Pautas para una crianza armónica
La educación y patrones de crianza familiares han evolucionado a través de las décadas, pasando por varias generaciones. Descubre si te quedaste en el pasado o estás inmerso en los cambios positivos.
Julia Tort
Desde que nací, en 1964, siendo la penúltima de doce hermanos, conviví siempre con muchos niños, bajo los patrones antiguos de crianza de mi familia, que es bastante extensa. Asistí tanto a escuelas federales mixtas como particulares, sólo para señoritas donde, aún en la actualidad, los métodos educativos que utilizan son muy singulares.
Por otra parte, he observado distintos modos en que los adultos transferimos a nuestros hijos nuestra cultura, educación y costumbres. Finalmente, por algunas décadas he estudiado de manera profesional, psicología y educación en diversas corrientes y teorías. Todo ello me ha llevado a hacer algunas reflexiones sobre la crianza, que ahora deseo compartirte:
Durante la década de los sesenta, en las familias prevalecía una educación con un alto contenido moral; los padres basaban sus principios en la idea de que la educación en casa debía impartirse como la vivieron ellos con sus progenitores. Estaban convencidos de que, si ellos fueron reprendidos duramente, también debían hacer lo mismo con sus hijos. En general, había poca o nula comunicación y los niños no tenían la oportunidad de expresar opiniones, deseos o peticiones; imperaba el patriarcado autócrata, mientras que las escuelas manejaban la rigidez y la disciplina como una forma dura de controlar y modificar la conducta e incluso la naturaleza del individuo. Si un niño era zurdo, por ejemplo, amarraban su mano para obligarlo a ser diestro, para corregir el “error”. De ahí que, probablemente, cuando escuchamos la palabra “disciplina”, viene a nuestra mente de manera inmediata una escena de tiranía y opresión.
Desde la década de los ochenta, algunas ideas comenzaron a cambiar. El mundo se abrió a una serie de teorías, hubo mayor información y mejores resultados en la educación escolar y familiar. La promoción de “métodos de enseñanza-aprendizaje” causó gran impacto: algunas de estas metodologías tienen su base en la reflexión de cómo el aprendiz adquiere los conocimientos. Algunas otras toman “la conducta” como principal medida para saber si el educando alcanzó la meta o no.
Desde inicios del siglo XXI, algunos profesionales de la conducta han puesto mayor atención al desarrollo individual del ser humano en todas sus áreas y etapas, desde la gestación. Restan fuerza a los métodos y técnicas en sí mismos y elevan la importancia de las particularidades de cada persona: sus intereses, habilidades y capacidades únicas. A partir de esto, surgen importantes teorías, sin embargo, me gustaría señalar aquí las diferencias entre dos de estas teorías:
Aprendizaje significativo, según David Ausubel
Este autor señala que, para que el individuo pueda tener conocimientos nuevos, se debe partir de los previamente adquiridos, enlazándolos de manera “significativa”. Esto es, que expresen un simbolismo personal en el que se tenga la oportunidad de experimentar activamente, involucrando todos los sentidos y emociones positivas. Por ejemplo, para que un niño aprenda las tablas de multiplicar, se debe partir de lo que él ya sabe en relación a los números, y elaborar materiales vistosos y creativos. De esa manera el aprendizaje cobrará importancia personal para el niño. Este proceso también se puede dar a través de canciones que impliquen movimientos, juegos, actividades didácticas, en dónde no se recurra solo a la memorización abstracta.
Competencias para la vida
Desde un enfoque educativo, esto se refiere a las habilidades centradas en el “saber hacer”; lo cual busca favorecer el desarrollo de destrezas competitivas en la persona, que le permiten actuar con eficiencia y eficacia. Estas actividades integran cuatro tipos de contenidos: conceptuales (saber saber), procedimentales (saber hacer), actitudinales (saber ser) y de valores (saber convivir).
La armonía entre estas dos posturas se logra gracias a la forma en que tú como madre, guías el aprendizaje de tus hijos. Aquí te doy algunas pautas que pueden ayudarte diariamente a fin de que tengas excelentes resultados:
Reconoce las destrezas y actitudes
Aprende a valorar las habilidades que tu hijo domina de manera natural. Así mismo, reconoce los puntos sobresalientes de su conducta.
Aprende a ponerte metas
en tu vida y enseña a tu hijo a hacer lo mismo. Trabajen juntos para lograrlas otorgándose siempre palabras de aliento, de empoderamiento. Se generoso en el uso de frases como: “Tú puedes”, “Eres un campeón”, “Lo vas a lograr”, “Creo en ti”, “Estamos juntos en esto”, etc.
Utiliza estímulos
Éstos pueden ser un recurso para incentivar la acción. El estímulo es aquello que tiene la capacidad de producir una respuesta; para algunas teorías, éste se encuentra vinculado con el proceso de aprendizaje. Los niños requieren de aprobación por parte de las personas a quienes están ligados afectivamente, por ello es importante que des aliento y seguridad a su identidad; reconócelo como una persona capaz y responsable de su éxito desde la más temprana edad.
Emplea otros recursos
La música, el buen humor, los juegos, el dinamismo, desarrollan la imaginación y la creatividad; éstos ayudan a poner en práctica la buena convivencia y un ambiente afectivo.
Cuida tus actitudes
Las actitudes negativas hacen a una persona derrotista, por su parte las actitudes positivas desarrollan el carácter de una persona de éxito; ésta son aprendidas y ejecutadas con persistencia. No olvides que tus hijos aprenderán por lo que vean en ti más que por lo que digas.
La disciplina no tiene porqué ser tiranía y opresión. Puede ser una manera continua de ayudar al desarrollo de tu hijo, siguiendo un orden progresivo específico. Éste debe encontrarse dirigido a favorecer que él alcance resultados óptimos en su vida. El ingrediente principal es el amor, con una mezcla de paciencia y buena voluntad.