Una vida bien vivida requiere arrepentimientos
¿Sabes que estudios vinculados a este tema han indicado que 75 % de las personas se arrepiente de no haber hecho algo, contra 25 % que se arrepiente de haberlo hecho? El arrepentimiento como despertador existencial.
Marta Martínez Aguirre
Estoy segura de que Dios no incluyó una sucursal del clearing de informes en el paraíso.
Generalmente asociamos el arrepentimiento con los pecados o las transgresiones y el perdón de Dios. Pero pocas veces nos damos cuenta de que es un gran despertador existencial. Cuando suenan sus campanas en tu interior solo tienes dos alternativas: acudes a ese despertar o haces caso omiso y sigues durmiendo el día a día. Una vida bien vivida requiere arrepentimientos.
¿Sabes que estudios vinculados a este tema han indicado que 75 por ciento de las personas se arrepiente de no haber hecho algo, contra 25 por ciento que se arrepiente de haberlo hecho? Thomás Gilovich, de la Universidad de Cornell, en Estados Unidos, es uno de los autores que más ha investigado en esta área.
Dentro de la lista de cosas que la gente más lamentaba figuran no haber estudiado lo suficiente, no haber aprovechado una oportunidad importante y no haber pasado el tiempo suficiente con los amigos y la familia. 25 por ciento lamentaba haber elegido mal la carrera universitaria, contraer matrimonio con alguien a quien no amaba o tener un hijo en el momento menos oportuno de su vida. Parece ser que las omisiones pesan más que las acciones equivocadas.
Según Gilovich esto se debe a que a nivel psicológico parece ser que la gente, en primer lugar, es capaz de “deshacer físicamente” lo que hizo mal. Si el error fue casarse con tal persona, tiene la posibilidad potencial de divorciarse o si su error fue herir a alguien, siempre está latente la posibilidad de pedir perdón. En segundo lugar, si en el plano físico o real no se puede solucionar el error, se puede hacer un “trabajo psicológico” respecto a ello; por ejemplo, decirse “He aprendido algo de esta experiencia”. No obstante, la situación es completamente diferente cuando se trata de las omisiones.
Tal vez seas de las que se pregunta, “¿Qué habría pasado si hubiese aceptado casarme con fulano?, ¿si me hubiese esforzado más con los estudios y no los hubiera abandonado?”. En realidad esos pensamientos quedan eternamente en el plano de la incertidumbre. Si miras hacia atrás tal vez tengas tu propia lista grande o pequeña, pero si miras el futuro tienes la opción de ver la lista en blanco y vivir libre de acumular deudas.
A menudo le aconsejo a mis pacientes que miren hacia adelante y tengan en mente esa lista blanca, vacía, libre de acumulaciones, y les pregunto siguiendo los consejos de Yalom, “¿Cómo puedes vivir sin generar nuevos motivos de arrepentimiento? ¿Qué debes hacer para cambiar tu vida?”. De alguna manera mágica, a la siguiente consulta llegan con una lista de cosas que han decidido cambiar. Hay ciertas cosas que tal vez te permitan lograr estos cambios:
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Es un sentimiento universal. No se trata de un consuelo, pero sí de una realidad: en algún momento todos hemos vivido esa experiencia de habernos arrepentido de alguna decisión tomada.
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Confiesa. La madurez la demuestras cuando eres capaz de hacerte cargo de tus actos; los niños, sin embargo, tienden a culpar a otros. Comienza tu proceso de arrepentimiento aceptando la dosis de terapia interior que proviene de tu propio ser, que te invita a la confesión. Confiesa ante ti misma que has cometido errores, ante otros si corresponde y siente el bálsamo liberador. La gracia del perdón paulatinamente inundará tu existencia.
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Libérate de la perseveración. En psicología llamamos perseveración a cierto trastorno del pensamiento que se da en algunas patologías y que se manifiesta en la dificultad para cambiar de tema, volviendo una y otra vez a la misma idea. Hay perseveración cuando te concentras obsesivamente en un acto o hecho y lo recreas una y mil veces ocupando toda tu atención, al punto de bloquearte; eso impide el arrepentimiento. Deja de lado eso que ya pasó, y ocúpate en aquello que sí puedes reparar o mejorar.
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Mira hacia adelante. Elabora esa lista personal de las cosas que mañana no quieres incluir en tu lista: empieza ahora a poner límites a tus hijos, retoma ese examen que nunca das, visita a esa tía que hace tiempo has dejado de ver, reconcíliate con Dios. Observa todo lo que has aprendido del error. No hay experiencia triste o dolorosa que no te deje una lección. Búscala dentro de ti y adquiere sabiduría.
Una vida vivida y llena de aprendizajes requiere arrepentimientos. Gracias a la existencia de esos errores y a la posibilidad de haber aprendido de ellos es que podemos confesar que hemos crecido.