Padre e hijo, el mejor equipo
La historia de los Maldini, padre e hijo futbolistas que conquistaron grandes triunfos en el deporte de sus amores.
Arturo Leonardo
A lo largo de la vida, los seres humanos entablamos diversos tipos de relaciones. En momentos extraordinarios, éstas pueden ser vividas como sociedades únicas, auténticos equipos que funcionan como una unidad. La importancia del trabajo en equipo radica en que, el hombre en general, aprende que no tiene toda la razón, todo el poder, ni todo el conocimiento para realizar algo. Compartir experiencias, triunfos y derrotas es una parte muy importante de establecer ese tipo de sociedad.
Así pues, ¿cuántas experiencias has vivido con amigos, hermanos o tíos? ¿Has compartido y apoyado actividades deportivas, de trabajo o del hogar? Si lo has hecho en al menos alguna ocasión, coincidirás conmigo en que es una agradable experiencia pero, compartir todo esto con un hijo, ¡vaya sueño! Es todo un lujo.
Existen muchas formas de interpretar la vida y el mundo. En algunas de ellas se ve, érronamente, a un hijo como una extensión de uno mismo: “lo que nunca se pudo ser”; se piensa algo como: “Cumpliré mi sueños truncados en mi hijo” (ojo: “en” mi hijo, no “con” mi hijo).
Proyectos de este tipo están destinados indudablemente al fracaso, pues en ellos no se respeta la individualidad de nuestra descendencia. Claro, un hijo es parte de uno, es sangre, sentimientos, energía propia. Pero la maravilla de esta realidad es dejar que todo eso se convierta, en el hijo, en una historia propia.
De esta manera, el hacer equipo con un hijo se vuelve una tarea a veces irrealizable para muchos, ya que, más que buscar un apoyo en el joven, se busca más bien imponer ideas o conceptos propios, que muchas veces son ya viciados por otro tipo de aspiraciones humanas.
Reparamos nuevamente en el deporte como gestor de historias posibles, ideas que se pueden cumplir siempre y cuando uno quiera hacerlo. De esta manera nos topamos con la fabulosoa historia de los Maldini.
Cesare y Paolo, padre e hijo unidos por una pasión: el futbol. El primero, nacido en 1932, debutó a los 20 años con el Triestina, para que en 1954, llegara al equipo de sus amores: el AC Milán, club con el que jugó hasta 1966, para retirarse finalmente con el Torino, en 1967.
Ya como entrenador, Cesare Maldini dirigió al Foggia, Ternana, Parma, la selección de Italia y el AC Milán (después entrenó a la selección de Paraguay).
Paolo Maldini, “Il Capitano” (El capitán) nació en 1968, en Milán, equipo con el que jugó de 1984 al 2009; registró más de 900 partidos oficiales con esa camiseta: el máximo de toda la historia.
Además de vivir con futbol desde que nació, Paolo tuvo en Cesare a un padre, un amigo y un entrenador. Durante los dos años que dirigió a Italia y el año con el Milán, Paolo recibió las instrucciones de su padre, pero ahora como profesional, lo que hacía la empresa más difícil: quitarse el estigma de ser “hijo del entrenador” fue algo que el talento de Maldini pudo opacar rápidamente.
Con la camiseta del Milán, Cesare y Paolo han sido la única pareja de padre e hijo que ganó una Copa de Europa: ambos eran capitanes de sus respectivos equipos, Cesare en 1963 y Paolo en 1989, 1990, 1994, 2003 y 2007. Claro, vistiendo la casaca del Milán, ambos jugando como defensas de este equipo.
El apellido Maldini es sagrado para el futbol italiano, y el mejor regalo para un padre que decidió dedicarse a patear un balón, juego que, años más tarde, su hijo perfeccionó. Y, ¿sabes qué? Christian Maldini, de 17 años, hijo de Paolo y nieto de Cesare, ya entrena, jugando como defensa, ¡sí, adivinaste! En el equipo del AC Milán.
Platica con tus hijos, quizá ellos estén más ansiosos que tú por iniciar una fantástica aventura juntos. Recuerda: no se trata de “ser” a través de ellos lo que no pudiste ser, sino de enseñar, apoyarles y construir juntos un sueño que puedan compartir, un legado que una generaciones.