¿Sientes que todo es tu culpa? Entonces debes leer esto

Si la culpa te carcome y paraliza, este artículo es para ti.

Marilú Ochoa Méndez

Es muy fácil señalar con el dedo. Algo incomoda y se pasa a escupir algún comentario duro sobre la razón por la cual las personas hacen aquello que “no me parece bien”. Si te ha pasado que se te juzgue, entenderás de lo que hablo. Es un sentimiento terrible, ¿verdad? Y, ¿qué sucede cuando el dedo acusador proviene de ti misma? ¿Qué ocurre cuando, después de una experiencia negativa o desafortunada, el juicio y etiqueta nace de ti y para ti?

¿Es útil sentir culpa?

Existe una culpa positiva: la que surge cuando en tu corazón sientes que algo va mal, que alguna acción tuya ha lastimado a alguien o te ha traicionado a ti misma. Es positiva porque te impulsa a resarcir el daño. Y existe una culpa dura, paralizante y pesada, que proviene del desánimo y de la recriminación. Con esta última es con la que quiero que trabajemos.

Si la culpa es trampolín para ser mejor mujer, madre, esposa y amiga, ¡enhorabuena! En cambio, si la culpa es un grillete pesado y ruidoso que te recuerda con cada paso lo terrible e incapaz que eres, ¡alto! Es momento de hacer un cambio ¡ya! Aquí te doy unos consejos para ayudarte a soltar el peso de tus culpas.

1. ¿Hiciste algo malo? Acéptalo

Tal vez no has sido la esposa más paciente y cariñosa; incluso has sido hiriente e irrespetuosa. Has golpeado a tus hijos sin razón o dejado que se te suban a las barbas (que vivan sin límites). Has alejado a tus amigas o a tu propia familia. Acéptalo. Mírate desde fuera y analiza el por qué. Busca el motivo oculto que te ha hecho actuar de esa manera. ¿Estás muy presionada? ¿Te sientes sola? ¿Qué ocurre? Observa sin emitir juicios.

2. Mira qué sucede con los tuyos

¿Qué ocurre en tu esposo cuando te comportas así? ¿Qué provocan tus gritos o golpes con tus hijos? ¿De qué te pierdes ahora que no ves más a tus amigas? Enlista, reflexiona al respecto.

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3. Da un paso adelante, imagina

Siéntate. Imagina que eso que haces que no está bien, no ocurre. Visualiza un día completo en que cambias esa situación. Imagina tus reacciones, imagina las reacciones de los tuyos. Imagina que dejas ir lo que te detiene y das muchos pasos adelante.

4. Libérate de los remordimientos

Cambiar es difícil. Es preciso tener valor y mucha, mucha esperanza. Es necesario mirarte con más amor del que te has tenido nunca y saber comprender que caer continuamente y repetir los errores, no te hace peor persona. Solamente te hace humana. Recomenzando demuestras más amor que el primer día que te propusiste cambiar. Libérate de tus ojos acusadores, haz que se resbale la mirada dura y continúa tu camino, limpiándote el polvo del suelo. Sé consciente, harás eso hoy, mañana; pero después de un mes, te será más fácil levantarte, hasta que te acostumbres e incluso lo disfrutes.

5. Usa recordatorios

Escribe quién eres, lejos de lo que has hecho mal: eres la obra perfecta de Dios, una persona única e irrepetible que tiene experiencias de vida valiosas que la harán aún mejor. Lee todas las mañanas ese enunciado; anímate a creértelo y demostrártelo con cada esfuerzo.

En el capítulo 8 del libro de Juan, en el Nuevo Testamento, se narra que una mujer, quien había sido sorprendida en adulterio, es presentada ante Jesús. Los escribas y fariseos presionaban a Jesús para que la juzgara. Según la Ley de Moisés, ella debería ser lapidada para pagar por su falta. Entonces, Jesús dijo: “El que de entre vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella” (Juan 8:7). Poco a poco, quienes la acusaban fueron alejándose, uno a uno, hasta quedar solos Jesús y la mujer: “Y enderezándose Jesús y no viendo a nadie más que a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te ha condenado? Y ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más” (Juan 8:10-11).

Así, el único que podía juzgarla, el único libre de pecado, fue quien la miró con ternura. Tú puedes pedirle a Él que te ayude para que logres juntar los jirones que has dejado en tu lucha diaria y seguir caminando. ¡Tú puedes! Libera la culpa, y comienza la acción.

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Si deseas profundizar en el tema, lee Con acciones enseña a tus hijos a amar al que va por el camino

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Marilú Ochoa Méndez

Enamorada de la familia como espacio de crecimiento humano, maestra apasionada, orgullosa esposa, y madre de siete niños que alegran sus días. Ama leer, la buena música, y escribir, para compartir sus luchas y aprendizajes y crecer contigo.