Inculca buenos hábitos en tus hijos o prepárate para ver ovnis en su recámara

Si entras a la recámara de tus hijos y lo que encuentras son solo OVNIS (Objetos Varios Nunca Instalados en su Sitio), este artículo es para ti.

Emma E. Sánchez

Una de las grandes batallas que las madres tienen con sus hijos adolescentes tiene que ver con el desorden en sus recámaras. A partir de esto se desatan grandes conflictos que menguan la confianza, el afecto y la calidad de vida que nuestros hijos tendrán en el futuro. Y, como muchas cosas en la vida, evitar estos problemas inicia con inculcar buenos hábitos y rutinas desde la cuna, la constancia en la niñez y la adolescencia. O prepárate para ver ovnis en su recámara.

El lugar donde dormimos establece los principios cognitivos y psicológicos de privacidad, orden, independencia, consistencia y seguridad, y cada uno de estos aspectos se ve reflejado en tres puntos: el mobiliario, la decoración y la cantidad. Vamos a revisar las recámaras de nuestros hijos según tres etapas de vida:

  • Del nacimiento hasta los tres años. Si estás preparando la recámara del bebé que está por nacer considera que su ambiente debe inspirar orden. Si bien en esta edad es imposible que el niño lo mantenga por sí mismo, debe ser fácil de restituir; por ejemplo: el mobiliario debe ir de acuerdo con la estatura del niño, no muy pesado y mínimo. Una mesa y una silla, su cama pequeña debe instalarse preferiblemente al nivel del piso, pues el niño muy pronto explorará el sitio y esto le evitará caídas, le dará confianza y fortalecerá su independencia. De haber un closet, la altura para colgar su ropa debe ser a la estatura del niño, o una cajonera que pueda usar sin ayuda de mamá y una caja o repisa para algunos juguetes; recuerda, solo algunos juguetes, a esto se refiere la cantidad. Recuerda que “donde hay demasiado falta algo y lo que sobra no remplaza lo que falta”. Los niños no necesitan demasiado, “el exceso de estímulo apaga el deseo”. Si vas a decorar hazlo con ilustraciones reales, no fantasiosas, no comerciales y sí bellas. Tan pronto camine has de mostrarle cómo poner los juguetes en su canasta o repisa, lo mismo con la ropa cuando se la quite. El establecimiento de rutinas es fundamental, y a eso llamamos consistencia.
  • La edad de la educación primaria. Aquí comienza la transformación: los muebles cambian de tamaño pero han de seguir siendo cómodos, mínimos y seguros. La decoración ya comienza a ser elegida por el niño, a quien haces reflexionar sobre si es algo que inspira, motiva, alienta o es bello a la vista. Este es tu mejor calibrador de sus intereses, de sus gustos, y sabrás si los valores que enseñas los está incorporando a su personalidad. No prohíbas, pero sí establece normas claras. En esta edad la madre sigue lavando la mayoría de la ropa, pero el niño la dobla y la guarda, y mamá lo supervisa; hay rutinas ya establecidas para la ropa sucia y el acomodo de los juguetes, siempre cuidando la cantidad, nunca exceso, esto es muy claro: hay exceso cuando el niño es incapaz de mantenerlos en orden. No es conveniente que tenga más juguetes de los que puede cuidar y ordenar. El niño debe de saber esta regla: si llegan juguetes nuevos por regalos o cumpleaños habrá que regalar o guardar algunos otros; lo mismo aplica a la ropa, en la que el niño ejerce su libertad cuando decide qué ponerse, pero nosotros dosificamos la cantidad, porque el exceso va provocando el desorden. La consistencia es básica.
  • La adolescencia. De nuevo, el mobiliario crece según la estatura y necesidades del joven. La decoración ya es totalmente a su voluntad y si has sido constante en la norma de la decoración, ya no hay nada que discutir al respecto. La cantidad de todo: ropa, zapatos y otros artículos en mucho está sujeta a lo que tú le proporciones, y a estas alturas de la vida ya sabemos que el exceso es malo. A esta edad nuestro hijo ya debe de lavar su propia ropa, guardarla y responder por ella; si sigues lavándosela él jamás entenderá el trabajo que esto implica. Si hay ropa tirada es que no puede manejar “tanta ropa” y debe reducirse la cantidad, lo mismo pasa con cualquier otro artículo. En esta edad lo más valioso que los jóvenes tienen en su recámara es la privacidad; lo que no saben, y es nuestra responsabilidad enseñar, es que la privacidad se gana cuando han sido responsables y, por lo tanto, independientes. La puerta es el objeto que nos concede ese privilegio que se gana y se pierde. A este respecto, una amiga recuerda, aún en su edad madura, que en cierta ocasión se enojó con su padre, ella se encaprichó y se metió a su recámara azotando la puerta; el padre, tranquilamente, sin decir nada más tomó su herramienta y quitó la puerta: si ella deseaba privacidad, ahora debía ganarla y llegado el tiempo, ella misma tuvo que instalar su puerta de nuevo. Tu hijo debe saber que hay normas y reglas en casa que no están sujetas a negociación.

A veces los padres se quejan de la ropa que usan sus hijos cuando ellos mismos se la compraron; se quejan de que no son responsables y pierden o maltratan aparatos costosos, cuando ellos les han evitado desear o ganarse las cosas. Cuando se satisfacen por adelantado y en exceso las necesidades y gustos de los hijos es imposible que ellos valoren o cuiden lo que tienen.

Muchas personas hablan de avistamientos de OVNIS, y si no quieres que estos aparezcan por tu casa y te roben la calma comienza desde ya a encender tus radares.

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Emma E. Sánchez

Pedagoga y Terapista familiar y de pareja. Casada y madre de tres hijas adultas. Enamorada de la Educación y la Literatura. Escribir sobre los temas familiares para ayudar a otros es mi mejor experiencia de vida.