Si la vida te da limones, prepara limonada (parte I)
Todos hemos tenido días muy poco gratos, pero incluso de esos días, podemos tomar grandes enseñanzas. ¡Si yo pude, tu también puedes sobrevivir al peor día de tu vida!
Isis Lugo
Todos tenemos en nuestra mente cuál ha sido el peor día de nuestras vidas, ese en que se cumplió por completo la ley de Murphy: (“Si algo puede salir mal, va a salir mal“) y en el cual solo faltó que te cayera un rayo, o que un perro te mordiera. Lo curioso es que, por muy mal recuerdo que se tenga de ese día, en realidad no es el peor: en esta vida uno nunca toca fondo y en algún momento de seguro habrá un día todavía peor. Pero no te agobies, puedes sacarle el mejor partido al peor día de tu vida. ¿Quieres saber cómo?
La historia empieza una noche en la que mi hija despertó cinco veces. No, no una, no dos, sino cinco. Ya te imaginarás como amanecí al día siguiente, con solo un poco más de dos horas de sueño acumuladas entre las pequeñas siestas que logré hacer y viendo en el reloj que me había despertado media hora después de lo habitual. ¡Oh, no! corrí por toda la casa para arreglarme, peinarme, cambiar a la bebé y extraerme la leche materna que iba a dejarle a mi bebé ese día, pero para mi sorpresa no salió nada. Bien dicen que cuando una está estresada, la leche no sale. Suerte que tenía un poco en el congelador y así salimos de la casa. Mi trabajo queda fuera de la ciudad por lo que tengo que viajar cuarenta minutos diarios en carretera para ir, y otros tantos en el regreso. Todo iba bien hasta que a medio camino me percaté que tenía muy poca gasolina, ¡Oh, no! ¡Otra vez! Logré llegar a la gasolinera del pueblo justo antes de que se consumiera la última gota solo para percatarme que tenía cinco minutos para cargar gasolina y llegar a tiempo al trabajo. Otra vez a correr. Logré llegar unos dos minutos tarde y ya me estaba esperando un mundo de trabajo que por fin logré medio terminar a mi hora de salida, ¡solo para darme cuenta de que había perdido las llaves de mi auto!
Estaba en un pueblo lejos de mi casa, sin las llaves de mi auto y con mi pequeña, que estaba hambrienta, en casa de mi mamá. ¿Qué iba a hacer? Busqué las llaves por todos lados, pregunté a muchas personas, vacié bolsas y botes de basura, pero no aparecieron mis llaves.
Estuve a punto de llorar varias veces, algunas de gritar, otras de culparme a mi misma o a los demás del mal día que estaba teniendo, pero me detuve un poco y recordé como habían terminado otros malos días antes: sintiendo vergüenza por todo lo que había hecho y dicho, así que decidí que si la vida me daba limones, iba a preparar limonada.
No fue fácil, tuve que hablar con mi esposo y ver la forma de ir a la ciudad por la bebé, por la llave de repuesto y regresar al pueblo. Me tuve que aguantar los comentarios donde me recordaban lo descuidada que era y varias veces estuve a punto de caer, pero recordaba mi meta y poco a poco fui encontrándole un poco de humor a la situación.
Conseguí que unos compañeros me llevaran a casa de mi mamá, que me prestaran un auto, viajar de regreso a una hora que hacía mucho calor, manejar por terracería, tener que inflar nuevamente una llanta del auto, esperar veinte minutos a que dejara de pasar un cortejo fúnebre y muchas otras cosas que más de una vez me hicieron casi perder la paciencia, pero recordaba esa determinación, y poco a poco el buen estado de ánimo volvía.
Así, terminó el día y sobreviví, sin dañar a nadie, ni siquiera a mí misma. Es posible superar un mal día, lo sé, pero requiere muchísimo esfuerzo y no siempre funcionará, pero valdrá la pena el intento. Puedo decir que después de todo lo que pasé, pude aprender varias cosas que creo que pueden aplicar a cualquier situación:
Los seres humanos somos más fuertes de lo que pensamos
Yo creo que es muy sano tener en la mente este pensamiento: no importa la situación que nos toque vivir, si está en nuestro camino, es que tenemos la capacidad de salir adelante.
Es mejor ocuparse, que preocuparse
Aun cuando conocía esa frase desde hacía tiempo, no la había comprendido cabalmente sino hasta ese día. A veces pasamos tanto tiempo pensando en lo que puede ocurrir (el futuro), o culpándonos por lo sucedido (el pasado), que nos saboteamos a nosotros mismos la oportunidad de ser creativos y buscar la solución a las pruebas en el presente.
Todavía hay personas buenas en el mundo
Con todas las malas noticias que vemos a diario en los medios de comunicación, a veces podemos pensar que no existe ya la bondad en el mundo, pero yo descubrí que sí, mis compañeros, a pesar de que implicaría un gasto y esfuerzo extra al traerme con ellos a la ciudad, lo hicieron desinteresadamente, solo para ayudar.
La actitud lo cambia todo
Ver las cosas desde otra perspectiva me permitió afrontar los problemas de una manera que nunca me imaginé, con buen ánimo, esperanza y confianza en mí misma y en las personas que me rodeaban pude superar todo con buen ánimo.
Este día cambió mi vida por completo, lo que aprendí nunca lo olvidaré, siempre estará ahí para recordarme que hay una salida para los problemas y que aunque no estén totalmente resueltos, podemos darle la vuelta preparando una rica limonada de buenas experiencias con esos agrios limones que a veces nos da la vida. Ahora, si quieres saber cómo vencer tus días malos, te recomiendo que leas la segunda parte de este artículo.