Tu hijo es tu obra de arte personal
La paternidad es para toda la vida, no solamente para los días de medallas y campeonatos. No tienes ni idea de lo importante que eres en el desarrollo de tus hijos como personas.
Marta Martínez Aguirre
En uno de mis lienzos favoritos del pintor holandés Rembrandt, El regreso del hijo pródigo, de los cinco personajes masculinos que aparecen, sólo dos cobran real importancia. Puedes sentir el olor al estiércol y el ruido del hambre en el estómago del joven arrodillado que recuesta su cabeza sobre el regazo de su padre anciano. Alcanza con mirar sus pies: el izquierdo tiene una clara cicatriz y el derecho muestra la sandalia destrozada como su vida el día que decidió huir lejos a recorrer el mundo. De los andrajos todavía sale el olor al pelo húmedo de los cerdos y a las noches de borrachera tirado en las calles.
Frente a él está retratado el padre, quien se inclina levemente para sostener a su hijo. En su rostro hay gozo, el hijo perdido ha vuelto a casa. Cuando lo vio llegar, desde lejos, corrió a su encuentro, nunca antes había sentido tan fuerte que el amor retumbara en su pecho. La luz baña su rostro de padre dichoso, para guiarnos a la dulce mirada hacia abajo donde se encuentra su hijo a sus pies. Aunque son las manos las que demuestran ese abrazo añorado quién sabe cuántas noches de desvelos.
El cuadro se inspira en la Parábola del hijo pródigo, contenida en la Biblia. Pero puede ser una de las tantas escenas de tu vida si te permites que tu retrato junto a tu hijo se limite a unos breves momentos en su vida.
Desarrollo emocional saludable
Cuando eliges junto a él sus zapatos nuevos o le ayudas a untar el pan con manteca por las mañanas, te libras de horas enteras en interconsultas entre especialistas. La interacción padre-hijo favorece un excelente desarrollo emocional en los niños y permite que crezcan seguros y confiados. Permite que sean afectuosos con las otras personas y afirma su identidad en la multitud de pares.
Contacto afectivo y lúdico
Eres de vital importancia en la vida de tus hijos. El tiempo que dedicas a jugar en el patio posee un encanto mayor que las pulgadas del plasma y contribuyen muchísimo a su salud emocional. El juego de un padre con un hijo, genera algo más que risas y momentos inolvidables, construye el psiquismo infantil y desarrolla autoestimas resistentes.
Las conductas regresivas huyen despavoridas
¿Sabes que los niños en edad preescolar tienen tendencia a expresar la ausencia paterna a través de regresiones dolorosísimas para su desarrollo? Tu presencia permite que la pérdida de control de los esfínteres, el insomnio, y las rabietas, sean palabras en boca de otras familias. Y si tu hijo es adolescente, tu mirada contenedora, y tu escucha cotidiana no generan síntomas depresivos, sentimientos de soledad ni enojos clandestinos con olor a conductas adictivas.
Autorregulador de conductas y emociones
¿Has visto una madre gata enseñando a jugar a sus gatitos? Cuando ellos muerden fuerte, ella les muerde lo suficiente como demostrarles que se han excedido y quién manda. Cuando tus hijos crecen a tu lado, aprenden a modular sus impulsos agresivos, porque tú los guías cuando se han excedido y cuando tienen que reconocer sus equivocaciones. Además aprenden a reconocer como manifestar su angustia al ver que tú también eres de carne y hueso.
Conductas de autocuidado
Cuando le colocas en su mochila la botella de agua para que lleve a la escuela, estás hidratando también su sentimiento de seguridad. Los niños que ven que sus padres se ocupan de ellos, aprenden a autocuidarse y se manifiestan más seguros que aquellos que no cuentan con la figura paterna a su lado.
La paternidad es para toda la vida, no solamente para los días de medallas y campeonatos. Convierte los prejuicios en ruinas, y diles a los que te dicen que no es de hombres dedicarse al cuidado de los hijos que tú eres un padre merecedor de que la vida junto a ellos, sea retratada en los museos más importantes de Bellas Artes.