responsabilidad de disfrutar al máximo las ocasiones que se te presentan. ¿Por qué te gustaría que te recordaran, por tus metas escondidas en un cajón o por tus ojeras por haberlas cumplido? Scriven será recordado por sus gestos de amor puro. Malgastar el tiempo en proyectar metas es dejar que la muerte gane la partida, y vivir por cumplirlas es vencerla.

  3. La muerte tiene que ser el incentivo de llevar una agenda de prioridades. Cada día exige un acto de amor, enfócate en lo prioritario, que lo otro viene después; ama a tu familia mientras estás con ella. Amarla implica desestimar lo trivial y lo superfluo. Pospón lo que sea secundario y delega si es preciso, pero disfruta de tus seres queridos.

Tal vaz la principal lección de esta historia es que Scriven no se quedó embriagado de amargura, sino que escribió un hermoso himno para decirle a la muerte que escogía vencerla, dándose. Imagínate siendo recordada por tus actos de amor, tus sueños cumplidos y no únicamente por tus cacerolas brillantes.

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Marta Martínez Aguirre

Marta Martínez es de Uruguay. Posee una licenciatura en Psicología, y un posgrado en Logoterapia. Ama todo lo que hace y adora servir. Es especialista en atención psicológica domiciliaria. Contacto: