La convicción implica acción: fortalece a quien lo necesite
En estos tiempos el adversario puede tejer sus redes cada vez más extensas, pero ser un creyente fiel conforme al corazón de Dios, puede significar el comienzo de una brecha en su trama.
Marta Martínez Aguirre
Jeremías es un hombre que ama a Dios y vive en el siglo VII a.C.: Sus vecinos no lo quieren, se burlan, lo desprecian. Amenazan con cerrarle la boca para siempre; sus familiares y amigos quieren mantenerlo lo más lejos posible, es víctima de golpizas, encierros, acusaciones falsas de todo tipo, hasta lo han llamado traidor, y ha estado preso sin comer por varios días. Con todo, su fe y su testimonio no se quebrantan. La soledad lo rodea dondequiera que vaya: no tiene esposa ni hijos, nadie que le sonría al final de cada jornada, nadie que lo abrace y le diga palabras de aliento, a menudo cae en depresión y la tristeza lo recubre. Jeremías es un hombre conforme al corazón de Dios. Nada ni nadie puede hacer que olvide su misión, la de anunciar el amor del Creador. Vivió fiel a sus creencias. Estoy segura que de haber nacido en esta época, él seguiría tan radical como entonces.
En este tiempo de las redes sociales, de la fibra óptica, de ritmos frenéticos, de padres ausentes, de baldazos bien grandes de agua helada frente al empleo seguro, de discursos materialistas, donde se da sólo para recibir, de ausencia de frustraciones o sacrificios y antojos a granel subsidiados por el “llame ya”, de infelicidad HD y alimentos sin azúcar, necesitamos más Jeremías, o entender que la única receta segura para sentirnos seguros y confiados, es una vida familiar centrada en valores imperecederos.
La palabra griega koinonía significa “compartir”, este término es utilizado en la Biblia para referirse a la experiencia de una vida en comunidad, dónde todos se pueden sentir resguardados y amparados en el calor del amor puro, la entrega desinteresada, el crecimiento espiritual personal y comunitario en un clima de sostén y mutuo estímulo. El ruido intenso del adversario está aturdiendo nuestras mentes. Es en familia y en comunidad donde Dios vio que íbamos a poder progresar. El ejemplo de Jeremías sigue vigente. Si me lo permites, te comparto algunas sugerencias:
Lee las Escrituras todos los días, y escucha la voz de Dios
El líder religioso Robert D. Hales ha dicho: “Además de invitarnos a tener un estudio personal y familiar de las Escrituras, nuestro Padre Celestial quiere que estudiemos con regularidad y apliquemos lo que hemos aprendido”. La lectura de la Palabra de Dios es una herramienta poderosa donde recibes las enseñanzas necesarias para tu diario vivir. Una palabra que se vincula a esa actividad es “compromiso” y otra es “congruencia”, con el compromiso te aferras a permanecer en tu fe, la congruencia te permite vivir en actos lo que has aprendido.
Paga el precio y sé como Jeremías ¿
Sueles arrodillarte y decirle a Dios en tus oraciones que te ayude en tu matrimonio roto, en la vida destrozada de tu hija por la droga, en el trato con tus familiares, en la enfermedad que te derrumba, en la ausencia que no superas? Piensa que Dios no es un supermercado, pero lo que Él quiere, son personas consagradas, “santas o separadas” para servirle, capaces de serle fiel en toda circunstancia y no aquellas que se escapan de los planes de Dios cuando las dificultades llegan o sólo le sirven cuando las papas queman.
Ora y medita
La oración individual y familiar requiere tanto cuidado y disciplina como cualquier arte o deporte. ¿Hay veces que te sientes abrumada, llegas del trabajo y sólo quieres dormir, y sin embargo hay ropa sucia, platos de todos los tamaños, niños con tareas escolares y una media docena de mascotas? Orar tal vez no es una opción; sin embargo el crecimiento espiritual comienza con las palabras: “Heme aquí”. No te conformes con mirar al cielo por la ventana; entra en él, no una mañana o dos tardes a la semana, haz de la oración y la meditación una disciplina por amor. Anímate y abre las cortinas del cielo.
Escucha y sigue a tu líder espiritual
Tal vez pienses: “¿Cómo puedo hacer esto, si mi líder espiritual es un desastre?” No lo dudo, tal vez tengas razón, pero a menos que con sus palabras te pida que hagas algo contrario a la palabra de Dios o te demuestre que deshonra con sus actos al Dios que sirve, no pongas excusas, te invito a formar fila y seguirle. No estoy diciendo que seas una flor de diente de león y te lleven de un lado a otro, te hablo de seguir las verdades espirituales que enseña y de apoyarle en su labor. Los líderes de tu denominación llevan sobre sus hombros cargas muy pesadas: acércate y dile que le quieres y agradece su servicio. Escucha sus enseñanzas, luego ve a tu casa, reúne tu familia y lee la Palabra de Dios, y si encuentras armonía con lo que crees, ¡hazlo!
Participa en la iglesia local
Es en la iglesia local donde encontramos el respaldo que a veces necesitamos, y el termostato que entibia los corazones fríos. Un encuentro semanal con Dios como familia, fortalece más que cualquier otra actividad. Como madre soltera, puedes encontrar en los líderes modelos identificatorios que animen a tus hijos, como abuela sin familiares cercanos, puedes allí sentirte amparada, como padre desorientado, otros matrimonios pueden guiarte, todos encontramos un lugar y una tarea para edificarnos y respaldarnos mutuamente. Sé un cristiano disponible, de esos que los lideres saben que pueden contar contigo. Y siguiendo los consejos inspirados de Robert D. Hales recuerda que “Cuando estamos convertidos, nos fortalecemos unos a otros”.
Comparte y anima
Cuando salgas del servicio religioso, la liturgia, o de la actividad que sea, comparte con otros lo que has aprendido y recibido ese día, así como pones 67 fotos de una visita al zoo con tus hijos, utiliza las redes sociales y comparte aplicaciones, música, archivos, que edifiquen y animen a otros a participar.
En estos tiempos el adversario puede tejer sus redes cada vez más extensas, pero ser un creyente fiel conforme al corazón de Dios, puede significar el comienzo de una brecha en su trama.