Todo empezó con revistas

La pornografía goza de gran aceptación social actualmente. Sin embargo, genera una de las más destructivas adicciones: puede tener el poder de destruir toda tu vida.

Rafael Vázquez

Carlos estaba temblando. Sudaba frío por las manos y no era capaz de mirar a los ojos a Sandra. Ella observaba cada uno de sus gestos, con el alma en un hilo. Tomó aire en su avergonzado pecho y le confesó que le había sido infiel. Carlos sintió que la ruptura era inminente, sabía que esa podría ser la última ocasión en que ambos estuvieran juntos en una recámara, así que se puso a repasar en su mente todos los momentos en que podía haber detenido la catástrofe.

Con el corazón destrozado, Sandra le dijo que no era completamente una sorpresa, y aún así le preguntó qué había pasado, por qué había incurrido en esa conducta, y si había algo más que debiera saber. Carlos entonces abrió el pesado costal que traía cargando desde hacía mucho.

Todo empezó con una revista

Mientras estudiaba el bachillerato, algunos vecinos y amigos de Carlos lo introdujeron a la pornografía mediante revistas y algunos videocasetes que compartían a escondidas. Nunca se le ocurrió decir a sus padres sobre aquello a lo que sus vecinos y supuestos amigos lo estaban exponiendo. Era sólo un joven y, además de sentirse avergonzado, había muchas cosas que ni siquiera sabía cómo tratar en una plática. Así, en la clandestinidad de su recámara y con la complicidad de algunos amigos, Carlos poco a poco llegó a ser un consumidor constante de pornografía.

Unos años después, el padre de Carlos murió y ese acontecimiento lo hizo reconsiderar sus valores morales. Comenzó a ir a misa y a estudiar la Biblia. Estaba en la universidad y donde vivía ahora no estaban los vecinos de años atrás. El estricto reglamento de la universidad y las disposiciones de las casas para estudiantes, lo mantuvieron alejado del material pornográfico, de modo que cuando salió, todo parecía resuelto.

Internet facilita el acceso a la pornografía

Sin embargo, eran finales de los años 90 y con el nuevo siglo también llegó la invasión de Internet. Casi por accidente, como ocurre con demasiada frecuencia, Carlos se topó con imágenes pornográficas. A diferencia de cuando era joven, ahora, en muy poco tiempo, Carlos era nuevamente un consumidor asiduo de material pornográfico. Aunque era consciente de su situación, y de que necesitaba ayuda, Carlos no habló con nadie, no buscó asesoría, ni consejo. Estaba demasiado avergonzado como para buscar auxilio.

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La mentira y el encubrimiento

Con el paso de los meses, Carlos y Sandra se conocieron, se enamoraron y se comprometieron. Era natural que Carlos se rehusara a hablar de su problema con Sandra, pues temía que ella lo rechazara por ello. Así que no dijo nada y se casaron. Con el tiempo llegaron los hijos y todo parecía tener un curso normal, pero Carlos veía a escondidas material pornográfico en su computadora. Alguna vez Sandra le preguntó sobre algunos enlaces a sitios inadecuados que encontró en su computadora, pero él se las arregló para convencerla de que no sabía de qué hablaba.

Se pierde la perspectiva

El problema de Carlos era mayor, cuanto que lo más importante para él ya no era su situación personal, sino lo que la gente pudiera pensar. Por ello, en lugar de intentar arreglar su condición, sólo se dedicó a guardar las apariencias. Para entonces, Carlos tenía conversaciones en línea con personas desconocidas sobre temas inapropiados. Luego comenzó a hacer lo mismo con sus antiguas amigas y novias, e incluso con algunas compañeras de trabajo. Y finalmente consumó su infidelidad con una antigua novia de la preparatoria.

La adicción

Al fin había llegado Carlos a lo más reciente de su propio relato. Se preguntaba: “¿En qué punto pude haber detenido esto?”, y por más que se devanaba los sesos, la única respuesta que veía con claridad era: “Nunca debí empezar”. Carlos sufre una adicción. Una adicción que lo está matando del mismo modo en que lo haría el alcohol o las drogas. Para salir de esa adicción es necesario recibir ayuda y estar siempre alerta. No hay soluciones fáciles, aunque está probado que con una verdadera voluntad y el sometimiento sin reservas a un programa de recuperación, es realmente posible sanar de las adicciones.

¿Qué se puede hacer?

Ahora Carlos no sabe qué pasará. Ya no puede influir en la decisión que tome Sandra. Él perdió ese privilegio porque también perdió el dominio propio. Ella puede elegir abandonarlo, y está en su derecho. Y también puede elegir perdonarlo y caminar con él el duro camino que le queda por delante. Pero lo que sí depende de él es la decisión de salir de esa conducta, o por lo menos intentarlo con toda su determinación.

Hace muchos años, un lider religioso dijo lo siguiente: “Huyan de la pornografía como si huyeran de una enfermedad infecciosa y mortal, ya que los destruirá del mismo modo”. Si tienes una conducta adictiva, pide ayuda y sométete a la recuperación de inmediato. Si no la tienes, no bajes la guardia nunca y recuerda que la mejor protección contra una adicción es nunca dar el primer paso.

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