Ser agradecidos en toda circunstancia, una cuestión de actitud
La gratitud por las todas circunstancias que vivimos nos ayuda a encontrar verdadera paz y calma, tanto en la felicidad, como en la tristeza.
Elizabeth González Torres
“¿No tenemos razón para estar llenos de gratitud, a pesar de
las circunstancias en las que nos encontremos?”
Dieter F. Uchtdorf
Al pensar en los buenos días que hemos tenido a lo largo de nuestras vidas, solemos mostrar agradecimiento por las bendiciones que nos fortalecen y nos hacen sentir bien, por los momentos cubiertos de felicidad, por los comienzos renovadores cargados de aventura y emoción. Agradecemos constantemente a Dios por las mañanas radiantes y cálidas que nos llenan de alegría. Por naturaleza, los seres humanos nos inclinamos a sentir gratitud hacia las cosas buenas que nos suceden, porque es más sencillo agradecer por esto, que por los problemas, desafíos y desesperanzas que nos sumergen, con menor frecuencia, pero con más impacto.
Si pudiéramos determinar cuántas buenas y malas experiencias hemos tenido a lo largo de nuestra vida, nos percataríamos que gran parte de nosotros hemos sido felices la mayor parte del tiempo, sin importar las dificultades ordinarias que suelen obstaculizar nuestros caminos. Tenemos un cuerpo, salud y familia: tres de las cosas primordiales que todo hombre y mujer debe tener para alcanzar la verdadera felicidad. Sin embargo, cuando accidentalmente nos remontamos a las vivencias adversas y dolorosas que hemos tenido que enfrentar, o cuando nos encontramos justo en el punto culminante de una dificultad, solemos reaccionar con amargura, ira y un sinfín de reclamos. La muerte de un hijo, el secuestro de un ser querido, la pobreza que nos asfixia, el desamor, el desempleo e incluso, la frustración porque no se cumplan nuestros sueños, son el tipo de circunstancias ante las cuales parecería casi imposible proyectar una actitud colmada de gratitud.
Sintamos gratitud por los desafíos que enfrentamos
Quizás, podríamos preguntarnos, ¿cómo puedo agradecer a Dios por las cosas que me ha quitado o de las que me ha privado? ¿Cómo mi gratitud puede sanar el sufrimiento que parece agotarme sin medida? ¿En qué cambian mis circunstancias desafiantes, si tomo una actitud de agradecimiento ante ellas? A continuación, descubramos cuáles son algunas de las razones por las que ser agradecidos nos aligera la carga y nos ayuda a extraer lo mejor de nosotros mismos, cuando todo parece estar perdido.
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Agradecer a Dios por aquello de lo que carecemos nos acerca más a lo que en verdad necesitamos. Debido a que pocas veces podemos ver las muchas y variadas opciones de personas y proyectos que nos rodean, cuando inesperadamente desaparecen de nuestra vida (o quizás jamás los vemos llegar), tendemos a reclamar a Dios, por no darnos o por quitarnos lo que creemos es mejor para nosotros. Pero, comprender que las dolorosas pérdidas y las largas esperas no tienen otra razón de ser, más que preparar y darle paso a aquella persona u oportunidad que realmente necesitamos en nuestras vidas. Circunstancias como esta nos hacen mostrar gratitud por aquellas tristes experiencias que nos han preparado para algo mejor. He ahí la importancia de agradecer por cada punto que marca un final y, al mismo tiempo, un nuevo comienzo en nuestra existencia.
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La gratitud alivia la amargura y sana el sufrimiento que emerge de la desesperanza. En más de una ocasión, todos hemos tenido que vivir situaciones en extremo dolorosas y desgastantes, que nos pueden llevar a perder la esperanza. Podemos llegar a sentir cómo las raíces de la amargura y el sufrimiento se entierran con fuerza en nuestros corazones, debido al agotamiento que trae consigo toda prueba o desafío terrenal. El mal humor, la ira, la indiferencia y la melancolía, se pueden volver visitantes demasiado frecuentes en nuestra persona, si no tenemos el cuidado de dejar que la cura denominada “gratitud”, nos alivie el espíritu y el corazón cansado. Si nos descubrimos con un gesto adusto en el rostro todo el tiempo, si no disfrutamos ver a la familia a nuestro lado, si nos sentimos solos todo el tiempo, es el momento de agradecer por las pruebas que tenemos y pedir que lo dulce de la gratitud contrarreste la amargura de las adversidades. Dejemos que el agradecimiento se convierte en el agua vivificadora de nuestra esperanza, en los días de dificultad.
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Ser agradecidos ante cualquier circunstancia, es una cuestión de actitud que todo lo puede cambiar. Dieter F. Uchtdorf, que de niño vivió los estragos de la Segunda Guerra Mundial y tuvo que vivir como refugiado mucho tiempo, dijo lo siguiente en un discurso pronunciado en abril de 2014: “Podemos escoger ser agradecidos, pase lo que pase”. Ser agradecidos en los momentos de alegría y en los momentos de tristeza, es una elección que siempre tenemos a nuestro alcance, pero que casi nunca podemos ver. Demostrar gratitud en circunstancias rodeadas de bienestar, nos vuelve mejores personas, a quienes se puede admirar y respetar. Pero demostrar agradecimiento en circunstancias desafiantes, nos transforma en verdaderos maestros de la vida, que todo lo merecen, que todo lo pueden hacer y sobre todo, que todo lo pueden cambiar con una simple sonrisa. Quizás los problemas no desaparezcan, pero sí podremos encontrar la solución a ellos o la fuerza necesaria para seguir adelante, hasta encontrar el fin de los mismos.
Recordemos que siempre tenemos la libertad de elegir la gratitud como un modelo de comportamiento que podemos poner en práctica ahora mismo, sin importar si hay sonrisas de gozo o lágrimas de pesar en nuestro corazón.