¿Tienes un hijo en el jardín de niños que quiere tatuarse?
Cada caso es diferente, y cada relación de padre-hijo es diferente. Habrá madres que les aplaudan y hasta les acompañen a tatuarse, pero hoy quiero imaginar que tu caso es el de un padre que no aprueba los tatuajes.
Oscar Pech
¿Tienes un hijo en el jardín de niños que quiere tatuarse? Bueno, imagino que eso en realidad nunca va a acontecer, pero todo padre de un hijo pequeño debería leer esto, porque el verdadero problema no surge cuando el joven es adolescente, sino mucho, mucho tiempo antes. Como dice el dicho: “La educación de los hijos inicia veinte años antes de que nazcan”.
Hace tiempo, al hablar de la disciplina en la educación de los hijos, yo decía que la mejor disciplina es simplemente decir “no”, y ser firme. A ello, un amigo me respondió: “Es que cuando yo les digo que no, lloran”. Claro, en esto de educar a los hijos, mientras más tiempo pase resulta más difícil tomar las riendas: mientras mayor tiempo has recorrido de la resbaladilla (resbaladero, tobogán) es más difícil —y doloroso— detenerse.
Hace quince años era de veras bastante raro ver a alguien tatuado, lo cual no quiere decir que el auge de los tatuajes sea algo nuevo: en todas las culturas se ha dado esta práctica, pero en cada una con un sentido diferente: desde aquellas en que tenía un hondo sentido ritual, pasando por las que era considerado un arte, hasta las que era un estigma para esclavos, presos y criminales. Hay que entender hoy que, si bien existen personas para las que el tatuaje puede tener un hondo significado, en general se trata de una mera moda; de un nuevo sentido de lo estético y, como toda moda, es algo pasajero y, por lo mismo, es probable que si un adolescente se tatúa hoy, cuando sea un anciano la sociedad lo va a ver con conmiseración, lástima o asco. Luego entonces, ¿qué hacer para evitar que tu hijo se tatúe?
Cuida tu estrategia
Antes que nada, eso: sé muy cuidadoso. Para hablar con un adolescente uno requiere de cantidades industriales de amor, paciencia, comprensión, mano dura (sí, a veces) y conocimiento puro. Es preciso solo aconsejarlo o guiarlo, pero nada más, de lo contrario se tatuará a espalda tuya y en un lugar del que no sabes si va a ser peligroso. Los adolescentes muchas veces son como cabras, y mientras más les llevas la contra menos se mueven hacia donde quieres. Así que sé muy cauto en la estrategia que sigas.
Estar atento al ambiente en el que se desenvuelven tus hijos
Presta suficiente y oportuna atención a tus hijos, observa quiénes son sus amigos, el ambiente que frecuentan, la música que escuchan; instruye a tus hijos con respecto a las reglas no escritas de lo que implica vivir en sociedad (una persona con tatuajes en un lugar visible del cuerpo difícilmente podrá conseguir un empleo detrás de un escritorio, por ejemplo).
Trata de darle la perspectiva adecuada en cuanto a la permanencia de un tatuaje
Indaga cuál es la verdadera razón que le hace desear tatuarse: ¿está queriendo imitar a alguien famoso? ¿Está siendo presionado por sus amigos? ¿Quiere impresionar a alguna chica? ¿Quiere llamar la atención? ¿Es solo una moda? Si la respuesta a todas estas preguntas es “sí” trata de hacer que tu hijo pueda ver a futuro, y con eso se eliminan esas motivaciones. Trata de hacerle ver las consecuencias a largo plazo: muéstrale fotografías o videos de cuando eras adolescente, y hazle ver la manera en que se viste, su corte de cabello, su estilo al caminar o hablar, y que se va a avergonzar de todo ello cuando crezca; pero todo eso cambia, mientras que los tatuajes permanecen. Es cierto, se pueden quitar, pero nunca al cien por ciento, y siempre será más doloroso y costoso.
Enseña a tu hijo la importancia de su cuerpo
Es muy importante que tu hijo sepa que los tatuajes y el piercing no son “solo arte”. Es algo que permanece en su cuerpo, y uno debe tener un respeto sagrado por su cuerpo, tal como el que uno siente hacia un templo. Si un joven tiene un verdadero sentido de la reverencia, de lo sagrado, difícilmente deseará hacerse un tatuaje.
Explícale acerca del valor del albedrío y el cautiverio
En días recientes escuché las sabias palabras de un gran abogado estadounidense, Quentin L. Cook, respecto a que las malas decisiones siempre tienen como consecuencia el llevar al cautiverio, a la servidumbre. Cuando seguimos ideas que no son correctas corremos el riesgo de hacernos adictos a filosofías peligrosas, de las que muchas veces no hay una restauración total. Hay diferentes tipos de adicciones que le roban a uno el albedrío. Adicciones que vienen en diferentes formas:
Cuando entendemos que el tener un cuerpo conlleva un propósito, y cuál es el propósito por el cual fuimos creados; cuando logramos que nuestros hijos dejen de ver solo lo inmediato y aprendan a ver a largo plazo; cuando aprendemos a comunicarnos, y a comunicarles principios eternos, muchos de los problemas al lidiar con su adolescencia quedan atrás. Y tú, ¿qué otros consejos darías a un joven que desee tatuarse?