Hay un intruso en tu hogar, y no sabes cuán peligroso es

Cuando los europeos llegaron a este continente, derrotaron a los aborígenes porque éstos no sabían las intenciones de aquéllos. Hay un intruso en tu hogar. ¿Quieres saber quién es y cuáles son sus intenciones?

Oscar Pech

Imaginemos que alguien toca a la puerta de tu hogar. Abres, y ves que es una persona impecable, agradable, muy atractiva y, por cierto, representa lo que has llegado a entender por belleza. No es una perfecta extraña: casi siempre tus amigos, familiares y compañeros te han hablado de esa persona, y te han dicho que es muy entretenida; muy divertida. Ahora permíteme preguntarte: ¿Le dejarías entrar a tu casa, sin saber de sus hábitos, lo que quiere de ti, cómo piensa, o lo que quiere que tú hagas? Es más: ¿le delegarías a este desconocido la educación de tus hijos, permitiendo que entre siempre a tu sala, que entre al cuarto de tus hijos, y que continuamente les aconseje sobre cómo vestirse, hablar, comportarse, incluso que les señale qué creer, sin que tú indagues con cuidado exactamente cuáles son los valores de esta persona desconocida?

El problema es que, salvo que tengas más de sesenta años, esa desconocida llegó a casa antes que tú. Por cierto, se llama televisión. Lo malo es que casi sin darnos cuenta hace unos cuantos años trajo de la mano a su hermanito, que ha resultado ser mucho más pernicioso, se llama Internet, y viene en forma de Computadoras, lap tops, tablets, y sí, incluso se esconde en el bolsillo de la camisa como parte esencial de tu teléfono celular.

Hace tiempo leía un artículo, donde una buena madre de familia decía: “no tiene nada de malo que un niño vea hasta tres horas de televisión diarias: tiene derecho a entretenerse”. Y es cierto: todos tenemos ese derecho. Si se quiere ver así, todos tenemos derecho a perder nuestro tiempo “descansando”. Es cierto, ver la televisión como entretenimiento no por fuerza es un problema de enajenación o de socialización. El problema es cuando sí lo es, y nos aísla de nuestra familia.

A mí me preocupa cuando pensamos que entretener es sinónimo de descansar o divertir. Y no: la palabra “entretener”, etimológicamente significa “robar la atención de alguien”. Un buen diccionario define la palabra como: “hacer perder el tiempo, impidiendo la realización o continuación de una acción”. Por lo mismo, en realidad es peligroso “dejarse entretener”. Uno debe tener claro para qué sirve la televisión. No se trata de satanizarla o prohibirla, sino de fomentar una mirada crítica a lo que se transmite en la tele. Así que, si me lo permites, te presento algunos puntos sobre los que sería bueno reflexionar:

  1. No fomenta la creatividad. Es mucho más útil para las etapas de desarrollo de un niño armar un rompecabezas, por ejemplo.

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  2. Es un medio de comunicación masivo o de masas. Es decir, nosotros, los espectadores, somos sólo receptores pasivos, participamos en la programación sólo hasta donde los emisores nos lo permiten. Somos una masa social, sin albedrío ni voluntad.

  3. Su finalidad es el consumismo. Si bien al principio la televisión decía que su fin era “formar, informar y entretener al público”, hoy por hoy defiende el beneficio económico del empresario que le patrocina, a fin de influir en su público ideológicamente y mediante la publicidad.

  4. Educa a la sociedad. Es cierto, en la televisión se transmiten programas educativos, pero lo que principalmente presenta, son conductas y puntos de vista inapropiados, mostrándolos como algo normal y hasta deseable. M. Russell Ballard dijo: “Las elecciones que hagamos relacionadas con los medios de difusión podrían simbolizar las elecciones que hagamos en la vida. El elegir programas de televisión y películas que están de moda, que son sexualmente excitantes y de mal gusto, podrían ser la causa, si no tenemos cuidado, de que también escogiéramos lo mismo para nuestra vida… Si no hacemos buenas elecciones, los medios pueden devastar a nuestra familia”. Junto con esto, cito las palabras de Quentin Tarantino: “La cámara se inventó para la acción y la violencia”.

  5. No es una niñera inocua o inocente. En 1988 se calculaba que una persona, antes de llegar a los 18 años de edad, había visto 18,000 asesinatos en televisión. La violencia insensibiliza y presenta con regularidad puntos de vista y conductas destructivos para la familia como algo agradable, de moda, emocionante y normal.

  6. Favorece la obesidad. No sólo porque quien ve mucha televisión permanece sedentario, sino porque un niño promedio ve más de 22,000 comerciales al año, de los cuales, 5,000 son de alimentos chatarra.

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  7. Predica la mundanidad. Los valores que se muestran en un programa común, los valores de la sociedad del S. XXI, no se basan en principios morales; los valores que fomenta la televisión son la opulencia, la popularidad, la inmediatez, la mundanidad, un glamoroso materialismo donde el ser humano ha dejado de ser un semejante, para ser sólo un objeto desechable de uso y consumo.

  8. Presenta la inmoralidad. Según la fundación Kaiser Family, el porcentaje de los programas de televisión durante las horas de mayor audiencia que tienen contenido sexual se elevó del 67 por ciento en 1998 al 75 por ciento en 2000; fomentan una actitud insensible hacia las mujeres, que a menudo las representan como objetos de maltrato. La conducta anormal que exhiben las supuestas “estrellas” confunde y engaña a los niños y jóvenes que las admiran y quieren emularlas.

¿Todavía deseas que ese intruso esté en el corazón de tu hogar? Si crees que lo mejor para tu familia es dejar de emplearla tanto, permíteme compartirte algunas preguntas que Larry A. Tucker nos invita a hacernos para romper el hábito de ver la televisión (o el Internet):

  1. ¿Qué otra cosa podría estar haciendo en este momento que pudiera ser más constructiva y que uniera más a mi familia?

  2. ¿Cuál es el mensaje de fondo de este programa?

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  3. ¿Qué principios —directa o indirectamente— enseña este programa, que son contrarios a mis creencias?

  4. ¿Los personajes visten inmodestamente o se comportan inmoralmente?

  5. ¿Nos sentiríamos a gusto si alguien a quien consideramos una autoridad moral se sentara a ver este programa a nuestro lado?

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Oscar Pech

Oscar Pech ha dedicado su vida a la enseñanza, la lectura, la escritura y la capacitación en diferentes partes de la República mexicana. Es una persona profundamente comprometida con la familia y los valores morales.