Una preocupación real por el otro

La indiferencia amenaza el entramado social. Cuando alguien falta al trabajo, a la iglesia, al club, o al almacén, si no preguntas por la persona, te vuelves cómplice de la indiferencia

Marta Martínez Aguirre

Aun cuando el pintor George Tooker no conoció a Ernestina, ella está representada en alguna de sus pinturas. Si me permites, te cuento su historia:

El frío invitaba a que cada vecino hiciera sus compras y regresara a su casa muy de prisa. En contraste, la lluvia caía lentamente: se escuchaban las gotas repiquetear en los techos de zinc. El perro de Ernestina aullaba: llevaba unos quince días así, sin tener siquiera agua en su balde. Con todo, nadie decía nada, nadie preguntaba por ella, nadie llamó a la puerta. Alguien dijo, enojado: “Ya va a iniciar el mundial de futbol, y este perro no va a dejarnos quietos, voy a ver por qué esa anciana no hace nada al respecto”. Cuando llegó a la casa de Ernestina, le llamó menos la atención que el perro estuviera tan triste, flaco e inquieto, y que el aroma dulce y acre del cuerpo en descomposición.

Una hora más tarde se unieron más vecinos tocando a la puerta, hasta que alguien la tiró abajo a golpes. El cuerpo de Ernestina estaba sentado en la mesa con los ojos abiertos. Ella había muerto de hambre y frío. Nadie llamó a su puerta para ver cómo estaba, ni sus vecinos más cercanos, ni su obispo, ni la empleada del almacén fueron capaces de pensar: “hace días que no la veo”. El único que reclamaba su ausencia era Paco, su perro que murió a los días, de soledad.

George Tooker: el artista del aislamiento

Las obras de arte “Lunch“, “The waiting room”, o “Landscape with figures”, de George Tooker, reflejan su persistente mirada hacia la soledad y el aislamiento del hombre contemporáneo.

Sus cuadros son testigos vigentes de esta época donde se huye de la alteridad (el considerar la existencia de lo otro, de lo ajeno) y se descarta todo contacto auténtico y verdadero con lo que no es uno mismo.

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Los personajes de Tooker son ausentes, aislados, sumergidos en un mundo vacío, indiferentes al otro que está a su lado: Subes al ómnibus, te apretujas contra otros, entras al supermercado, coincides en los pasillos, corres por el parque, andas en bicicleta por la misma vía, respiras el mismo aire, pero cada uno sigue absorto en su propia actividad, ignorando a los demás.

Nadie debe estar solo

Estar juntos no es sinónimo de “me importas”. Vivimos sumergidos como los personajes de la obra de arte “Lunch”: cada uno a su sitio, saboreando su hamburguesa, bebiendo su refresco y pensando en sus propias cosas. El “nosotros” se refiere a una escasa vinculación en el mismo sitio de trabajo, en la misma tienda de almacenes, en la misma biblioteca, en la misma universidad, en la misma vereda. Entonces, el “otro” pasa a ser un problema: “mejor ni le pregunto por sus cosas, en una de esas me cuenta cosas que no me interesan y no quiero escuchar”.

La indiferencia acecha, amenaza, desafía e irrumpe en el entramado social y se encarna en tus actos cotidianos, cuando alguien falta al trabajo, a la iglesia, al club o al almacén y no preguntas estás siendo cómplice de ella. ¿Es este el mundo que sueñas, donde se ha perdido el contacto real y verdadero y la preocupación por el otro?. Permíteme darte una serie de sugerencias para mostrar una preocupación real por el otro:

Saluda con una sonrisa

¿Tienes idea de la cantidad de gente que vive sola, no tiene a nadie y hace años no sabe lo que es que alguien le sonría, tenga un gesto cariñoso o un acto de bondad?.

Renueva tu “vestuario”

No hay nada más efectivo para combatir la indiferencia y la despreocupación por el otro, que renovar el vestuario, despójate de tus “yo no me meto”, “a mí que me importa”, “apenas sé su nombre”, “su facha no me gusta”. Y trata de adquirir en la tienda “¿será que vive sola?, “¿tendrá suficiente abrigo”, “¿será que no tiene familia?”. Busca la forma de conocer un poco más de tus vecinos, quién no te diga que tu corazón adquiera la nueva loción “amor por el otro”.

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Ten memoria

Ernestina iba a la iglesia cada semana, sin embargo nadie observó su ausencia. Compraba cada día su pan y su leche en el mismo almacén y una vez a la semana compraba comida para su perro en el supermercado de la esquina, pero ningún comerciante notó que no estaba yendo a comprar. Quizás hay en este momento alguien que viene a tu mente, y hace días no ves en la cuadra. Averigua si alguien sabe algo, o ve en persona. Has el mismo ejercicio memorístico allí donde notes una ausencia.

Marca la diferencia, mira a tu costado, sonríe, involúcrate, extiende tu mano y tu corazón. Créemelo: siempre hay un vecino que te espera tras las cortinas de su soledad.

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Marta Martínez Aguirre

Marta Martínez es de Uruguay. Posee una licenciatura en Psicología, y un posgrado en Logoterapia. Ama todo lo que hace y adora servir. Es especialista en atención psicológica domiciliaria. Contacto: