¿Te cuesta establecer límites? Aprende cómo en 4 pasos
Los límites bien puestos, se respetan sí o sí. Aprende la mejor forma de tener sanidad en tus relaciones con estos cuatro pasos.
Marilú Ochoa Méndez
Hay personas que tienen una habilidad especial para poner límites. Yo no. Me cuesta trabajo establecerlos, y esto me ha causado muchos problemas en varios ámbitos de mi vida, pero -siendo madre- es una situación que urgía resolver.
Cuando conocí al psicólogo mexicano Juan Rosales, que no solo atiende personas en el ámbito privado, sino se dedica a generar contenidos maravillosos en la red, aprecié mucho su apoyo, pues con ejemplos prácticos y sencillez, me ha ayudado mucho.
Por esa razón, hoy quiero compartirte el contenido que él explica en una clase disponible en la red: establecer límites sanos en cuatro pasos.
Primero, analicemos algo
Comencemos con una reflexión fascinante del pediatra español Carlos González, quien aconseja oportunamente a los padres que nos sentimos incapaces de poner límites.
¿Dejas que tu pequeño salga a la calle solo?, ¿le permites que cruce la avenida principal de tu ciudad con ojos cerrados?, ¿en casa puede comer tierra? Estoy segura que tu respuesta es un rotundo “no”, ¿cierto?
Entonces, tú pones límites. Tal vez no todos los que deberías, pero aquellos en los que crees, los colocas porque sí, sin cuestionarte nada, y no hay poder humano que te haga permitir que tu pequeño de un año dé sus primeros pasos en un décimo piso, sin protección.
¿Qué ocurre en las otras situaciones, entonces?
Ponemos límites, pero ¿por qué solo a veces? Mi reflexión es que no creemos en muchos de los límites que intentamos poner, no somos contundentes, ni coherentes.
Imagina que construyes tu casa, y que para no ser desconsiderada con tu vecino, en vez de una pared, colocas un cortinero entre tu domicilio y el suyo. No deberías sorprenderte, si en más de una ocasión, él se encuentra sentado en tu sala, esperándote.
Observemos lo que comunicamos
Tú puedes decir con tus labios: “vecino, dejé la cortina para emergencias”, pero tus acciones, al no establecer un muro que separe tu hogar del suyo, permiten que se propase.
No solo nos comunicamos con palabras, cada gesto nuestro muestra a los demás cómo pueden tratarnos, y lo que permitimos va formando un camino, una carretera por la que los demás transitan desde su universo al nuestro.
Si tu límite no se respeta, es porque no está bien puesto
Ahora pensemos: si colocas una pared entre su domicilio y el tuyo, el vecino no tiene manera de entrar a tu hogar. Simplemente, el muro se lo impide.
Cuandoél deseé visitarte, tendrá que tocar a tu puerta, y tú decidirás si le abres o no. ¡Ese es un buen límite!
Juan Rosales, afirma entonces que debemos enfocarnos en colocar bien los límites. Comencemos entonces con ese primer paso.
1. Define bien tu límite
Realiza una lista de las situaciones que te están provocando inquietud: ¿es una situación laboral?, ¿es un tema de crianza?, ¿es un tema con un amigo o amiga?, ¿es un tema familiar o marital?
Anota con detalle los límites que deseas establecer, anota con quién deseas hacerlo. Procura tener mucha claridad en tus palabras. No registres el problema: “mi hijo me grita“, sino anota lo que deseas que suceda: “hablaremos de manera respetuosa“.
2. Planea cómo establecerás ese límite
Ve paso a paso. Elige uno y piensa si ese límite se establece hablando o actuando. Si es preciso hablar o escribir, qué palabras debes usar, cómo será lo más sano dirigirte a esa persona, cuándo esa persona se encuentra más receptiva.
En este espacio reflexiona a fondo que es preciso que te hagas responsable de ti mismo. ¿Es la otra persona ante quien debes poner el límite?, ¿hay algo que tú debes hacer antes?
3. Es posible que no acepten tu límite
Cuando somos permisivos, existe la posibilidad de que las personas rechacen nuestra exigencia a que detengan su maltrato. ¿Estás en verdad dispuesto a defender tu límite?
Regularmente, alguien a quien le quitas algo a lo que está acostumbrado, se niega a soltar su privilegio: a hablarte mal, a ser grosero, a abusar.
4. ¿Qué sucederá si se intenta sobrepasar tu límite?
Una advertencia que no es recibida, es una hoja volando al viento. ¿Qué harás si a pesar de tus peticiones, tu hijo, sigue gritándote?. Es importante delimitar lo que harás.
Si no estamos preparados para hacer frente a estas dificultades, es mejor que no pongamos límites, pues quedaremos peor.
Jane Nelsen, escritora y promotora de la Crianza Respetuosa, nos habla de las consecuencias naturales. Éstas son las que se desprenden de forma orgánica de las acciones que tomamos: si no usamos un abrigo nos da frío, si nos mojamos, tenemos que esperar a llegar a la casa para secarnos, etc.
Ella también sugiere el consenso: el acuerdo de ambas partes sobre la situación que genera el conflicto, promoviendo un respeto mutuo que mejore radicalmente la situación.
Eres el dueño de la casa
Las personas aspiramos a la armonía, nos gusta el orden y el buen trato. Las desavenencias que genera la mala convivencia nos son a todos desagradables. Una genial herramienta para poner límites, es intentar hacer un reseteo en nuestra mente y corazón.
Esto consiste en dejar de pensar que al otro le gusta lastimarnos, y darnos cuenta que la pared, la levanta el dueño de la casa.
Estaba un hombre en una isla, su barco había naufragado. Tomó algunas tablas que llegaron a la orilla y escribió la palabra “help” en la orilla. Pasó el tiempo, y decidió tener una actitud proactiva, así que mejor quitó su letrero, y armó una embarcación. Así, salió remando de la isla. En el mar, encontró lo que buscaba, y una embarcación lo rescató.
Los límites son buenos, son sanos, y tú puedes colocarlos. Hacerlo te dará paz y reestablecerá la sanidad en tus relaciones. ¡Cuéntanos cómo te va al instalarlos en tus relaciones!