Romeo y Julieta: la verdadera moraleja para tus hijos adolescentes

Si amas la historia de Romeo y Julieta porque narra tu ideal de amor perfecto, NO leas este artículo.

Rafael Vázquez

Sólo con oír esos nombres juntos se nos iluminan los ojos y nuestra alma se enternece con el amor inocente y desbordante de dos adolescentes que desafiaron al mundo para estar juntos. “No hay historia más romántica ni intensa”, dirán muchos.

Intensa, sí. Romántica, tal vez, si tomamos la palabra romántico en el sentido de infatuación o limerencia (prometo escribir sobre estos temas en alguna ocasión posterior). Pero toda persona que esté en su sano juicio —¿qué enamorado lo está?— sabe que ningún sentimiento desbordante puede ser totalmente inocente. Acaba por ser peligroso.

Y es que todos nos rendimos ante la muerte de los jóvenes amantes como si se hubiera tratado de un mutuo sacrificio abnegado en favor del ser amado, cuando en realidad ambos suicidios son el resultado de una rabieta por saberse cada uno imposibilitado de darse el gusto de estar al lado de su objeto del deseo.

Entonces, ¿no es una historia hermosa y romántica?

El precedente más antiguo conocido de la historia de Romeo y Julieta, es un relato de la mitología griega: dos adolescentes, Píramo y Tisbe, se conocen mediante una grieta en la pared que divide sus casas. Se enamoran y después de muchos días de prometerse amor eterno deciden verse fuera de sus casas para entregarse a su amor. Pero una confusión circunstancial, parecida a la que sufren los veroneses más famosos, hace que Píramo crea que Tisbe ha muerto y él se entierra su espada en el corazón. Cuando Tisbe descubre muerto a su amado, ella se provoca la muerte con la misma espada.

Ese relato data de unos 1200 años antes de que William Shakespeare tomara, para una de sus obras, un cuentito popular que se usaba en Europa para disuadir a los adolescentes de andar buscando novios. La gente narraba el infortunado amorío de los adolescentes y terminaba diciendo: “Si sigues de novio, los dos terminarán como Romeo y Julieta”.

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¡Qué exagerados! A simple vista, el que dos jovenzuelos terminen muertos por no poderse aguantar las ganas de entregarse al amor, puede parecer un castigo desorbitado. Pero a nivel simbólico, es una idea bastante bien fundamentada.

Todas las decisiones que toman Romeo y Julieta no se tomaron después de una calmada y sobria meditación. Ellos no piensan en un futuro, en una vida frugal, productiva, y mucho menos planean pasar ratos difíciles y desafíos amargos. No: ellos sólo piensan en la satisfacción inmediata de sus urgentes deseos sentimentales y carnales, que son emociones muy nuevas en sus vidas corporales y psicológicas, y que por lo tanto, tienen que aprender a manejar.

Así, se enamoran de la belleza por impulso, se casan por impulso, Romeo comete un crimen por impulso, Julieta finge su muerte por impulso, Romeo se suicida por impulso y Julieta sigue este mismo patrón. Incluso el fraile Lorenzo, cuya intención final era reconciliar a las familias Capuleto y Montesco mediante el retoño que naciera del amor de esos hijos enamorados, tiene que lidiar con la culpa de haber validado con el matrimonio un amor que estaba prohibido por una ley superior: la de obedecer, la que dicta que no se puede adelantar la madurez y toda precocidad puede derivar en daño.

Y a mí, ¿qué?

Tal vez la historia de Romeo y Julieta nos fascine porque nos recuerda nuestros años de adolescentes, en los que no medíamos las repercusiones de nuestros actos, la mayoría de los cuales estaban destinados únicamente a satisfacer nuestros deseos y caprichos.

Pero también podemos darnos cuenta de que, en la medida en la que fuimos obedientes a los límites impuestos por nuestros padres, maestros, líderes morales y espirituales, logramos desarrollar prudencia, firmeza de carácter, paciencia y perseverancia, además de interés por los demás, empatía y sacrificio, lo que constituye la base del amor genuino.

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¿Cuál es la lección de Romeo y Julieta?

Un amor verdadero no puede conducir a una destrucción sin sentido como la que acabó con la vida de los jovencitos. Sus muertes fueron absurdas, imprudentes, desproporcionadas y totalmente innecesarias.

En los libros escritos para los adolescentes, así como en la vida real, hay infinidad de ejemplos de verdadero amor romántico, dramático, emocionante e inspirador que podemos usar para ayudar a nuestros hijos jóvenes a entender la verdadera naturaleza del amor.

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