Hambre de papá
Mi padre no fue perfecto, pero estuvo presente en todos y cada uno de los aspectos de mi vida. El recuerdo de sus historias y su fuerte presencia me motivaron a escribir este artículo, que ojalá pueda suerte de ayuda.
Marta Martínez Aguirre
Era una tarde lluviosa en que el desfile de automóviles camino al cementerio parecía interminable. Una muerte repentina que llenaba el horizonte de dudas. El frío era tan penetrante como la angustia que provocaba el vacío que quedaría en la empresa. En el cementerio más de ciento setenta personas vestidas formalmente resistían la lluvia con serenidad, de pie. El sermón del sacerdote fue de un tono piadoso, hablar de un desconocido siempre cuesta. Ricardo nunca había asistido a ningún servicio religioso, pero la viuda así lo quiso despedir.
Por hora y media una serie de oratorias se sucedieron, dando gracias por la existencia y los favores que Ricardo había hecho en vida. El aire se llenó de discursos empalagosos sobre su trayectoria en la empresa, sus proyectos extraordinarios y sus éxitos atesorados. Su esposa habló maravillas, recordó viajes por el mundo y desayunos en espléndidas islas tropicales, y de su manía de coleccionar corbatas.
La pequeña Eloísa pidió la palabra, ¿quién le iba a negar esa oportunidad? Una voz dulce y apacible llenó la atmósfera de comentarios, “Qué niña tan dulce”, “Qué belleza su vestido negro”, hasta que la niña dejó de llorar, y dijo serena y cálidamente: “Qué cosas lindas dijeron de Ricardo, pero de mi papá, que nunca estaba en casa y que no sabía de mis tareas en el colegio, o de mis ganas de salir a jugar juntos, nadie dijo nada. Yo no le despido, porque hace años dejó de ser mi papá para ser una fotografía en mi computadora”.
Aquellos que estaban en silencio uno a uno empezaron a moverse incómodamente. Una niña de diez años había puesto fin a tanto dolor y a tanta pavada (tontería). Eloísa tomó la mano de su niñera, quien la abrazó con calidez y pidió irse al coche. Al cajón entonces lo bajaron en silencio. El sacerdote hizo lo que debía y en sepulcral silencio, uno a uno, los empleados de la empresa y los amigos se despidieron de la viuda y de los hijos mayores, que aliviados con las palabras de su hermanita se habían ahorrado el seguir diciendo quién sabe que fábulas de Ricardo, el empresario.
Eloísa es un ejemplo de los miles de niños que sienten que la vida familiar se trata de unas bellas vacaciones de treinta días al año en algún rincón del mundo, atesorando fotografías y souvenirs caros y estrafalarios. Pero también de aquellos que, no teniendo la misma suerte de viajar y vivir con comodidad, guardan en sus corazones el anhelo de tener a su padre presente en sus vidas. “Papá hace cosas para mí, trabaja duro, pero no hace cosas conmigo”, es el leit motiv que escucho en mis consultas. Muchos niños y adolescentes vienen a consulta deseosos de que les dé una poción mágica para no tener “hambre de papá”.
El ritmo vertiginoso de hoy exige cada vez más numerosas responsabilidades, y eso conduce a que muchos niños y adolescentes sientan que sus padres se esfuerzan por llevar el sustento al hogar, pero que los dejan a ellos sin sustento afectivo. Los padres se conforman con darles todo lo material que necesitan, mas no participan de la vida familiar. Es muy común que los mismos niños sean los que reclamen que sus padres no se implican en sus vidas, y la atención se focaliza en otros proyectos. La presencia física no resuelve el tema, porque hay padres que sí están en casa pero son ausentes a nivel psicológico. Si uno les pregunta a los padres por qué piensan que no logran estar “presentes” en la vida de sus hijos, uno de los argumentos es priorizar que no les falte nada como a ellos cuando eran pequeños, o que el sostén económico es lo más importante, aduciendo que ya tendrán tiempo de estar juntos.
Si deseas ser recordado de un modo distinto a Ricardo, te comparto estas sugerencias:
Tu hijo no sabe de economía
Los hijos no juzgan el valor del padre por su sueldo, o por el costo de los obsequios que recibe de él. Lo que necesitan y desean es tiempo compartido para charlas de amor, atención y juegos compartidos.
Un estilo de vida distinto
Sé guía y marca límites cuando corresponda
Uno de los motivos de que los niños y adolescentes hoy desarrollen problemas serios con las adicciones y otras patologías se debe a que, por el remordimiento que les genera a los padres estar ausentes, no establecen límites, pensando que de ese modo van a conquistar el amor del hijo. Anímate a decir “no” cuando creas que es necesario; por ejemplo, a la hora de alimentarse con verduras o comida chatarra.
No dejes que ipad, ibook, iphone, YouTube o redes sociales llenen tu ausencia
Por más sofisticados que sean los equipos que hayas comprado, no son tan bonitos como las guerras de agua, jugar a las escondidas o llevarlo a tomar un helado a la plaza. Una niña le reclamaba a su padre no conocer qué anhelaba él de pequeño; cuando le pedí que hiciera una lista de las cosas que quería conocer de su padre y éste las leyó no solo se emocionó, sino que dispuso tiempo para disfrutar el recordarlas junto a ella.
Establece prioridades apropiadas
Nadie duda de que hacen falta más que bienes materiales para que un niño tenga un desarrollo placentero; el tema es empezar a ajustar la agenda. Se requiere un genuino esfuerzo, sí, sacrificio, para satisfacer las necesidades de los hijos. El Salvador dijo: “No solo de pan vivirá el hombre” (Mateo 4:4).
Un padre que es recordado por lo material se desvanece en el tiempo, un padre que es evocado por implicarse en la vida de sus hijos sigue presente por generaciones. Gracias, papá…