Mujer que trabaja y es poco valorada. ¿Qué puede hacer al respecto?
Así como Lidia trabajó duro con sus manos para sostenerse, tú, como mujer, puedes encontrar en su vida un ejemplo de virtud, de fe y confianza en Dios para seguir adelante.
Marta Martínez Aguirre
Lidia era oriunda de Tiatira, pero habitaba en Filipos. Muchas hipótesis se han hecho con base en su posición social y económica, pero el texto en griego de las Escrituras dice que era “comerciante de púrpura” (porfiróporis). Tal vez vendía la materia prima para el teñido de las telas, o las telas ya teñidas para la elaboración de prendas. La materia-prima de la cual se extraía la púrpura era obtenida de calamares y vegetales.
Según la biblista Ivoni Richter Reimer, en Tiatira hay muchas inscripciones y otras fuentes que atestiguan la presencia de trabajadoras y trabajadores en la producción textil, vinculada con las tintorerías. Las tintoreras extraían los colores de las raíces de una planta llamada “rubia”. Era una labor dificultosa, muy sucia e ingrata. La materia prima era triturada, salada y cocida, y para fijar el color se utilizaba la orina. Luego se dejaba en grandes depósitos para el proceso de fermentación, lo cual permitía las diferentes tonalidades, según el tiempo de maduración. Los tejidos finalmente eran secados al sol, lo que les proporcionaba un color intenso y brillante.
Si pensamos que para los romanos los trabajos artesanales eran quehaceres típicos de las clases bajas, esclavos o libertos, tal vez Lidia no fuera una representante de las clases altas, sino una mujer trabajadora, de cuya labor obtenía su sustento. Ponía sus manos en la masa gomosa para producir tinta, y olía a diario el olor de las mezclas desagradables. Quien ha pasado cerca de una curtiembre (curtidería) bien puede tener una idea de ello. La clase artesanal vivía a las afueras de Filipos, cerca de las rutas comerciales, en las proximidades del río Angites; por ahí pasaba la ruta comercial que ligaba Oriente con Occidente.
Lidia es el rostro de la mujer trabajadora en tierras extranjeras. Tal vez te sientas identificada con ella, porque pasas largas jornadas con tus manos en labores sacrificadas, mal pagadas o poco valoradas por el entorno y la sociedad; el idioma te es una pesadilla difícil de superar y la distancia de tu lugar de origen parece tan distante. De su vida y su labor puedes extraer inspiración para sentir que tienes un valor como hija de Dios:
Reúnete con otras mujeres de fe (Hechos 16: 13)
Es posible que no haya sido judía de nacimiento (su nombre es griego), pero era practicante de la fe judía. Se reunía con otras mujeres creyentes a la orilla del río, en las afueras de Filipos, para buscar a Dios en la oración. Quizás la comunidad judía en Filipos no fuera tan grande y, por ello, no contaban con una sinagoga; también se puede inferir que aquella era una reunión básicamente de mujeres.
Deja de lado las preocupaciones y reposa
Pese a su ocupada y ajetreada labor Lidia no seguía la costumbre de los comerciantes griegos de trabajar los fines de semana, sino que guardaba el día de reposo. A pesar de los afanes que debía producirle su responsabilidad, apartaba tiempo para adorar a Dios. También puedes, luego de tu reunión dominical, dedicarte a reposar al aire libre, junto a tu familia; leer un buen libro, pasear, escuchar música inspiradora, entre tantas otras cosas que te permitan mantener el Espíritu contigo.
Atiende la voz de Dios (versículo 14)
Bien podemos inferir que algo faltaba en su vida, de modo que cuando escuchó a Pablo y sus colaboradores, “el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía”. Lidia siguió los susurros del Espíritu y se dejó guiar, rindió su vida al Señor y luego, como testimonio público de su nueva fe, se hizo bautizar junto con el resto de su familia. Así Jesucristo entró a su vida y pasó a ser dueño y Señor de su existencia y de su hogar, siendo de esa manera los primeros conversos en Europa. Sé tú igual a ella, abre tu corazón y deja que Dios te hable, sigue la voz del Espíritu dentro de ti y actúa con base en ello.
Abre tu casa como lugar de encuentro para adorar a Dios (versículo 15)
Lidia no solo recibió el mensaje de Jesucristo, sino que puso su hogar a disposición de Pablo y de sus compañeros de misión, para que se iniciara una iglesia allí. Su hogar se convirtió en un lugar donde el apóstol se hospedaba y donde se celebraron las primeras reuniones cristianas en Filipos. La imagino preparando el almuerzo, o una merienda, para agasajar a Pablo y sus compañeros. Tal vez tú puedas abrir tu hogar del mismo modo: un vaso de limonada, un trozo de torta y un grupo de gente reunida para buscar a Dios pueden hacer la diferencia en tu semana ocupada.
No es inapropiado pensar que en muchos sentidos Lidia era una mujer como lo eres tú, trabajadora, llena de fe, pendiente de su casa, dispuesta a dar todo en su quehacer laboral. Pero, por sobre todo, ella fue especial en el lugar que le dio a Dios en su corazón y en su vida familiar. Si haces lo mismo poniendo a Dios en el centro de todas las cosas, si eres un buen ejemplo de imitar como mujer productiva, dedicada a los tuyos y fiel a Dios, verás cómo esa labor ardua y difícil se convierte en un acto de amor y de esperanza.