¿Por qué nos cuesta tanto llorar en presencia de nuestros hijos?

¿Por qué nos cuesta tanto llorar en presencia de nuestros hijos? Para ellos es un gran aprendizaje.

Oscar Pech

Esta semana he tenido la ocasión de vivenciar el poder sanador de una madre llorando frente a su hijo.

Ocurrió en el espacio que ofrezco el primer miércoles de cada mes ‘Pregunta a tu Doula’. De entre las mujeres que acudieron, unas embarazadas, otras recién paridas y otras con sus hijos más mayores, me llamó la atención una madre que vino con su hijo de 15 meses.

La manera en cómo le perseguía de un lado a otro de la sala pidiéndole que no tocara las cosas y la manera en cómo esperaba que su hijo tan pequeño le hiciera caso me hicieron pensar en que quizás desconocía qué se puede esperar de los niños en cada etapa de su crecimiento. El pequeño estaba en plena exploración del espacio, de las presentes, de la fuerza de sus manos lanzando objetos, y del tira y afloja con su madre. A mí me llegaba un niño con mucha fuerza, potente, masculino, al igual que su mirada.

Yo simplemente me limité a observar en silencio. Cuando ella tomó la palabra me preguntó justamente por la relación con su hijo, y comenzó a explicar…

“Ya le ves, es que no puedo con él, no para, es un terremoto, no se despega ni un momento de mi, no puedo cocinar, ni ir al baño sin que me reclame o llore desesperadamente, estoy todo el día sola, mi marido viaja mucho, yo dejé de trabajar para estar con él…no me he separado de él desde que nació…mis padres no viven aquí, la relación con mi suegra es distante… y yo ya no puedo más…”

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Y rompió a llorar… un llanto quebrado, roto, que nacía desde lo más profundo. Me acerqué a ella, le puse mi mano en su espalda y le animé llorar, a dejarse ir… Ella se emocionó más y se tapó la cara con las manos, “es no quiero que mi hijo me vea llorar” dijo. Automáticamente las otras madres, en un gesto de ayuda, intentaron distraer al pequeño llamándole por su nombre, y yo les pedí que no lo hicieran, que dejaran a Diego ver a su madre llorar.

¿Por qué nos cuesta tanto llorar en presencia de nuestros hijos?

Para ellos es un gran aprendizaje. Si nosotras nos ‘rompemos’, les damos permisos a ellos para ‘romperse’ y para experimentar toda la gama de emociones que nos ha sido dada en este mundo. El llanto conmueve, afloja, relaja, enternece, libera… Si no sale el llanto entonces aparece la tensión, el enfado los gritos y luego la culpa…

Cuando Diego se dio cuenta de que su madre lloraba, alargó los brazos hacia ella, abrazándola, acariciándole la cara con sus manitas… toda su fuerza se convirtió en ternura y ambos lloraron juntos. Abrazados el uno al otro. Poco a poco la mamá se fue calmando y su hijo también. Algo muy potente se liberó entre los dos. Por fin ella pudo soltar el rol de madre-que-todo-lo-puede y mostrarle a su hijo su fragilidad, sus limitaciones, su necesidad, su imperfección. Así su hijo podrá también mostrarlo al mundo y en sus relaciones.

Paula se fue diciendo que se sentía ligera, que se había quitado un gran peso de encima. Que podía respirar… y se dio cuenta de varias cosas:

1. La primera y más importante, que necesita un breve espacio a la semana para respirar, nutrirse de otras cosas y volver renovada al hogar para seguir cuidando de su hijo.

2. La segunda, que necesita más información sobre las etapas evolutivas de los niños para conocer más en profundidad qué le toca a su hijo en estos momentos y cuál es la mejor manera de acompañarle y

3. La tercera, que tiene ganas de tener algunos espacios a solas con su pareja.

La historia de Paula es la historia de muchas madres. Si no nos escuchamos, si no atendemos nuestras necesidades, el vínculo con nuestro hijo se resiente, se endurece, se tensa. Ofrecernos pequeños espacios nos vivifica, nos nutre, nos refresca…y por supuesto a ellos también.

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Mónica Manso

Addenda del 5 octubre 2013

Es difícil transmitir con palabras, en un post, la atmósfera que se creó ese día. Deseo haberlo conseguido aunque sea al menos un poquito. Para acompañarlo os dejo con el mensaje que Paula me envió después de enviarle el texto y solicitarle el permiso para publicar su historia:

Me has hecho volver a llorar…Me parece perfecto que lo publiques…y no me molestaría que estuvieran nuestros nombres…somos seres humanos con necesidades y sentimientos…Y es la vida real, muchas mamis nos encontramos atrapadas en estas situaciones, en donde nuestros hijos se convierten en nuestra prolongación olvidándonos que somos alguien, que fuimos alguien y que necesitamos por nuestro bien y el de nuestros hijo seguir siendo quien éramos…

Mónica, ahora estoy hablando con mi mami, hace 10 minutos hablamos de mi experiencia contigo…mi mami lloró y me pidió que me liberara un poco, que me quitara tantas ataduras y que buscara tiempo para mi…Y le dije que aun siento tu mano en la espalda, y el calor de tu ser que me envolvía para poder liberar mi dolor, mi frustración, mi estrés, mi tensión, mi rabia…mi todo…

Gracias, de verdad… Y te lo repito, me siento liberada…aún me quedan ganas de llorar, pero es normal, es la llovizna típica que queda después que descarga la tormenta…

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Pero por fin siento que puedo respirar más profundo…

Paula

Nota del editor: Este escrito de Mónica Mansofue publicado originalmente en su blog Maternidad consciente. Se publica aquí con permiso del autor.


El punto de vista del autor no necesariamente representa la opinión editorial

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Oscar Pech

Oscar Pech ha dedicado su vida a la enseñanza, la lectura, la escritura y la capacitación en diferentes partes de la República mexicana. Es una persona profundamente comprometida con la familia y los valores morales.