Mujeres juntas, ¿ni difuntas?

Si bien nos han enseñado que no hay peor enemigo para una mujer, que otra mujer, es momento de cambiar. La sororidad nos invita a emprender ese camino.

Aida Robles

Seguramente has escuchado muchas veces expresiones que transmiten y refuerzan algunos estereotipos de género, que dictan lo que las mujeres somos, hacemos, decimos y sentimos. Y es que así operan los estereotipos: forman discursos que justifican acciones, mismas que nos colocan en lugares específicos dentro de nuestras relaciones con otros.

Piensa en la relación con tu familia, tu pareja, tus hijos, tus amistades, tu ámbito escolar o laboral. Detente a pensar ahora, ¿cómo te relacionas con otras mujeres, en cualquiera de estos espacios? Socialmente, nos han enseñado que las mujeres establecemos relaciones de competencia con otras mujeres y que, por tanto, no tenemos peor enemigo que otra mujer. Bajo este supuesto, se nos han atribuido actitudes y sentimientos como la envidia, la presunción, el chisme, la poca solidaridad con otras mujeres y el sentimiento de que difícilmente podremos encontrar una amiga sincera a lo largo de nuestra vida.

La urgencia de la sororidad entre las mujeres

Si bien muchas de estas ideas han marcado nuestra forma de ver el mundo, hoy más que nunca es preciso detenernos repensarlas. En el marco de incesantes luchas por los derechos de las mujeres, de las expresiones de la violencia de género —desde las más sutiles hasta los feminicidios, cada vez más cercanos a nuestros entornos—, es imposible pensar que podemos permanecer al margen.

En este sentido, estudios feministas han propuesto el término desororidadpara reflexionar y proponer un nuevo tipo de relaciones entre mujeres. Este viene del latín soror, que significa hermana o compañera. La intención de esta palabra es transmitir la idea de una relación entre mujeres-hermanas, que si bien se reconocen diferentes, se acompañan en una intención común. Pero, ¿cómo reconocer y acompañar a otras mujeres? A continuación te comparto algunas ideas sobre cómo puedes ser parte de esta nueva forma de ser mujeres, con otras mujeres.

1. Comprender que todas vivimos situaciones de injusticia

Quizá sea este el paso más difícil de lograr, ya que vivimos en sociedades cada vez más individualistas en las que, si el daño, la injusticia o el maltrato no se dirige a nosotros mismos o a uno de los nuestros, difícilmente nos sentimos ofendidos o lastimados.

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Por tanto, la sororidad implica una toma de conciencia y un pacto: comprender que las mujeres vivimos en un contexto de injusticia, discriminación y violencia que nos afecta a todas, en distintos niveles y expresiones. Que una mujer gane menos por el mismo trabajo que un hombre, que a una chica la insulte su novio, a una madre la golpee su marido o que a cualquiera de nosotras nos agredan por el hecho de ser mujeres, es parte de una misma situación de injusticia. El pacto consiste entonces, en trabajar para que esto deje de ocurrir.

2. Contribuir con acciones específicas

Generalmente, cuando pensamos en problemas sociales tan grandes como éste, sentimos que no podemos hacer nada para cambiar algo tan vasto y complejo. Sin embargo, desde nuestros espacios más íntimos somos capaces de realizar cambios que se reflejen en la sociedad. Si somos conscientes de que cada una es el eslabón de una enorme cadena de mujeres, podemos crear vínculos que nos hagan más fuertes para enfrentar situaciones adversas. Por tanto, el apoyo que podamos dar a una anciana, a nuestras compañeras de la escuela o el trabajo, la participación que tengamos en grupos organizados de mujeres y el levantar la voz ante cualquier injusticia o tipo de violencia, son compromisos que debemos asumir.

3. Ser más que solidarias

Si bien la solidaridad implica un sentimiento de unidad en torno a intereses comunes, el reto al que nos enfrenta pensar y actuar desde la sororidad, es reconocer que aquello que nos reúne en interés, es el hecho de ser mujeres. Es decir, aunque existan mujeres que luchen por causas particulares que quizá no compartamos, es preciso reconocer el derecho que tienen a defenderse y pensar cómo podemos colaborar con ellas.

Entre mujeres practica la solidaridad, no la envidia

Considerarnos hermanas, compañeras y amigas, compartir experiencias, brindar apoyo emocional y buscar soluciones ante las situaciones de injusticia, es reconocer los atributos que nos han sido impuestos. Atributos que no definen lo que somos, ni lo que deseamos ser.

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Aida Robles

Aida Robles es psicoterapeuta y maestra en psicología social. Además de la clínica, se dedica a la docencia y a la investigación psicosocial.