Vídeo: Nunca subestimes el poder de la compasión

La humanidad necesita personas de bien que estén dispuestas a dar de sí mismas antes que recibir. Prepara a tus hijos para que sean felices. El subestimado poder de la compasión.

Erika Otero Romero

Leer un periódico o ver un noticiero al mediodía a veces resulta un mal plan, ya que a veces no solo se desea enterarse de la realidad de nuestra sociedad, sino ver con esperanza que la humanidad no está tan plagada de frialdad e injusticias, y que la compasión hace presencia en algunos sectores de la humanidad.

Las personas, sin embargo, tienen miedo de defender a alguien que es ultrajado por temor a las represalias; pero, ¿quién puede culparlos? Nadie, seguro. Pese a eso, el panorama siempre puede cambiar, ¡claro! Siempre y cuando haya alguien con deseos de hacer un cambio.

La compasión es más intensa que la empatía

Antes de seguir adelante, aclaremos qué es la compasión. Es un sentimiento humano que pasa por la percepción y comprensión del sufrimiento de otro ser. Es más intensa que la empatía, por lo que lleva al deseo de aliviar, reducir o eliminar por completo tal sufrimiento.

Conociendo el concepto básico de la compasión podemos determinar que han existido periodos de la vida de las personas en los que han demostrado que son portadoras de ese valor, pero que solo algunas pocas son capaces de servir de manera incondicional a seres humanos con quienes no tienen ningún tipo de lazo sanguíneo y no temen por ellos a pesar de las circunstancias.

La madre Teresa de Calcuta es el ejemplo más conocido de persona compasiva en el orden mundial. Ella dedicó su vida a servir a las personas pobres y enfermas de diferentes localidades de la India, y no se puede negar que para nosotros fue ejemplo vivo de compasión, amor, entrega y sacrificio.

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Puedes educar a tus hijos para sentir compasión

El mundo necesita seres humanos que sientan el impulso de dar de sí mismos al prójimo antes que ser receptores de favores, y no es que no los merezcan, desde luego que no, pero cuando alguien sea compasivo con ellos sabrán apreciarlo. Maneras de enseñar a tus hijos a ser compasivos:

1. Cuéntales historias que les transmitan valores

La literatura infantil tiene una amplia gama de narraciones que inculcan principios y valores necesarios para hacer surgir en tus hijos esos aspectos que harán su vida más fructífera y feliz. Otra opción es que junto con ellos creen sus propias historias con principios y valores, o que los impulses a que por sí solos las inventen.

2. Enseña el servicio con el ejemplo

Tanto los valores como los antivalores son aprendidos por los niños a través de los padres; por ello, guíalos e impúlsalos para que sirvan a alguien que atraviesa una necesidad, desde luego bajo tu supervisión, o también presta servicio en una causa benéfica y llévalos para que te ayuden.

3. Regula la televisión y los videojuegos

Limita el acceso a la televisión o a material audiovisual perjudicial que pueda influenciarlos. Los niños tienden a imitar conductas, de modo que si tus hijos gustan de ver televisión o navegar por internet, procura que el material al que tengan acceso sea adecuado para sus edades y que les inculque valores y principios como la compasión y el amor.

4. Habla sobre la compasión

Es la forma en la que entenderán el concepto, explícales lo fundamental de sentir compasión, de tender la mano a quien lo necesita, bien sea un menesteroso, un enfermo e incluso un animal en dificultades, e incentívalos a que sean proactivos en esa causa.

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5. Juegos y actividades recreativas

Colorear dibujos alusivos a la compasión es una buena técnica para que aclaren el concepto aún más. Enséñales a tus hijos a que también pueden sentir compasión hacia los demás niños cuando estos pierden una partida en alguna actividad lúdica, o cuando se caen o se lastiman, y que tiendan una mano a cualquier niño que lo requiera.

6. Hazles darse cuenta del ejemplo de personas compasivas

Recuerda que son pequeñas esponjas que absorben conocimiento, aprovecha esa habilidad y ayúdalos a ser mejores seres humanos con los demás y con ellos mismos.

Muchas veces lo que enseñamos a nuestros hijos, por precepto y por ejemplo, parece no penetrar más allá de sus oídos, y muchas veces uno como padre se pregunta si el ejemplo y las palabras de uno bastan. La experiencia nos enseña que casi siempre, a través de los años, las instrucciones y el ejemplo que damos se parecen mucho a esa gota de agua que, si cae de manera constante, modela y transforma cualquier roca. Si deseas leer más material al respecto, te invito a leer los siguientes artículos:

O puedes leer: La compasión: símbolo de fortaleza humana

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Erika Otero Romero

Psicóloga con experiencia en trabajo con comunidades, niños y adolescentes en riesgo.