Sintieron que el mundo se les venía encima con la enfermedad de su “pequeña”. Ahora te toca a ti aprender de ellos

Creemos que podemos determinar el destino de nuestros hijos, sin embargo en las pruebas de la vida, hay ocasiones que debemos hacer un giro inesperado

Jossy Andrade Batalla

Al tener a nuestro bebé en los brazos por primera vez, nos damos cuenta que son tan pequeñitos e indefensos que nuestro primer impulso es planear una vida completa para ellos. Nuestra imaginación vuela y pensamos cómo serán desde que pase su primer mes, cuando sonría, al sentarse por sí solo, al gatear o caminar; después el jardín de niños, primaria, secundaria, ¡un adolescente!, seguirá creciendo y será un profesional, con un matrimonio y una familia hecha. En el transcurrir de los años, vamos viendo ese logro poco a poco y de momento puede presentarse una prueba donde pareciera que la vida de los hijos queda truncada y los planes tienen que cambiar por completo.

Lucy y su esposo tuvieron la oportunidad de ser padres después de anhelar muchos años la llegada de su bebé, al fin una hermosa muñeca de cabellitos dorados, Beth. Si bien ella había nacido de tamaño y peso normal nadie se percató que su crecimiento físico era lento aunque su desarrollo mental era igual que de cualquier otro niño. Después de entrar al jardín de niños y de asistir a la primaria, Lucy observo que Beth era más pequeñita que sus compañeras, y a pesar de que el médico de la familia dijo que su peso y tamaño eran adecuados uno en relación del otro, decidió llevarla a un especialista y tras asistir a varias consultas y a un sinfín de estudios, Beth resultó tener una enfermedad que no le permitía crecer ni desarrollarse como cualquier niña y tendría que vivir con eso toda su vida.

Como padres se sintieron frustrados por un momento, pues sus planes para Beth serían tan diferentes de lo que les esperaba, al mismo tiempo el miedo al reto de que su hija viviera tan normal como cualquiera de sus amiguitas y hasta de sus hermanas que habían llegado después. El pronóstico de los doctores para Beth era que no podría desarrollarse como las demás niñas y que su destreza mental no podría seguir el ritmo de sus compañeros. Sin embargo, en casa la única diferencia para todos fue que era pequeña; por lo que hoy Beth es una hermosa joven que ha logrado desarrollarse tan normal como cualquiera, obviamente con los cuidados propios. Pero, ¿cuál fue la fórmula?

He aquí lo que los padres de Beth decidieron hacer para que gozara de las mismas oportunidades en su vida que otro niño, a pesar de las dificultades físicas y que te comparto, con la esperanza de que te sean de utilidad:

1. No mentirle en cuanto a su enfermedad

Al hablar claramente y explicarle la situación de su enfermedad, permitió que ella supiera cuales serían sus síntomas y cómo cuidarse, aplicarse su medicamento en tiempo y forma. Aunque al principio fue difícil aceptarlo, le ayudó a sentir alegría de despertar cada día.

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2. Recordarle que tiene un valor como persona

Una enfermedad no tiene la fuerza de hacer que alguien sea menos, al contrario, es la oportunidad de ser una guerrera en cada pasito día a día. Sus padres siempre le ayudaron a saber esto y que vale mucho más por su corazón, su espíritu y su mente que por su aspecto físico

3. Que toda la familia se involucre

Es importante que todos estén involucrados en la situación de alguien que padece una enfermedad, pues necesitará ayuda para entender sus malestares y hasta su humor variante por lo que está sintiendo.

4. No compadecerla

No compadecer a una persona enferma y tratarla de forma normal hará que sea más fuerte, que acepte que es diferente y que a pesar de las circunstancias todo lo puede conseguir aunque tenga que esforzarse más que otros.

5. Hablar con sus maestros de la situación

No con el fin de que le ayuden a pasar el grado, sino para que le apoyen si no entiende o si es más lento en terminar y puedan tenerle paciencia, pero no lástima.

6. Darle responsabilidades

Aún con sus propias dificultades, y dentro de lo que pueda realizar darle responsabilidades en el hogar; no hay mejor cura que sentirse útil.

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7. No hacer la diferencia con los demás

Si convive con otros hermanos, primos y hasta con los amigos, es importante que su trato sea parecido al de todos, tanto en la forma de vestir como en los juegos; quizá habrá que adaptarlos pero si es similar la relación su aceptación propia y la de los demás será normal.

8. Enseñarle que todo lleva un esfuerzo

Aunque haya días en que quiera desistir o sienta depresión por lo que le pasa, hay que insistir; la constancia y la rutina tienen un propósito y su esfuerzo traerá satisfacción a las cosas que haga.

9. Creer en ella

Cada logro, cada acción que decida hacer hay que creer que puede, aunque no estén cerca como papás, la seguridad de dejarla hacerlo permitió que ella viera que podía hacer lo que los demás hacían.

10. ¡Ser agradecida con Dios y sonreír!

Cuando Beth y Lucy tenían la oportunidad de estar en el hospital, Lucy le enseñaba que tenían que dar gracias pues siempre habrá alguien más enfermo y con mayores necesidades; y que una sonrisa siempre hace la diferencia en cómo tomar las pruebas de la vida.

Al tener en casa a un hijo que tiene una deficiencia física es una bendición, pues son chicos que aman la vida y nos enseñan que a pesar de las cosas que tienen que pasar, tienen un don para bendecir a los que están a su alrededor. Ayudarles a ser fuertes les permitirá lograr lo que deseen, a pesar de sus limitantes, porque para ellos como para cualquiera, ¡el límite es el cielo!

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