Hice llorar a mi esposa y eso cambió mi matrimonio

Cuando mi esposa comenzó a llorar sobre su comida favorita, nuestro matrimonio cambió para siempre.

Doug Hunt

Nota del Editor: éste artículo fue originalmente publicado en el blog de Doug Hunt. Ha sido publicado en Familias.com bajo su autorización.

Nunca hemos tenido un mal año con mi esposa. Es la verdad. Ha habido momentos difíciles o estresantes, pero nunca hemos tenido grandes peleas. Le doy a mi mujer todo el crédito por eso: soy yo quien ha sido el causante de que hayamos tenido muchos de días difíciles.

Recuerdo una ocasión en la que la hice llorar. Estábamos en un restaurante en el centro de Boston. Llevábamos cinco años de casados y Emily, nuestra primer hija, tenía sólo cuatro meses. Hacía ocho meses nos habíamos mudado de Little rock (Arkansas) a Boston para empezar una iglesia en casa. Nuestra vida era acelerada y loca. Todo había cambiado.

Entonces estábamos una noche solos, comiendo en un restaurante y se me ocurrió preguntarle: “¿Cómo estás?”. No fue necesario ahondar mucho. En seguida empezó a llorar sobre su comida favorita.

La conversación que tuvimos en ese momento cambió nuestro matrimonio para siempre

Mientras hablábamos me di cuenta que, debido al trajín de la vida diaria, no me había detenido a ver como estaba ella y suponía que andaba bien. Pero eso no era tan así. Me di cuenta que no estaba cumpliendo bien mi rol de esposo. No la estaba cuidando como ella se merecía. Estaba siendo muy despistado.

El tema era que se habían sucedido grandes cambios en nuestra vida. Yo tendría que haberme dado cuenta que eso podía afectarle: la mudanza, el embarazo, ser madre primeriza, comenzar una iglesia en casa y vivir a mil seiscientos kilómetros de distancia de nuestra familia más cercana. Seguro pensarás que tendría que haberme dado cuenta de las señales que ella me daba y así poderle prestar más atención. Eso dice mucho de mí.

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Ese momento me dio una gran lección acerca de lo que significa ser el esposo de alguien

Así como la vida va cambiando, nosotros también. Y debido a eso, tenemos que ir encontrando diferentes formas de amar. No debemos creer que ya sepamos cómo hacerlo, que ese aprendizaje haya terminado. Todo lo contrario.

Por eso, era el momento de aprender a ser un mejor marido. ¿Cómo? Aprendiendo a escuchar de una mejor manera a mi esposa. Con ese objetivo, comenzamos a tener cada mes conversaciones con mucho tiempo. Eso fue asombroso. Al principio fue difícil pero, con el tiempo, esas conversaciones se han transformado en dulces momentos de privacidad.

Para que esos momentos tuviesen el efecto deseado, pusimos algunas reglas, ya que queríamos tener un diálogo saludable, sin peleas.

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Estas son las reglas que pusimos

1. Cada uno tiene un turno para hablar.

2. Es necesario ser honesto y específico.

3. Debemos escuchar al otro y NO defendernos si oímos algo que no nos gusta.

4. Debemos comprometernos a hacer las cosas de la mejor manera posible y ayudar al otro. Entonces, nos hacemos preguntas como estas:

• ¿Hay algo que necesites de mí que no estés recibiendo?

• ¿Estoy haciendo o diciendo algo que no te guste?

• ¿Estoy dándote la atención que necesitas?

• ¿Qué puedo hacer para ser un mejor cónyuge?

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Al principio nuestras conversaciones eran un poco aterradoras pero, con el tiempo, se convirtieron en momentos fabulosos de empoderamiento y amor. Ahora ya no tenemos que planificarlas, ya que se producen de manera espontánea.

A pesar de que ese momento en el restaurante fue duro, estoy muy agradecido de haberlo vivido: cambió nuestro matrimonio más que cualquier otra conversación que hayamos tenido.

Esa vivencia me demostró con fuerza que tengo una mujer amorosa. Ella me escucha, me estimula y siempre habla con la verdad. Me ama con todo su corazón, aun cuando soy un despistado.

Traducido y adaptado por Maia Fernandezde I made my wife cry and it changed our marriagede Doug Hunt