Los anteojos que modelan el futuro de tus hijos
Como padres buscamos que nuestros hijos sean los mejores y que posean las mejores cualidades. Sin embargo, necesitamos comprender que nuestros hijos no pueden ser exactamente lo que nosotros queremos, necesitamos apreciar sus debilidades y fortalezas.
Paola López Martínez
Muchos padres tienen puestos unos anteojos especiales en donde la imagen más hermosa y recurrente que les muestran, es aquella en la que sus hijos alcanzan un éxito social: aparecen graduados y la madre, llena de orgullo y felicidad voltea a ver a su esposo y le dice: “Lo hemos hecho bien”. Otros anteojos hacen que los padres luchen para guiar a sus hijos a la realización de sus sueños. Otros anhelan su desarrollo, y que sus hijos sean más capaces, inteligentes, independientes. Finalmente, otros anteojos muestran simplemente el futuro de unos hijos felices.
Quien usa anteojos que sólo muestran el éxito social de sus hijos, establece una suerte de competencia con los pares de su prole: busca que sus descendientes sean los mejores y que posean las mejores cualidades. Ello puede ser errado por muchas razones, entre otras, porque los hijos no pueden ser exactamente lo que nosotros tenemos planeado que sean. En buena medida, la función de los padres es guiarlos y motivarlos a desarrollar sus dones y cualidades particulares, trabajando siempre sobre su propia naturaleza personal.
No hay hijo perfecto y, sin embargo, todos tenemos características especiales que nos hacen únicos. Dios tiene un plan o una obra para tu pequeño, y nadie podrá hacerlo de la misma forma en que él lo hará. Si tu hijo es generoso, inteligente, creativo, da gracias a Dios. Si es ambicioso, flojo y algo rebelde, tu tarea es alentarlo y motivarlo a depurar esas actitudes negativas. Todos somos seres hechos de luces y sombras, con cualidades y debilidades, y todos somos perfectibles, capaces de desarrollar mejores características. Te invito a que reflexiones, te quites las gafas de madre perfeccionista, y que en vez de ello uses los siguientes anteojos, que te ayudarán a modelar un futuro feliz para tus hijos:
Observa
Pon atención a todo lo que tu hijo hace, piensa y siente. Descúbrelo tal como es, quizás habrá cosas que ignorabas. Te sorprenderás. Maravíllate de todo lo bueno y considera lo que no lo es tanto para poner manos a la obra con amor.
Ora para pedir consejo y sabiduría
Recurre a Dios para pedir que te ayude a tener los anteojos que permitirán ver a tu hijo tal como él lo ve, sin esperar más. Contémplalo en todo su esplendor.
Renueva tus pensamientos
Ahora que concibes a tu hijo como un ser maravilloso con debilidades y fortalezas, necesitas tener ánimos para motivarlo a desarrollar lo que le llevará al éxito y a la vez, enseñarle a tener dominio sobre aquello que en algún momento podría causarle detenerse en el camino.
Declara cosas positivas
Permite que esos anteojos te ayuden a enfocarte en las cosas buenas que tienen tus hijos. Por ejemplo, míralo a los ojos, pon tus manos sobre sus hombros y dile: “Tú eres un niño sincero que siempre dice la verdad”. El objetivo es que refuerces sus cualidades para que ellos se sientan contentos de poseerlas. También puedes hacer que sus debilidades se vuelvan positivas al decirle: “Tú no eres peleonero, eres un niño que siempre controla su enojo”, hazle saber que tú logras ver en él a alguien que es capaz de controlar su ira y no enfocas tu atención en lo malo, con esto le harás sentir que puede cambiar.
Elimina las etiquetas
Algunos padres usan tales anteojos, que con una vez que a su hijo se le olvide hacer la tarea, ya es bautizado con el nombre de: “Juanito, tan flojo como su papá/tío/abuelo”. No importa cuántas veces haya fallado tu hijo, jamás utilices los lentes que etiquetan. Elimina de tu vocabulario el mentiroso, mal portado, ratero, gordo. Piensa que cada vez que usas los lentes que etiquetan, refuerzas su debilidad.
No siempre es fácil acostumbrarnos a usar anteojos nuevos. Aprender a ver a nuestros hijos como Dios los ve nos tomará un poco de tiempo pero, una vez comprendida esta visión, pongamos manos a la obra para motivarlos a sentirse orgullosos y valiosos de ser quiénes son; honrados de saber que Dios les ha hecho únicos e inigualables y que será Él quien se encargará de llevarles por el camino que únicamente fue diseñado para ellos.