La frágil autoestima y los niños tirano

Hay un refrán en África que describe toda la cultura de la nación yoruba: "cualquier cosa que quita el hambre es buen alimento". Sabemos que esto no es cierto, como tampoco es cierto que toda autoestima es buena.

Oscar Pech

En la década de los ochenta empecé a notar, con preocupación, una rara suerte de revolución silenciosa. Era casi como si los niños se hubieran puesto de acuerdo telepáticamente, y poco a poco cada uno de ellos tomaba el control de su propio hogar. Si querían algo prohibido por sus padres, bastaba con que hicieran una rabieta, y sus papás complacían sus deseos. Puede ser que yo estuviera equivocado, pero me daba la impresión de que el simple amago de un berrinche, volvía a los padres mansos, dóciles y, sí, obedientes por completo.
Ahora, yo me imagino que el que un niño llore sin lágrimas para obtener lo que quiere es algo que siempre se ha visto (en Chihuahua hay un sabio refrán que habla de lo sano que es dejar que tus hijos lloren cuando quieren algo: “Los niños no lloran sangre”, es decir, que a veces es muy sano dejar que un niño llore: no le va a pasar nada si no le cumplimos un capricho).

En ese sentido, te invito a leer: Y a ti, ¿ya te tomaron la medida?

Pero lo que se me hacía preocupante, era que estos casos eran cada vez menos una excepción; eran cada vez más la norma. Y de los años ochenta para acá, ahora esos niños son padres, y los hijos de ahora han ido ganando más y más terreno. Por ejemplo, no hace mucho escuché en un centro comercial a una dulce criaturita dirigirse a su madre con toda la fuerza que le permitían sus pequeños pulmones, cuerdas bucales y garganta: “¡A mí no me vas a hablar en ese tono!” Y, lo que es más increíble, le funcionó. Los papeles se han invertido, y ahora los alumnos les gritan a los maestros, los hijos regañan a los padres, los jóvenes exigen un respeto que nunca dan a los adultos… el mundo parece haberse puesto de cabeza, y yo me pregunto: ¿cómo inició esto? No lo sé.

Pero si quieres saber cómo evitarlo, lee: Breve manual infalible para hacer infelices a tus hijos

Mi teoría casera dice que es algo que tiene que ver con la autoestima y, por lo mismo, hay algunas preguntas que quisiera compartir acerca de la misma:

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¿La autoestima es lo más importante a enseñar?

Yo me imagino que nadie lo sabe con certeza, pero creo que la siguiente anécdota de allá, de los años 80, puede darnos la clave. Antes de que iniciara una junta de trabajo, alguien hace la pregunta: “¿Qué es lo más importante que puedes enseñarle a tus hijos?” Y una mujer responde, de inmediato, con tono categórico: “¡Lo más importante que puedes enseñarles a tus hijas es la autoestima!” “(La autoestima no se enseña; no es una lección)”, me susurró un amigo. Y en parte estuve de acuerdo con él: uno genera autoestima en los hijos, o la inculca, o la fortalece: más adelante hablaremos de cómo hacerlo, pero no se “enseña”, como si fuera una lección. Ahora, por un momento, imaginemos que sí, que es algo enseñable. ¿Es esa la enseñanza más importante que podemos darle a nuestros hijos? ¿Qué dices tú?

¿Qué dice la religión al respecto?

Es decir, casi todas nuestras creencias vienen de la religión. ¿Qué dicen acerca de la autoestima? Es curioso que tanto el budismo, el judaísmo, el islamismo, así como el cristianismo, no fomentan la autoestima. En conjunto, en todas estas religiones más bien se habla de la negación del yo. Al menos en tres ocasiones el Señor lo dice claramente en la Biblia: “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz y sígame” (Mateo 16:24). ¿Por qué? Porque en todas las religiones citadas, una autoestima mal dirigida, fácilmente degenera en el orgullo, que es la semilla de todos los pecados.

¿Es indeseable, entonces, tener autoestima?

Claro que no, todos necesitamos tener un ego saludable: y ello implica un equilibrio tan fino, como el caminar sobre el filo de una navaja: hacer que nuestros hijos tengan un ego disminuido, que continuamente sientan que todo lo hacen mal, o que no merecen nada en esta vida, es tan malo, como el criarlos de tal forma que ellos sientan que lo merecen todo, y que el mundo gira en torno a ellos, que es el problema del que hablaba al principio de estas palabras. Ambos extremos son, a mi parecer, tan destructivos y perniciosos el uno como el otro. Es necesario un delicado equilibrio entre ambos, para poder tener una sana autoestima.
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¿Qué es, entonces una sana autoestima?

Desde mi perspectiva, una autoestima sana es una especie de “armadura de amor” que protegerá a su hijo frente a los desafíos de la vida. Tiene que ver con lo que los especialistas llaman Inteligencia emocional: Los niños que se sienten bien con ellos mismos son capaces de manejar mejor los conflictos y de resistir a las presiones negativas. Tienden a sonreír con mayor facilidad y a disfrutar de la vida. Estos niños son realistas y, por lo general, optimistas.

Permíteme terminar esta parte con un vídeo que encontré en la red, muy divertido, muy tierno, pero sobre todo, muy educativo: observa muy bien, las actitudes de los dos niños ante Pepito, cuando se presentan, cuando la silla de Pepito se rompe y, sobre todo, con los resultados finales. No te adelanto más: es claro que ambos niños viven en un ambiente diferente, que genera una calidad diferente de autoestima. Da clic aquí, y reflexiona en cuanto a la manera en que estás criando a tus pequeños.

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Oscar Pech

Oscar Pech ha dedicado su vida a la enseñanza, la lectura, la escritura y la capacitación en diferentes partes de la República mexicana. Es una persona profundamente comprometida con la familia y los valores morales.