¿Tu hijo es una tumba de silencio? Quizás es víctima de bullying
El acoso escolar nos ataca en los lugares donde debemos sentirnos más seguros. Cómo detectar si nuestros hijos son o han sido víctimas de este tipo de maltrato. Consejos para enfrentar la situación y ayudar a superarla.
Diana Brante Morales
Gabriel es el típico niño al que buscan para hacerle bullying en el colegio: inteligente, usa anteojos y vive en su propio mundo. El bullying, recordemos, es el acoso escolar, y cualquier tipo de abuso, físico, verbal o psicológico, entre escolares. Gabriel recién cumplió ocho años, acaba de pasar a tercer año de educación básica y lo cambiamos de colegio con carácter de urgencia, porque actuaba extraño, silencioso, “no se acordaba” de lo que había hecho durante el día. Todos los días trataba de quedarse en casa, excusándose de que tenía sueño, le dolía el estómago, o intentaba ir a trabajar conmigo.
Llegó el día en que la duda era demasiado grande. Algo pasaba y no lográbamos saber qué. Con mucho cuidado logramos conocer la historia completa: había tres niños que le hacían bullying en el colegio: uno le pellizcó la mano para hacerlo llorar delante de todo el curso, y que se burlaran de él; otro lo empujaba y pateaba durante la formación para que lo castigaran; y uno más, el peor de todos, le había pedido un lápiz prestado para después enterrárselo en la palma de la mano.
Lloré con él, lo abracé, lo besé y me disculpé por no haber prestado mayor atención. No sabía qué hacer, cómo enfrentar la situación, cómo ayudar a mi hijo a seguir adelante. El bullying es un maltrato reiterado y metódico, en el que los compañeros suelen ser testigos y a veces cómplices. Afecta emocionalmente tanto a niños y niñas acosados, como a su familia y círculo de amigos. Si tienes dudas y no sabes si tu hijo es o ha sido víctima de este tipo de maltrato, lee estos apuntes:
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Miedo y paranoia. Ve la maldad por doquiera, siente que todos quieren hacerle daño, perjudicarlo. Sus amigos, familia, e incluso sus padres, pasan a ser posibles agresores. Comienza a sentir miedo de situaciones cotidianas, como las caricias, los juegos o por el simple hecho de dar una opinión.
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Silencio. Muchas veces estas situaciones vuelven a nuestros hijos verdaderas tumbas de silencio. No son capaces de expresar lo que están viviendo, lo que están sintiendo, y por ellos nos es mucho más difícil darnos cuenta de lo que está pasando. La vergüenza frente a la situación, junto con la culpa de sentirse responsable, los hace ocultar y negar el maltrato.
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Cambios conductuales. Es notorio cuando comienzan a comportarse mal, a dar golpes, a contestar de mala forma o a dejar de comer. Lo más frecuente es que lo relacionemos con su estado de ánimo, con alguna situación particular. Al ser víctima de bullying estos cambios se presentan con mayor frecuencia e intensidad.
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Malestar físico. Dolores intensos de cabeza, malestar estomacal, vómitos, falta de apetito y dolor muscular son algunos síntomas físicos que se relacionan con la violencia psicológica. El malestar estomacal, los vómitos y la falta de apetito se relacionan con el sistema nervioso, con el estrés que les genera verse envueltos en una violencia constante. El dolor de cabeza y dolor muscular son muchas veces producidos por el mal dormir, debido a que el subconsciente siempre se encuentra en estado de alerta.
Al detectar el maltrato debemos ver la forma de enfrentarlo, cómo explicarles a nuestros hijos que no es su culpa, que no deben avergonzarse por lo ocurrido y cómo evitar que vuelva a suceder. Es importante acudir directamente al colegio a conversar la situación con el encargado o el profesor, solicitar un diálogo con los padres del o de los menores involucrados, además de pedir la sanción correspondiente.
La familia es fundamental en estos casos para brindar apoyo y amor a quienes son víctimas del bullying, deben sentirse amados, ya que la mayor parte del daño ha ido a parar en su autoestima. Enseñarles a amarse y permitirles expresar sus sentimientos es parte del camino de recuperación. Que la vergüenza no se apodere de él, no dejes que sienta que ha sido su culpa.
Además de reforzar su autoestima debemos enseñarle a defenderse en caso de una futura agresión. Defensa personal y artes marciales contribuyen a desarrollar la capacidad de reacción, junto con la disciplina que se fomenta en este tipo de deportes. En nuestro caso, Gabriel lleva un par de meses practicando tae kwon do y ha superado su miedo al contacto con otros niños, sobre todo si son más grandes.