Mi hermana, mi rival, mi amiga
Si eres de esas personas que no han tenido una mejor amiga, lee éste artículo y la encontrarás más cerca de lo que puedas imaginar.
Erika Otero Romero
Me siento bendecida por tener a mi hermana, pues a lo largo de los años no sólo hemos compartido esa relación familiar, sino hemos sido amigas, cómplices e incluso rivales, ¿quién no? Pese a todas las cosas que la vida nos ha permitido vivir juntas, hay lecciones que tuvimos que aprender por separado y que de manera inevitable nos han distanciado por algunos periodos de tiempo. Pero a pesar de eso, la relación en lugar de debilitarse, se ha fortalecido.
Soy cuatro años mayor que ella y somos muy diferentes en nuestras personalidades; de pequeñas solíamos pasar mucho tiempo juntas, pero al crecer, cada una tomó caminos diferentes y, mientras ella eligió un estilo de vida colmado de amigos y aventuras juveniles, combinando eso con un fuerte apego hacia mi madre, yo, en cambio, gustaba de pasar tiempo en casa, siendo compañía continua para mi mamá, pero a la vez amaba tener mi propio mundo. Cuando tenía la oportunidad de viajar a casa de algún tío para pasar algunas temporadas lejos del hogar, no pensaba mucho en mi madre, pues ella siempre tendría a mi hermana como compañía, y así ha sido hasta el momento.
Apreciar las diferencias
Si lo analizamos detenidamente, nos daremos cuenta de que es increíble cómo las decisiones que tomamos de niños marcan de una u otra manera lo que será nuestra vida futura. Mi hermana en la actualidad es madre y yo gozo del placer de compartir todo con mi familia; encuentro agrado en estar junto a ellas y superar obstáculos se ha hecho una de nuestras más grandes destrezas.
Hubo un momento en mi vida que creí que jamás me llevaría bien con ella. ¡Me alegra haberme equivocado! Hoy estoy segura de que si tuviera una segunda oportunidad, no sería tan cruel al juzgar algunos de sus actos y cambiaría algunas cosas que vivimos juntas.
Lo que he aprendido de mi hermana
Una de las cosas que cambiaría sería no ser despiadada con ella; recuerdo que le desagradaba la Navidad, pues mientras yo la veía como una época de cambio y regalos, mi hermana se sentía sola y abandonada. Me dolían sus lágrimas, pero aprendí a ocultar mi dolor y soledad negándolos. Esto es algo que ha ido cambiando. Cuando éramos más jóvenes la veía como una persona codiciosa y con dificultades para compartir lo que era suyo. Sorpresa más grande tuve al darme cuenta que cualquiera que fuera la cantidad de dinero que tuviera, siempre procuraba tener un regalo para cada miembro de la familia (algo que yo no hacía y aprendí de ella). Finalmente, siempre la veía como alguien insensato, que hacía siempre lo que quería sin tener en cuenta lo que su familia pensara o las consecuencias que pudieran llegar a tener sus actos. ¡Cielos! ¿Quién en su vida nace con un manual de “ser correcto” para no equivocarse nunca? Fue algo que aprendí por mi propio cuello; jamás volví a juzgarla por sus errores, que desde luego, han sido menos graves que mis propias caídas.
Mi vida no sería igual sin mi hermana
Yo solo sé una cosa, y es que no podría ser la persona que soy en la actualidad si no hubiera tenido a mi hermana a mi lado, y de manera definitiva, no sé qué sería de mi futuro si ella no fuera mi mejor amiga.
Las relaciones entre hermanos no todas las veces son lo que se espera, pues a pesar de ser hijos de los mismos padres, eso no da garantías a que seamos similares en actitudes, comportamientos y personalidades; de igual manera tampoco es seguro que lleguemos a llevarnos bien, pero a pesar de eso, tener hermanos genera un vínculo que ni la muerte puede romper.