Sacude de tu cuello las garras del miedo a sobresalir y el conformismo

¿Alguna vez has sido la única persona que piensa diferente en un grupo? El miedo que tienes de ser ridiculizado es el mismo miedo que te impedirá sobresalir. Sacude de tu cuello las garras del miedo a sobresalir y el conformismo.

Rafael Vázquez

Es asombroso cómo los seres humanos estamos condicionados por la presión de la sociedad. El estudio del doctor Ash renovó la discusión filosófica sobre la libertad del ser humano: se asume que somos libres para decidir nuestro rumbo en la vida, pero este tipo de experimentos ponen en entredicho esa libertad.

Si te sientes suficientemente amenazado por el entorno como para no defender lo que tú sabes que es correcto, no solamente terminarás apoyando la opinión de los demás, sino que es posible que termines actuando como actúan los demás, sin fijarte en cuán correcto o perjudicial es.

Experimento con cómplices

Hace más de sesenta años Solomon Asch, un psicólogo renombrado, hizo un experimento sobre la conducta humana: en una sala hizo pasar a ocho jóvenes voluntarios, siete de los cuales sabían la naturaleza genuina de la prueba (entraron como cómplices del doctor); el número ocho creía que se trataba de un examen de agudeza visual, pues se les mostraban tres líneas verticales de distinta longitud y una cuarta, separada del resto, que medía exactamente lo mismo que la primera. Asch les pedía a los voluntarios que dijeran en voz alta cuál de entre las tres líneas verticales era de igual longitud a la línea apartada. Intencionalmente les solicitaba primero su respuesta a los “cómplices” para que el participante “conejillo de indias” respondiera al final.

Era un ejercicio extremadamente sencillo de responder. Sin embargo, los “cómplices” daban una respuesta incorrecta, pero todos la misma y cuando le llegó el turno al último, él tenía la opción de responder lo que percibía que era la respuesta correcta.

Miedo a dar una respuesta correcta

Por alguna razón, la mayoría de los “conejillos de indias” decidieron dar la misma respuesta incorrecta. Cada grupo de ocho personas debía responder a 18 ejercicios del mismo tipo y en total hubo 123 “conejillos de indias”, pero solamente 25 por ciento de ellos señaló la respuesta correcta, que en todas las ocasiones era una respuesta distinta a la que los siete “cómplices” habían dado.

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La investigación no terminaba ahí. Tras el ejercicio pasaban a una pequeña entrevista donde se les explicaba la verdadera intención del experimento y se les preguntaba si sus respuestas eran realmente las que habían querido dar. Todos los del universo de 75 por ciento que habían respondido mal, dijeron que sí habían distinguido perfectamente cuál era la línea correcta, pero que no lo habían dicho por no romper la concordia del grupo y por miedo a ser ridiculizados.

Seguir a la multitud

Como parte de sus conclusiones, el doctor Asch escribió: “La conformidad es el proceso mediante el cual los miembros de un grupo humano cambian sus pensamientos, decisiones y comportamientos para encajar en la opinión de la mayoría”.

En una ocasión escuché a un prominente líder de opinión contar esta anécdota: mientras cursaba la secundaria, un día, para manifestar su inconformidad por haber sido asignados a un edificio que no les agradaba, los miembros de una clase decidieron no entrar a sus sesiones en todo el día (él formaba parte de esa clase). Hicieron una especie de “huelga” estudiantil de solamente un grupo. Cuando el director de la escuela se enteró, al día siguiente les impidió la entrada a la escuela si no traían una nota de sus padres justificando las inasistencias que había provocado su protesta. El chico volvió a casa, explicó a su madre lo que pasaba y le pidió una nota. La madre escribió lo siguiente:

“Apreciable señor director: por favor, disculpe la inasistencia de mi hijo el día de ayer. Su proceder no fue más que el resultado de seguir a la multitud”.

El síndrome de Solomon

En los círculos académicos llaman “síndrome de Solomon” al hábito de tomar decisiones y asumir comportamientos para evitar distinguirse, destacar o sobresalir en algún grupo, como la familia, clase escolar o equipo de trabajo. Parece que tenemos miedo de triunfar para evitar que nuestros logros ofendan a otros. Y esa actitud va de la mano de la envidia cuando vemos a otro triunfar o sobresalir.

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He aquí un pensamiento poético de Marianne Williamson: “Nuestro temor más profundo no es ser incapaces sino que somos infinitamente poderosos. […] No te encojas con la intención de evitar que otros se sientan inseguros ante ti. La grandeza está en todos, y al dejar brillar tu luz le das permiso a los demás de hacer lo mismo. Al librarnos de nuestro propio miedo, nuestra presencia liberará a los demás”.

Puede ser difícil

Hace unos meses mi hijo de 7 años fue llamado “mentiroso” por sus compañeros y su maestra por decir que los cangrejos araña respiraban por medio de branquias. Era verdad lo que decía, y él sabía que era correcto. No fue fácil, pero pudo entender que todo un salón y una maestra equivocados en un punto no hacían correcta la información que ellos tenían.

Lo mismo pasará con tus convicciones morales, familiares y sobre la sociedad, y con el camino profesional que te has trazado y en el que nadie confía, sino solamente tú. Puedes ser el único que no bebe alcohol, que no fuma, que no tiene un amante, que no roba, que no miente, que no cede ni a la tentación de copiar en un examen, aunque muchos dirán que “todo el mundo lo hace”.

Sólo recuerda la nota de la mamá de aquel joven y adáptala, como he hecho yo, imaginándome a mi madre escribiéndola: “Queridos amigos de Rafael: mi hijo los quiere mucho y siempre será su amigo, pero él conoce ya los peligros de seguir a la multitud. Discúlpenlo si los contradice al defender lo que él considera correcto”.

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