Un pequeño niño y su rosa le dan una increíble lección a la humanidad
Lee y descubre cómo este niño transformó el mundo gracias al amor por su rosa.
Maia Fernandez
Hay magia en los libros. Tienen el poder de maravillarnos, conmovernos, llevarnos de viaje a través de la imaginación. Además, en algunos casos, poseen la fabulosa capacidad de enseñarnos, de brindarnos el conocimiento necesario para nutrir nuestra vida y la de los demás. Aquí encontrarás algunos libros que ayudarán a tu hijo adolescente a crecer. Uno de ellos es “El Principito” del escritor francés Antoine de Saint-Exúpery. Comparto aquí un fragmento:
—¿Quiénes sois?— preguntó sorprendido el principito.
—Somos rosas— contestaron las rosas.
—¡Ah! —exclamó el principito.
Muy desdichado, recordaba que su flor le había contado un día que era única en su especie y en el universo entero. El principito se encontró con que en un sólo jardín había cinco mil, todas semejantes entre sí.
Esta pieza, aparentemente para niños, es una bella metáfora del amor y la amistad. Hay que ser muy insensible para no sentirse transformado por las palabras con que el autor nos trasmite sus pensamientos y reflexiones. Entre sus capítulos hay uno que quiero destacar por su belleza y sencillez. Es una lección de amor que nos da el autor a través de la relación que existe entre el principito y la rosa. Se aplica al amor en todas sus vertientes.
El principito le explica a su perfumada amiga la diferencia entre querer y amar. Querer tiene que ver con la posesión, con buscar que algo o alguien llene nuestro vacío y nuestras expectativas. En cambio, amar es poder liberar al otro, comprender que puede tener otro camino, darse cuenta de las diferencias y aceptarlas. Se ama sin expectativas, sólo por el placer de dar. Amar no es motivo de sufrimiento, porque disfrutamos de ese acto pleno y sublime. Para poder amar, debemos aceptar a los demás tal y como son, dejando de lado el egoísmo y esa necesidad de control sobre las situaciones y las personas. Pues el amor es justamente eso: la falta de control, el fluir de la vida en movimiento. A menudo, nos resulta difícil aceptar esto, por tanto, ¿cómo aplicar esta enseñanza en nuestra vida?
- En la pareja. Si logramos desarrollar el amor verdadero en pareja, nuestro hogar será un paraíso. Eliminaremos los celos, el egoísmo, las frustraciones y miedos que nos impiden ser felices. De este modo, la nuestra será la unión de dos seres que se aman y no un par de personas llenas de inseguridades que sólo quieren llenar un vacío. Es posible amar sin dependencia emocional.
- Con los hijos. Lo mismo pasa con los hijos: aprender a amarlos es aceptar que cuando crezcan harán su camino y nosotros los acompañaremos, pero serán ellos quines tomarán sus decisiones. Se equivocarán y triunfarán por sus propios esfuerzos. No podemos vivir su vida, pero lo que sí podemos hacer es enseñarles a amar plenamente, educándolos con respeto y comprensión.
- Con la humanidad. Si en el hogar fomentamos el verdadero amor, seremos un ejemplo a seguir para nuestra comunidad. Las demás personas se sentirán a gusto en nuestra casa, percibirán esa armonía. Cuando amamos de verdad, podemos ver las necesidades de los demás, comprenderlos y ayudarlos.
Finalmente, amar siempre implica dar. Y ser amados, nos hace únicos en el mundo. Por ello, al aprender esta lección, el Principito dijo a las rosas:
—Sois bellas, pero aún estáis vacías— agregó todavía.
—Nadie puede morir por vosotras. Es probable que una persona común crea que mi rosa se os parece. Ella siendo sólo una, es sin duda más importante que todas vosotras, pues es ella la rosa a quien he regado, a quien he puesto bajo un globo; es la rosa que abrigué con el biombo. Ella es la rosa cuyas orugas maté (excepto unas pocas que se hicieron mariposas). Ella es a quien escuché quejarse, alabarse y aún algunas veces, callarse. Ella es mi rosa.