¿Piensas que es aburrida? Te aseguro que no podrás dejarla, una vez que empieces

¿Te aburre la lectura? ¿Te cuesta trabajo leer? ¿Tus hijos dan estas razones para no leer? Es posible que la lectura en sí misma no sea el problema.

Rafael Vázquez

Un dato triste en muchos países de Latinoamérica es el que nos dice que, sacando promedios, cada persona lee apenas dos libros al año. O sea que nos tardamos seis meses para leer un libro de mediana extensión.

¿Es realmente malo leer tan poco? ¡Es catastrófico! Las personas que no están habituadas a la lectura generalmente evitan leer, y eso causa un círculo vicioso. Además, quien evita leer sufre consecuencias de todo tipo. Estos ejemplos podrán sonar ridículos, pero son algunos efectos frecuentes:

· Pierde las garantías de sus artículos electromecánicos por no leer las cláusulas ni las instrucciones de uso, o bien, firma contratos en los que hay estatutos inconvenientes.

· Depende de otros para obtener cualquier tipo de información o para entenderla mejor.

· Carece de experiencia y de un criterio fuerte para seleccionar sus gustos y formar de manera sólida sus propias opiniones.

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· Carece de la capacitación óptima que se requiere para su vida laboral.

· Se priva de uno de los placeres más gratificantes que se pueda experimentar y esto es, quizá, lo más triste

¿Por qué no leemos? Razones y pretextos

Ya que estamos en confianza, analicemos por qué tardamos tanto en decidirnos a entrar en esa misteriosa e impenetrable hermandad de gente que lee. Sabemos que existen factores que sí nos alejan del hábito de la lectura, sin que podamos evitarlos fácilmente, pero también hay excusas que oponemos para ser lectores habituales. Las razones por las que no leemos son sólo dos, lo demás son pretextos:

Razón 1. Nuestras primeras experiencias de lectura fueron frustrantes

Con alegres excepciones, la mayoría de las personas que leen habitualmente tuvieron un amigo, familiar o maestro lector. Pero si nuestro maestro, lejos de contagiarnos el entusiasmo por leer, nos abandonó a la deriva sin explicar ni cuidar nuestra lectura y sin hacer de ella algo grato, el resultado es que haremos todo lo posible por evitar leer lo que sea, y mucho menos las asignaciones de la escuela.

Razón 2. No sabemos leer

Aunque la mayoría conocemos, identificamos y decodificamos las letras del sistema de escritura de nuestra lengua madre, el nivel de alfabetización que logramos de manera individual es, en muchos casos, apenas el de leer letra por letra, como los pequeños de preescolar. Lo terrorífico es que el problema persiste hasta niveles de educación superior. En realidad no sabemos leer, pues no entendemos, asimilamos, utilizamos ni interpretamos lo que leemos. Es como si un carpintero, aun cuando poseyera madera para hacer muebles, no tuviera martillo, sierra, clavos ni pegamento.

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Para estas dos circunstancias, la solución es muy sencilla: hay que comenzar de nuevo. En un artículo futuro hablaré más a fondo de cómo superar estas contingencias. Ahora hablemos de los pretextos. Los llamo así porque son obstáculos que no tienen que ver directamente con el hábito de la lectura y que, con un gramo de voluntad, se pueden solucionar:

Pretexto 1: “Me mareo cuando leo”

Si usted realmente sufre mareos o náuseas al leer, el problema no es la lectura (aunque sí existen textos como para vomitar, hay que decirlo), sino su vista. Si siente malestar estomacal, que las letras bailan, se hacen borrosas o lo deslumbra el color del papel, es urgente ir con el oftalmólogo o con el optometrista para que le prescriba un tratamiento. No intente leer mientras viaja en autobús, metro, automóvil o carreta, no es la mejor manera de iniciarse en la lectura. Algún día logrará leer donde y como sea, pero por ahora asegúrese de que cada sesión de lectura sea una experiencia gratificante.

Pretexto 2: “No tengo tiempo”

El más común. No sólo para la lectura, sino para cualquier responsabilidad o compromiso que no reditúa beneficios económicos. La enorme mayoría de los lectores empedernidos en realidad no tienen tiempo de leer: se las ingenian para leer o sacrifican tiempo de otras actividades “importantes”.

Pretexto 3: “Me aburre leer”

Cierto, hay textos sobrecargados de datos. Y no todos los libros tienen ilustraciones. Pero en este mundo, en el que la apatía y la indiferencia nos vuelven poco observadores, acostumbrados por los medios comerciales a las miradas fugaces, los estereotipos y las obviedades, la idea de detenernos a apreciar con detalle las cosas resulta aburrida y poco dinámica. Hay que eliminar esa indiferencia y comenzar a usar la imaginación.

Pretexto 4: “No me gusta”

El más descarado. Se usa para terminar la discusión y advertir que nunca nos gustará leer. Pero para que algo nos disguste, tiene que haber sido probado, degustado, saboreado. Y quienes prueban en serio la lectura, terminan invariablemente amándola. Ya dijimos que se vale tener experiencias de lectura traumáticas, pero nunca será cierto que alguien, después de probarla, decida que no le gusta.

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Nunca es tarde para empezar

Si usted ha decidido salir de esa estadística, ya ha dado el paso más difícil. A partir de ahora, todo cambiará sólo para mejorar. Está a punto de asomarse a una ventana más colorida y viva que la televisión, escuchar una voz más elocuente y agradable que la de su locutor favorito, liberarse de las opiniones copiadas y tener la suya propia y, en fin, de entrar a un mundo lleno de placer y realización.


Contacto: rvazquezv@outlook.com

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