Gratitud, cimiento de una familia feliz

Si eres consciente que todo lo que tienes se lo debes a "alguien"; si eres de esas personas que sufren cuando pierdes algo que esperabas que te diera felicidad y reniegas de lo que posees, este artículo es para ti.

Erika Otero Romero

Todos creemos saber qué es ser agradecido. Creemos que sentirnos agradecidos o “dar gracias” es un acto que se limita a “ser educados”. El agradecimiento, sin embargo, va más allá de esas expresiones de educación o de saberse en deuda por algo que alguna persona hizo por nosotros. Se trata, en realidad, de tener en cuenta que muchas veces esos sucesos, grandes o pequeños, que nos acarrean un bienestar físico o emocional, los debemos a alguien que hizo algún sacrificio y que, por pequeño que este sea, salió de lo más profundo de su corazón.

Si nos detenemos a revisar a detalle solo un día de nuestras vidas, comprenderemos que son muchas más las “cosas” que las personas hacen por nosotros que lo que hacemos por ellos. Sea egoísmo, falta de atención o simple costumbre a ser “ayudado” de manera constante, el punto es que, de alguna manera, llevamos en nuestra espalda la responsabilidad de retribuir lo que hacen a nuestro favor.

Una frase conocida reza lo siguiente, “Quien no vive para servir, no sirve para vivir”. El agradecimiento y el servicio siempre van de la mano, y el primer lugar donde aprendemos estos dos grandes valores es el hogar, en familia. Teniendo en cuenta que a lo largo de nuestra vida somos acreedores de un sinnúmero de favores por parte de nuestra familia y amigos, y sin importar qué tan independientes somos, siempre necesitaremos de los demás, en caso contrario la convivencia no existiría.

Expongo a continuación una serie de sencillos pasos que contribuirán a fomentar el acto de ser agradecidos en nosotros mismos y en los hijos:

Estamos en perpetua deuda

Hasta el aire que respiramos se lo debemos a alguien. ¿A quién? A Dios, a la naturaleza o al universo. Tomemos solo un minuto del día y pensemos en nuestra vida, y veremos que las situaciones más difíciles que hemos experimentado han servido para crecer y ser felices en medio de las pruebas.

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Debemos agradecer a nuestros hijos y pareja por las labores realizadas

Aunque se trate de tareas asignadas con anterioridad, para los hijos es un incentivo y muestra de que estamos conformes con lo que han hecho, y para la pareja una prueba de que somos conscientes de esos detalles que tienen para con nosotros. Con seguridad agradecerán también lo que hacemos por ellos y tendrán mucho más placer al momento de tener pequeños gestos con nosotros.

Enseñemos a los hijos a servir sin esperar algo a cambio

Cuando se realiza algún acto de caridad o se presta un servicio a un ser querido o persona desconocida, no todas las veces esto debe recibir una remuneración (dinero). Nuestros hijos, de este modo, aprenderán el valor de ser útiles a los demás y crecerán concibiendo la gratitud como el mejor pago que puedan recibir por lo que han hecho.

Hagamos volver los corazones hacia la gratitud

Los niños aprenden por medio del ejemplo; por esta razón, saludemos con amabilidad a la gente por la calle, ayudemos a quien necesite una mano amiga y cuando los niños, ante cualquier persona que les haya prestado un servicio, no pronuncien “las palabras mágicas” –como solía decir mi madre–, hay que indicarles, con cariño, que lo correcto es decir “Gracias”.

Si tienes niños pequeños, “estimúlalos” con el cuadro de la gratitud

¿Cuántas madres y padres no han elaborado cuadros de recompensas para cuando sus hijos se comportan de manera adecuada o les va bien en el colegio, y les ponen una carita feliz? Bueno, el valor de la gratitud es una opción valedera para recompensar a nuestro hijo tras una buena acción ejecutada durante el día, sin que la recompensa a esto sea material.

Recuérdate de manera constante que incluso en la adversidad eres feliz, y es oportuno ser agradecido con lo que tienes

Esto me toca de manera personal, porque solía renegar y quejarme por todo, hasta que un día llegaron a mis manos un par de libros que quizás ya has tenido la fortuna de leer: “Deshojando margaritas”, de Walter Risoy “Sopa de pollo para el alma”, de Jack Canfield y Mark Víctor Hansen. Al leerlos me percaté que mi actitud no era la adecuada, que si cambiaba mi forma de ver las cosas y de actuar sobre las situaciones, sin permitir que lo “malo” que pasara me dañara el día, podía ser feliz con lo que tenía, aunque hubiera fracasado en una meta; esto no es ser conformista, es ver la vida de manera positiva y llena de oportunidades para ser feliz.

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Te invito a ser feliz y agradecido. Cuando no agradeces todas las bendiciones y cosas que tienes antes que quejarte por lo que no posees o no has conseguido, serás muy infeliz; enseña a tus hijos a ver la vida y la creación de manera positiva, con una actitud constante de perseverancia. Es cuestión nada más de aprender poco a poco a ver el vaso “medio lleno”, en lugar de verlo “medio vacío”. Todo depende del cariz con el que tú y los tuyos vean las cosas.

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Erika Otero Romero

Psicóloga con experiencia en trabajo con comunidades, niños y adolescentes en riesgo.