Una excusa es peor y más terrible que una mentira
Las excusas son dinamita en tu boca. Acéptalo, ellas destrozan tus aspiraciones y limitan tu progreso. Lo que sucede a nuestro alrededor es culpa de las excusas.
Marta Martínez Aguirre
A todos alguna vez se nos ha quemado la comida. Pudo ser por distracción, el fuego demasiado alto o el teflón gastado. Sea como fuere, alguien cerca de ti extiende el plato, dice estar con hambre y nada te impide decir la verdad. Sin embargo, tú haces lo que sea para salir del paso, y alegas que has estado nerviosa, que tu suegra llamó por teléfono, que la olla está muy vieja…
Las excusas son las culpables de lo que nos sucede
Cuando las fotografías en ropa interior de la secretaria caen al piso, y miras a tu esposo, sabes que él va a decirte que ella es una loca rompe matrimonios. Cuando descubres que tu hijo menor fuma marihuana a escondidas en su cuarto y entras a saludarlo, sabes que te dirá que el incienso huele raro. Excusas, excusas, donde quiera que mires. Crecemos oyendo que ellas son las culpables de todo lo que sucede a nuestro alrededor.
Desde pequeños los niños las usan: “Guau, guau, malo, nana al nene” debería interpretarse como: “No te hice caso, y el perro casi me come la mano”. En la edad escolar eres tú la que dice enfrente de él: “Esa maestra es una exigente”, en vez de asumir que tu hijo no estudia lo que debería. No quiero que mi hijo piense que no lo amo, por eso lo consiento. No puedo, es muy arriesgado. Me faltan energías. Quizás mañana lo haga, ahora estoy muy cansada. Cuando me jubile voy a tener tiempo.
Hace poco leí que antes de los diez años todos hemos sido expuestos a una reserva de “memes” (unidad de información transmisible de persona a persona por imitación). Según los expertos, si un meme entra en tu mente va a incidir en tu forma de pensar y actuar. Cuando pones excusas frente a tu hijo, él aprenderá a dártelas, es parte del aprendizaje que recibe de ti y lo peor es que lo transmitirá a tus nietos.
La solución para las excusas
Te quejas de la violencia y de la corrupción en la sociedad y tú tienes una sucursal terrorista en tu mente. Las excusas son dinamita en tu boca. Acéptalo, ellas destrozan tus aspiraciones y limitan tu progreso. Si buscas en este artículo una respuesta light, o una disculpa, a tu vicio de excusarte, deja de leer porque voy a desilusionarte con todas mis fuerzas. Porque la solución que te propongo es la autodisciplina.
Para desarrollar esta autodisciplina anti-pretexto, debes aprender a formularte cinco preguntas y ser capaz de responderlas. Estas cuestiones son claves, pues te ayudarán a crear un nuevo modo de ver la realidad y a generar cambios en tu forma de ser y actuar:
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¿De dónde procede?
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¿Es verdad?
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¿Cómo es mi vida con ella?
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¿Cómo sería mi vida si la dejara de lado?
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¿Qué se esconde realmente tras ella?
Practiquemos: eres una mujer de fe, pero no tienes deseos de levantarte temprano los domingos para ir al servicio dominical, alegas que estás cansada. ¿De dónde procede? Piensa en los mensajes familiares, quizás creciste con la idea de “La iglesia es para las come santos”.
¿Es verdad? Evalúa con sinceridad el mensaje anterior y di tu propia idea al respecto. ¿Cómo es mi vida con ella? Analiza las bendiciones que se priva tu familia al no vivir una fe auténtica. ¿Cómo sería mi vida si la dejara de lado? Medita en las ventajas de practicar tu fe.
¿Qué se esconde realmente tras ella? Analiza los temores o falsas ideas que has ido construyendo a lo largo de tu vida, tal vez ni siquiera te pertenezcan, y sean parte de los memes que has recibido de tus ancestros.
Alexander Pope decía: “Una excusa es peor y más terrible que una mentira”. Los mediocres y los mentirosos no tienen ni idea de lo que significa ser feliz, porque han construido su vida con base en pretextos. La disciplina te llevará a reprogramar tu mente nuevamente y a eliminar el hábito negativo de poner excusas. Entonces, estarás en vías de ser una mujer extraordinaria.