La humildad abre las puertas que la soberbia antes cerrara
Si te toca lidiar a menudo con personas orgullosas, o sientes que tú mismo tienes ese defecto, no dejes de leer este articulo. La reflexión te llevará a un cambio interior que te beneficiará a ti, y a tu familia.
Maia Fernandez
En la Madre Teresa de Calcuta y en el Dalai Lama se repite una característica: la humildad. El escritor Ernest Hemingway decía que el secreto de la sabiduría, el poder y el conocimiento, radica en la humildad. Los expertos en psicología explican que la soberbia –caso contrario a la humildad– es un método de defensa que levantan las personas para ocultar su falta de confianza. Por lo general, las personas orgullosas se desvalorizan a sí mismas continuamente, aunque por fuera muestren seguridad. Por eso, Carl Gustav Jung sostenía que, a través del orgullo, nos engañamos a nosotros mismos, porque no enfrentamos nuestros miedos y sentimientos de inferioridad. Si eres una persona insegura, ten la confianza en ti mismo y vence la inseguridad.
Por otra parte, es muy triste estar de continuo enredados en la trampa de la soberbia, ya que creemos que nos defendemos y valoramos cuando en realidad ocurren algunos fenómenos, pues esa actitud nos cierra las puertas para:
La comunicación
Las personas soberbias quieren tener la razón todo el tiempo. Una simple y amena conversación puede tornarse en una sutil guerra por ver quién tiene la verdad. Los demás terminan alejándose, porque nadie quiere la compañía de alguien que no escucha y que solo se ama a sí mismo.
Dar el ejemplo
Los padres soberbios, en muchos casos, se convierten en padres distantes. Debido al orgullo ponen una barrera y les transmiten a sus hijos, aunque de forma inconsciente, que deben defenderse de los demás; una percepción hostil del mundo. Además, esa distancia con la familia los lleva a no conocer en verdad a sus hijos por escudarse en esa apariencia de “hombres perfectos”, y debido a ello pierden la oportunidad de ayudarlos como corresponde, porque desconocen las necesidades de sus hijos.
Aprender
Cuando aprendemos algo, por ejemplo, un oficio, debemos estar despojados de todo orgullo o soberbia que impida valorar al maestro. Una persona soberbia jamás aprenderá nada a profundidad, porque cree que ya sabe todo, e incluso cree que hará las cosas mejor que el más experto en el tema. Pero, además de los oficios o cuestiones utilitarias, el orgulloso pierde oportunidad de aprender de la mejor escuela: la vida. Con una actitud despojada de introspección y análisis creerá que todos están equivocados, menos él.
Amar
Muchas veces la soberbia nos impide acercarnos a las personas que amamos y demostrarles afecto. Cuántas veces, por orgullo, somos incapaces de pedir perdón o de perdonar. Cuando comprendamos que la soberbia es una barrera para amar y ser amados ya tendremos la mitad del camino hecho hacia la felicidad.
Aceptar errores
Esto es primordial para crecer como ser humano, para ser un buen padre, un buen cónyuge y un buen amigo. Por eso, si enseñamos a nuestros hijos a aceptar errores y a seguir adelante los ayudaremos a que sean personas humildes, a quienes se les podrá corregir cuando sea necesario, y eso los beneficiará para toda la vida.
Si al leer esto piensas, “Qué bien le vendría este artículo a Fulano de tal”, mejor trata de enfocarte en ti mismo antes que en los demás, ya que a todos nos resulta más fácil ver los defectos ajenos que los propios. Lo principal es analizar el orgullo en lo personal, porque quizás lo tengamos en mayor o menor medida. De esa manera, al lidiar con el orgullo de nuestro cónyuge, padre, madre o cualquier otra persona, tendremos las herramientas necesarias para vencer la tentación de enredarnos en discusiones interminables y actuaremos más humilde y naturalmente. Esto, sin duda, beneficiará nuestra vida enormidades, ya que la sencillez de la humildad impregnará todo lo que esté a nuestro alrededor y abrirá las puertas que el orgullo antes cerró.